CARTAS DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESÚS (Carta V)

Al mismo Illmo. Sr. D. Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila. Es la que llaman del vejamen.

1.    Si la obediencia no me forzara, cierto yo no respondiera, ni admitiera la judicatura por algunas razones, aunque no por las que dicen las [18] hermanas de acá, que es entrar mi hermano entre los opositores, que parece la afición ha de hacer torcer la justicia; porque a todos los quiero mucho, como quien me ha ayudado a llevar mis trabajos, que mi hermano vino al fin de beber el cáliz, aunque le ha alcanzado alguna parte, y alcanzará más, con el favor del Señor.

2.    Él me dé gracia, para que no diga algo, que merezca denuncien de mí a la Inquisición, según está la cabeza de las muchas cartas, y negocios, que he escrito desde anoche acá. Mas la obediencia todo lo puede: y ansí haré lo que V. S. manda, bien, o mal. Deseo he tenido de holgarme un rato con los papeles, y no ha habido remedio.

3.    (Censura a Francisco de Salcedo). A lo que parece, el mote es del Esposo de nuestras almas, que dice: Búscate en mí. Pues señal es que yerra el Sr. Francisco de Salcedo, en poner tanto en que Dios está en todas las cosas, que él sabidor es que está en todas las cosas.

4.    También dice mucho de entendimiento, y de unión. Ya se sabe que en la unión no obra el entendimiento: pues si no obra, ¿cómo ha de buscar? Aquello que dice David: Oiré lo que habla el Señor Dios en mí (Sal. 85, v. 9), me contentó mucho, porque esto de paz en las potencias, es mucho de estimar, que entiende por el pueblo. Mas no tengo intención de decir de cosa bien de cuanto han dicho; y ansí digo, que no viene bien, porque no dice la letra que oigamos, sino que busquemos.

5.    Y lo peor de todo es, que si no se desdice, habré de denunciar de él a la Inquisición, que está cerca. Porque después de venir todo el papel diciendo: Este es dicho de san Pablo, y del Espíritu Santo, dice que ha firmado necedades. Venga luego la enmienda, si no, verá lo que pasa

6.    (Censura a Julián de Ávila). El padre Julián de Ávila comenzó bien, y acabó mal; y ansí no se lo ha de dar la gloria. Porque aquí no le piden que diga de la luz increada, y criada como se junten, sino que nos busquemos en Dios. Ni le preguntamos lo que siente una alma, cuando está tan junta con su Criador, si está unida con él, ¿cómo tiene de sí diferencia, o no?


Pues no hay allí entendimiento para esas disputas, pienso yo: porque si le hubiera, bien se pudiera entender la diferencia que hay entre el Criador, y la criatura.

7. (Censura al S. padre fray Juan de la Cruz). También dice: Cuando está apurada. Creo yo, que no bastan aquí virtudes, ni apuración; porque es cosa sobrenatural, y dada de Dios a quien quiere; y si algo dispone, es el amor. Mas yo le perdono sus yerros, porque no fue tan largo como mi padre fray Juan de la Cruz. Harta buena doctrina dice en su respuesta, para
quien quisiere hacer los ejercicios que hacen en la Compañía de Jesús, mas no para nuestro propósito.
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8. Caro costaría, si no pudiéramos buscar a Dios, sino cuando estuviésemos muertos al mundo. No lo estaba la Madalena, ni la Samaritana, ni la Cananea, cuando le hallaron. También trata mucho de hacerse una mesma cosa con Dios en unión; y cuando esto viene a ser, y hace esta merced al alma, no dirá que le busque, pues ya le ha hallado.

9. Dios me libre de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta, dé donde diere. Con todo eso, le agradecemos el habernos dado tan bien a entender lo que no preguntamos. Por eso es bien hablar siempre de Dios, que de donde no pensamos nos viene el provecho.

10. (Censura a su hermano). Como ha sido del señor Lorenzo de Cepeda, a quien agradecemos mucho sus coplas, y respuesta. Que si ha dicho más que entiende, por la recreación que nos ha dado con ellas, le perdonamos la poca humildad en meterse en cosas tan subidas, como dice en su respuesta; y por el buen consejo que da, de que tengan quieta oración (como si fuese en su mano) sin pedírsele: ya sabe la pena a que se obliga el que esto hace. Plegue a Dios se le pegue algo de estar junto a la miel, que harto consuelo me da, aunque veo, que tuvo harta razón de correrse. Aquí no se puede juzgar mejoría, pues en todo hay falta sin hacer injusticia.

11.      Mande V. S. que se enmienden. Quizá me enmendaré, en no me parecer a mi hermano en poco humilde. Todos son tan divinos esos señores, que han perdido por carta de más; porque (como he dicho) quien alcanzare esa merced de tener el alma unida consigo, no le dirá que le busque, pues ya le posee. Beso las manos de V. S. muchas veces, por la merced que me hizo con su carta. Por no cansar más a V. S. con estos desatinos, no escribo ahora.

Indigna sierva, y súbdita de V. S.


Teresa de Jesús.


Notas

1.    Esta no parece carta, sino papel familiar, que escribió la Santa a este ilustrísimo prelado, sobre cierta conferencia espiritual, a que dio ocasión el suceso siguiente, que será preciso explicar con alguna dilatación, aunque nos ceñiremos todo lo posible.
2.    Según parece por otra carta de la Santa, debió de sentir en lo interior, que decía Dios al alma: Búscate en mí. Hizo participante de este secreto a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que al presente estaba en Ávila, pidiéndole, que respondiese a esta petición del divino Esposo. Debió de llegarlo a entender el señor obispo D. Álvaro, y gustó de hacer de estas palabras una espiritual, y fructuosa recreación, ordenando, [20] que se discurriese, y escribiese sobre ello, y cada uno declarase, qué es lo que pedía allí el Señor a aquella alma. Y habiendo escrito el venerable padre fray Juan de la Cruz, varón espiritual, y oráculo místico de aquellos, y de estos tiempos, y Julián de Ávila un sacerdote secular muy fervoroso, y espiritual de aquella ciudad, y que siempre acompañaba a la Santa en sus jornadas, y de quien hace mención ella en sus Fundaciones, y Francisco de Salcedo un caballero seglar, que trataba mucho de oración, y a quien llamaba la Santa, el caballero santo; y su hermano de la Santa, el señor Lorenzo de Cepeda (que así le llamaremos, por merecerlo muy bien, siendo hermano de la Santa, de tan noble calidad, y de tan gran virtud) el cual estalla ya muy adelante en la vida espiritual. Entregado cada uno su papel al señor obispo, los remitió todos a la Santa, mandándole por obediencia, que les diese un vejamen. Y obedeciéndole, hizo esto con admirable donaire, gracia, y espíritu.
3.    Podíase escribir un tratado sobre este espiritual mote: Búscate en mí; porque es muy interior, y discurrir mucho en esta censura. Pero como no se ven los papeles de los conferentes, no se puede hacer el juicio, sino por el de la Santa, y ese es el más acertado; pues sabía más en donaire, con la luz que Dios le comunicaba, que no muy de veras las almas más aprovechadas.
4.    Después de haberse purgado de toda sospecha la Santa en el número primero, por ser su hermano el señor Lorenzo de Cepeda uno de los juzgados, imputa a la obediencia la culpa de ser censora de los demás; y comienza su vejamen, afirmando, que no pensaba decir bien de cosa alguna de lo escrito. Y bien se ve, que fue esa una discreta aprobación de lo discurrido; y que diría bien de todo de veras, quien ofrecía decir mal de todo de burlas.
5.    (Censura a Francisco de Salcedo). A Francisco de Salcedo excluyó, y mortificó desde el número tercero hasta el sexto, después de haberle notado, de que no se trata de unión al buscar a Dios, sino al tenerlo; porque cargó la mano en el cuidado del alma al oír Dios, y el mote no era: Óyeme a mí, sino: Búscate en mí. Y dice la Santa admirablemente, que no es lo mismo Busca, que Oye. Porque oír, dice recibir la luz, o la palabra, o la noticia, que le comunica Dios al alma; pero el buscar, dice ejecutarla; buscar, y andar en prosecución de lo que ha visto, y oído.
Luego le nota con grandísima gracia lo que dice, al fin de su papel, el mismo Salcedo: De que todas son necedades, habiendo dicho en él antes, que todo era de san Pablo cuanto decía: conque le coge vivo la Santa, y le manda que se retrate al instante, o le acusará a la Inquisición; porque dice, que son necedades lo que dijo san Pablo.

6. (Censura al padre Julián de Ávila). Después de haber despachado desta suerte la Santa a Francisco de Salcedo, excluye, y censura al padre Julián de Ávila desde el número sexto, con grandísima gracia, por decir, que gastó el tiempo en lo que no toca a la cuestión; insinuando, que trató de los sentimientos del alma en la unión con Dios, y que eso no es a propósito
del mote; pues sólo dice Dios al alma: Búscate en mí. Y esto no es decirle, que busque los sentimientos, y menos en su unión;
[21] porque con ella, y en ella no sería buscar, ni tenía que buscar, sino sería gozar de el Señor, que ya tenía en la unión.
Todavía, después de haberlo excluido, lo alaba, mortificándole; pero dando de paso una puntada al venerable padre fray Juan de la Cruz con extremada gracia, diciendo: Mas yo le perdono sus yerros al padre Julián; porque no fue tan largo como mi padre fray Juan de la Cruz: conque apenas acaba de curar al uno, cuando ya hiere, y descalabra al otro.

7. (Censura al V. P. fray Juan de la Cruz). Al venerable padre fray Juan de la Cruz, con igual gracia, le excluye desde el número sétimo. Porque debió de entender el mote del práctico obrar de las almas espirituales, que es lo que les pide Dios, cuando les inspira que lo busquen, para hallarse en él alegres, satisfechas, y aprovechadas. Y si no temiera yo la censura de la Santa, como los demás, creo que fue el que se acercó más al sentido del espíritu en este santo mote: Búscate en mí. Pero debió de dilatarse, como tan grande maestro místico, en las tres vías, purgativa, iluminativa, y unitiva (que después tan alta, y profundamente explicó sobre las canciones, que hizo al intento) y la Santa, como se fue el venerable padre a lo práctico del obrar, le nota de que quiere enseñar los ejercicios de la Compañía, que tanto provecho han hecho en el mundo; y en donde con grande acierto, y prudencia se comienza por la vía purgativa, para llevar al alma a la iluminativa, y después a la unitiva.

8. Y porque debió de decir el venerable padre en su escrito, que era menester para buscar a Dios mirar al mundo, replica la Santa con grande agudeza, que no era necesario estar muertos al mundo para buscar a Dios: Pues no lo estaba la Madalena, ni la Samaritana, ni la Cananea, cuando buscaban a Dios en casa del Fariseo, en la calle, ni en el pozo: que es decir, que eran aún principiantes en la virtud. Y habiendo diversos estados en la vida del espíritu al buscar a Dios, siendo posible que el venerable padre hablase del buscarlo por el amor, y con el amor en la vía unitiva, le reconvino la Santa con el buscarle de la Madalena en sus principios en la purgativa; conque discretamente le barajó todo su discurso, y le humilló, y mortificó.
Luego le nota, de que entienda el mote, Búscate en mí, cuando el alma está unida con su Esposo; y replicó agudamente la Santa, que si lo tiene ya con la unión, no le dirá Dios que le busque, sino que no le deje, o que se goce en él, pues no ha menester buscar lo que tiene.
9.  Acaba con su acostumbrada gracia en el número nono, dándole otro golpe, diciendo: Que la libre Dios de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta: conque lo despide alabado con la misma nota que le mortifica; pues si le dijo que erró en la aplicación del discurso, le confiesa también, que es espiritual, y que en lo que dijo acertó.
 Luego al salir de sus manos vuelve la Santa a darle otro golpecito con donaire agudísimo, diciendo: Con todo eso le agradecemos el habernos dado tan bien a entender lo que no le preguntamos; conque entre aprobaciones, y reprobaciones, le deja contento, alabado, y mortificado.
10.     (Censura a su hermano Lorenzo de Cepeda). A su hermano el señor Lorenzo de la Cepeda, desde el número décimo, censura más la [22] persona, que no lo que escribió: con una santa superioridad, le guía a que comience a aprender, dándole a entender, que está muy novicio; y cargando más la mano en el que tuvo mas jurisdicción, encamina a la escuela de la santa humildad, que es la puerta, y fundamento de la sabiduría interior.
11.     (Censúrales a todos, y a sí misma). Últimamente a todos los dice: Que son tan divinos, que han perdido por carta de más, pues pasaron a lo que no quiso decir el mote. Y por no perdonarse a sí misma, pareciéndole que era poca humildad censurar a los otros, y quedarse libre de su misma censura, dice al señor obispo: Que cuanto ha dicho son desatinos. Conque vuelve a su crédito lo escrito de los otros, desacreditando a su propia censura, y se retira con eso a la celda de su propio conocimiento, después de haberles puesto a todos la ceniza en la frente. 
12.     (Como se puede juzgar, que la entendía la Santa este mote: Búscate en mí). En cuanto al mote, y la inteligencia de lo que pedía Dios al alma, cuando dijo: Búscate en mí, no habiendo dejado escrito la Santa su parecer, tienen bien que discurrir sus hijos, e hijas en sus espirituales conferencias, y recreaciones.
13.    A lo que puede colegirse de las exclusiones, y razones que daba la Santa para ello, el sentimiento de santa Teresa era, que decirle Dios al alma: Búscate en mí, fue decirle en un sentido muy espiritual: Búscame a mí, y allí te hallarás a ti; pues si te buscas a ti sin mí, nunca bien te hallarás a ti.
14.    (Explícase el mote). Porque habla con un alma, que en todo se buscaba a sí misma (como sucede comúnmente a todas) y en todo se abrazaba con su propio amor, y dentro de lo mismo espiritual se buscaba, y hallaba, y sus ayunos le complacían, y su oración la satisfacía, y en todo cuanto obraba el espíritu, comía también su bocado la naturaleza; y como ella aplicaba tal vez el afecto al defecto, cuando parece que buscaba a Dios, se busca a sí misma. Dícele pues Dios: Búscate en mí, pues te quieres buscar, y no te busques en ti.
Como si dijera: Si quieres hallar alegría, y contento, en nadie lo hallarás, sino en mí: Búscate en mí, y no fuera de mí; pues no hallarás quietud, sino en mí, y toda inquietud en ti.
Búscate en mí; pues sólo en mí gozarás el descanso, que es imposible que goces en ti, y fuera de mí.
Búscate en mí; pues te hallarás en mí: porque en todas partes andas perdida sin mí.
Búscate en mí: que yo haré, que hallándome a mí, te dejes a ti, y te quedes sin ti, en mí.
15. Esta breve exposición he querido hacer, remitiéndola a la censura de las madres Descalzas, que la calificarán con mayor piedad; porque a la grande erudición, y letras de los padres Descalzos, no me atrevo a exponerla.

16.    Ya esto debió de mirar el discurso del venerable padre fray Juan de la Cruz, sino que se dilataría por las tres vías, que es por donde se busca a Dios; llorando en la purgativa; siguiendo en la iluminativa; ardiendo en la unitiva, y la Santa equivocábale los discursos, para mortificarlo. [23] Y como dijo al principio de su vejamen, que no había de decir bien de cosa alguna (la que de todo, y de todos decía, y enseñaba a decir bien) humilló con grande donaire a aquel venerable maestro de espíritu.

No me atreviera yo a haber escrito esto, si hubiera de llegar a manos de la Santa; si bien por verme en ellas, y ser enseñado de su luz, me pudiera aventurar a cualquiera censura.

17.  Lo que hay que admirar en este vejamen, es la destreza, el espíritu, la gracia, la superioridad con que entra, y sale en todos sus discursos la Santa: que es tal, que si santo Tomás, sol de toda buena teología, quisiera reducir a la práctica la virtud de la Eutropelia, no podía delinearla con más vivos colores, que como la Santa la practicó en esta ocasión.
Y es buena medida de su altísimo espíritu, verla a todos tan superior; que siendo uno de los humillados el venerable padre fray Juan de la Cruz, el místico, el delgadísimo, y el profundísimo de la Iglesia; todavía en llegando a santa Teresa, es uno de sus muy humildes discípulos, y de los que dio materia a su judicatura.

18.  También este suceso hace recomendación santísima de las espirituales recreaciones de las santas religiones, y de otras que refiere Casiano entre los varones de espíritu, y de lo que Dios se alegra con ellas, cuando son de este género, o de otro honesto divertimiento; pues una Santa, gobernada del espíritu divino, fue la principal censora, y autora de esta espiritual recreación.

Por esto tengo por cierta la revelación, que un varón, acreditado en santidad, tuvo en la religión Descalza de san Pedro de Alcántara (Descalcez a quien yo amo con gran ternura) según he llegado a entender por buenas relaciones, al cual, hallándose en un entretenimiento de este género, y aun mucho menos interior, y más natural, asistiendo a él con sus religiosos, le dio un éxtasis, y dijo después por obediencia, que fue, porque vio al Señor dando la bendición a los religiosos, que se entretenían; y le dijo a él: Que se holgaba mucho, que aflojasen al arco la cuerda alguna vez sus siervos, para dar aliento a la naturaleza, para que después más sujeta, y alegre sirva, como debe al espíritu.

Fuente: Directorio Católica