La práctica de presentarse
indiscriminadamente a recibir la Sagrada Comunión, simplemente como
consecuencia de estar presente en la Misa, es un abuso que debe ser corregido
1. El
presentarse para recibir la Sagrada Comunión debería ser una decisión
consciente, basada en un juicio razonado respecto de la propia dignidad para
hacerlo, según los criterios objetivos de la Iglesia, haciéndose preguntas
como: "¿Estoy en plena comunión con la Iglesia Católica? ¿Soy culpable de
algún pecado grave? ¿He incurrido en una pena (por ejemplo: la excomunión, el
entredicho) que prohíbe que reciba la Sagrada Comunión? ¿Me he preparado
ayunando por lo menos una hora antes?" La práctica de presentarse
indiscriminadamente a recibir la Sagrada Comunión, simplemente como
consecuencia de estar presente en la Misa, es un abuso que debe ser corregido
(cf. Instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 81, 83).
2. La
Iglesia enseña que el aborto y la eutanasia son pecados graves. La Carta
Encíclica Evangelium Vitae, respecto de decisiones judiciales o leyes civiles
que autorizan o promueven el aborto o la eutanasia, declara que existe ‘una
grave y clara obligación de oponerse por la objeción de conciencia… En el caso
de una ley intrínsecamente injusta, como una ley que permite el aborto o la
eutanasia, nunca es lícito por tanto obedecerla, o ‘participar en una campaña
de propaganda a favor de tal ley o votar por ella’ (n. 73). Los cristianos
tienen ‘una grave obligación de conciencia de no cooperar formalmente en
prácticas que, aún permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley
de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar
formalmente con el mal… Tal cooperación nunca puede ser justificada invocando
el respeto a la libertad de otros o apelando al hecho de que la ley civil lo
permite o lo requiere’ (n. 74).
3. No
todos los asuntos morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la
eutanasia. Por ejemplo, si un católico discrepara con el Santo Padre sobre la
aplicación de la pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra, éste no
sería considerado por esta razón indigno de presentarse a recibir la Sagrada
Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz,
y no la guerra, y a ejercer discreción y misericordia al castigar a los
criminales, aún sería lícito tomar las armas para repeler a un agresor o
recurrir a la pena capital. Puede haber una legítima diversidad de opinión
entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero
no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia.
4.
Aparte del juicio de un individuo respecto de su propia dignidad para
presentarse a recibir la Santa Eucaristía, el ministro de la Sagrada Comunión
se puede encontrar en la situación en la que debe rechazar distribuir la
Sagrada Comunión a alguien, como en el caso de un excomulgado declarado, un
declarado en entredicho, o una persistencia obstinada en pecado grave
manifiesto (cf. Can. 915).
5. Respecto
del grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando la cooperación formal de una
persona es manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como
hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y
eutanasia), su párroco debería reunirse con él, instruirlo respecto de las
enseñanzas de la Iglesia, informarle que no debe presentarse a la Sagrada
Comunión hasta que termine con la situación objetiva de pecado y advertirle que
de otra manera se le negará la Eucaristía.
6. Cuando
‘estas medidas preventivas no han tenido su efecto o cuando no han sido
posibles’, y la persona en cuestión, con obstinada persistencia, aún se
presenta a recibir la Sagrada Comunión, ‘el ministro de la Sagrada Comunión
debe negarse a distribuirla’ (cf. Declaración del Pontificio Consejo para los
Textos Legislativos ‘Sagrada Comunión y divorcio, católicos vueltos a casar
civilmente’ [2002], n. 3-4). Esta decisión, propiamente hablando, no es una
sanción o una pena. Tampoco es que el ministro de la Sagrada Comunión esté
realizando un juicio sobre la culpa subjetiva de la persona, sino que está
reaccionando ante la indignidad pública de la persona para recibir la Sagrada
Comunión debido a una situación objetiva de pecado.
"Nota:
Un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para
presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un
candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del
aborto y/o la eutanasia. Cuando un católico no comparte la posición a favor del
aborto o la eutanasia de un candidato, pero vota a favor de ese candidato por
otras razones, esto es considerado una cooperación material remota que sólo
puede ser admitida ante la presencia de razones proporcionalmente graves."
Fuente: Arvo.net