Una cuestión de sentido común
Desde
que vivimos en la era de los teléfonos móviles o celulares, numerosísimas
personas lo llevan siempre consigo, ya sea para chatear, jugar o simplemente
hablar. Es un continuo mirar siempre el celular para ver lo que ha pasado, lo
que alguien ha dicho, lo que me han enviado o las llamadas que he tenido.
En
los actos públicos, o en los espectáculos, ya se amonesta: “apaguen los
celulares”. Algunos siguen sin apagarlos y no es raro escuchar el sonido de una
llamada en medio de un concierto o de una obra de teatro, ante la indignación
del resto del público.
¿Se olvidó de apagar el celular o ponerlo en silencio o “modo avión”? Es lo más
probable, pero no faltan quienes no quieren despegarse del celular para chatear
en las redes sociales.
También
se lleva el celular cuando se va a misa. Y en numerosas ocasiones se oye la música de un celular
sonar en medio de la misa. Si el celular se encuentra en un lugar escondido de
los bolsillos o de los bolsos –es más fácil en este caso—el celular suena y
suena y vuelve a sonar, hasta que se oye una voz que dice “Hello!”, o “¿Diga?”.
El que responde sale de la
iglesia y habla en la calle. A veces se oye el “¡Tsiiiit!” de los otros fieles.
Muchas veces el sacerdote debe parar la celebración de la misa hasta dejar de
oír el celular.
Una
vez una señora preguntó al sacerdote: “¿es pecado responder al celular en medio
de la misa?”. La respuesta del sacerdote fue razonada. “Mire señora, el celular
debe entrar en el templo apagado o silenciado, porque no es solo que puede
impedir que siga usted tranquilamente la Eucaristía, sino que la sigan los
demás, o el mismo sacerdote que se distrae si suena el celular”.
Y la
mujer insistió: “¿pero es pecado, padre?”. Y la respuesta del sacerdote fue. “No es pecado si usted llevó el celular
abierto a llamadas sin darse cuenta. Y si se da cuenta, es una falta de
consideración para con el Señor en la Eucaristía, para con el sacerdote y para
con los demás feligreses. Y si lo hace a menudo, entonces
tendría un problema de adicción al celular”.
Y
sigue la señora: “Si
respondo al celular en medio de la misa, y me voy del templo a la calle para
responder, ¿cumplo con el precepto dominical?”. El sacerdote le dijo que si su
intención era ir a Misa y tuvo esa llamada, cumple con el precepto dominical.
“En cualquier caso es una falta de respeto, tanto con el Señor presente en la
Eucaristía, como con los demás fieles. Mi consejo es que lleve usted siempre el
celular apagado o en silencio y así estará más pendiente de lo que ha venido a
hacer en el templo”.
Casi
nunca las llamadas no son urgentes, y pueden atenderse fuera del templo después
de la misa o de la función litúrgica que sea. Eso se hace por respeto de quién
está en el templo: Dios y los fieles. Y si hay un problema adicción o
semiadicción, lo que hay que hacer es tratarse psicológicamente para eliminar
esa dependencia malsana del celular.
No
se trata, por lo tanto de si es o no pecado, que no lo es, sino de respeto y de
consideración, en primer lugar con Dios que preside el templo. Lo mismo que en una reunión de trabajo
con el jefe: si todos los reunidos respondieran al celular este se quedaría sin
interlocutores en la reunión, pues todos estarían con el celular colgado de la
oreja. Hay que utilizar el sentido común en el manejo de los celulares… y
evitar adicciones.
Fuente:
Aleteia