Trata de cuán fea cosa es un alma que
está en pecado mortal y cómo quiso Dios dar a entender
algo de esto a una persona. Trata también algo sobre el propio conocimiento. Es de provecho, porque hay
algunos puntos de notar. Dice
cómo se han de entender estas moradas.
1. Antes que pase adelante, os quiero
decir que consideréis qué será ver este castillo tan resplandeciente y hermoso,
esta perla oriental, este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas
vivas de la vida, que es Dios, cuando cae en un pecado mortal: no hay tinieblas
más tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté mucho más (1).
No
queráis más saber de que, con estarse el mismo sol que le daba tanto resplandor
y hermosura todavía en el centro de su alma (2), es como si allí no estuviese para
participar de El, con ser tan capaz para gozar de Su Majestad como el cristal
para resplandecer en él el sol.
Ninguna cosa le aprovecha; y de aquí viene que
todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún
fruto (3) para alcanzar gloria; porque no procediendo de aquel principio, que
es Dios, de donde nuestra virtud es virtud, y apartándonos de El, no puede ser
agradable a sus ojos; pues, en fin, el intento de quien hace un pecado mortal
no es contentarle, sino hacer placer al demonio, que como es las mismas
tinieblas, así la pobre alma queda hecha una misma tiniebla.
2. Yo sé de una persona (4) a quien
quiso nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente.
Dice aquella persona que le parece si lo entendiesen no sería posible ninguno
pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de
las ocasiones. Y así le dio mucha gana que todos lo entendieran; y así os la dé
a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que están en este estado,
todos hechos una oscuridad, y así son sus obras; porque así como de una fuente
muy clara lo son todos los arroyicos que salen de ella, como es un alma que
está en gracia, que de aquí le viene ser sus obras tan agradables a los ojos de
Dios y de los hombres, porque proceden de esta fuente de vida, adonde el alma
está como un árbol plantado en ella (5), que la frescura y fruto no tuviera si
no le procediere de allí, que esto le sustenta y hace no secarse y que dé buen
fruto; así el alma que por su culpa se aparta de esta fuente y se planta en
otra de muy negrísima agua y de muy mal olor, todo lo que corre de ella es la
misma desventura y suciedad.
3. Es de considerar aquí que la fuente
y aquel sol resplandeciente que está en el centro del alma no pierde su
resplandor y hermosura que siempre está dentro de ella, y cosa no puede quitar
su hermosura. Mas si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy
negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no hará su claridad operación en
el cristal (6).
4. ¡Oh almas redimidas por la sangre de
Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que
entendiendo esto no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que, si se
os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús, qué es ver a
un alma apartada de ella! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo!
¡qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las
potencias, que son los alcaides y mayordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad,
con qué mal gobierno! En fin, como adonde está !plantado el árbol que es el
demonio, ¿qué fruto puede dar?
5. Oí una vez a un hombre espiritual
que no se espantaba de cosas que hiciese uno que está en pecado mortal, sino de
lo que no hacía. Dios por su misericordia nos libre de tan gran mal, que no hay
cosa mientras vivimos que merezca este nombre de mal, sino ésta, pues acarrea
males eternos para sin fin. Esto es, hijas, de lo que hemos de andar temerosas
y lo que hemos de pedir a Dios en nuestras oraciones; porque, si El no guarda
la ciudad, en vano trabajaremos (7), pues somos la misma vanidad.
Decía aquella persona (8) que había
sacado dos cosas de la merced que Dios le hizo: la una, un temor grandísimo de
ofenderle, y así siempre le andaba suplicando no la dejase caer, viendo tan
terribles daños; la segunda, un espejo para la humildad,mirando cómo cosa buena
que hagamos no viene su principio de nosotros, sino de esta fuente adonde está
plantado este árbol de nuestras almas, y de este sol que da calor a nuestras obras.
Dice que se le representó esto tan claro, que en haciendo alguna cosa buena o
viéndola hacer, acudía a su principio y entendía cómo sin esta ayuda no
podíamos nada; y de aquí le procedía ir luego a alabar a Dios y, lo más
ordinario, no se acordar de sí en cosa buena que hiciese.
6. No sería tiempo perdido, hermanas,
el que gastaseis en leer esto ni yo en escribirlo, si quedásemos con estas dos
cosas, que los letrados y entendidos muy bien las saben, mas nuestra torpeza de
las mujeres todo lo ha menester; y así por ventura quiere el Señor que vengan a
nuestra noticia semejantes comparaciones. Plega a su bondad nos dé gracia para
ello.
7. Son tan oscuras de entender estas
cosas interiores, que a quien tan poco sabe como yo, forzado habrá de decir
muchas cosas superfluas y aun desatinadas para decir alguna que acierte. Es
menester tenga paciencia quien lo leyere, pues yo la tengo para escribir lo que
no sé; que, cierto algunas veces tomo el papel como una cosa boba, que ni sé
qué decir ni cómo comenzar. Bien entiendo que es cosa importante para vosotras
declarar algunas interiores, como pudiere; porque siempre oímos cuán buena es
la oración, y tenemos de constitución tenerla tantas horas (9), y no se nos
declara más de lo que podemos nosotras; y de cosas que obra el Señor en un alma
declárase poco, digo sobrenatural (10).
Diciéndose y dándose a entender de
muchas maneras, sernos ha mucho consuelo considerar este artificio celestial
interior tan poco entendido de los mortales aunque vayan muchos por él. Y aunque
en otras cosas que he escrito (11) ha dado el Señor algo a entender, entiendo
que algunas no las había entendido como después acá, en especial de las más
dificultosas. El trabajo es que para llegar a ellas como he dicho (12) se
habrán de decir muchas muy sabidas porque no puede ser menos para mi rudo
ingenio.
8. Pues tornemos ahora a nuestro
castillo de muchas moradas. No habéis de entender estas moradas una en pos de
otra, como cosa en hilada (13), sino poned los ojos en el centro, que es la
pieza o palacio adonde está el rey, y considerar como un palmito (14), que para
llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan.
Así acá, enrededor de esta pieza están muchas, y encima lo mismo. Porque las
cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza,
pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que podremos considerar, y
a todas partes de ella se comunica este sol que está en este palacio.
Esto
importa mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la
arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los
lados, pues Dios la dio tan gran dignidad; no se estruje en estar mucho tiempo
en una pieza sola. ¡Oh que si es en el propio conocimiento! Que con cuán necesario
es esto (miren que me entiendan), aun a las que las tiene el Señor en la misma
morada que El está, que jamás por encumbrada que esté le cumple otra cosa ni
podrá aunque quiera; que la humildad siempre labra como la abeja en la colmena
la miel, que sin esto todo va perdido. Mas consideremos que la abeja no deja de
salir a volar para traer flores; así el alma en el propio conocimiento, créame
y vuele algunas veces a considerar la grandeza y majestad de su Dios. Aquí
hallará su bajeza mejor que en sí misma, y más libre de las sabandijas adonde
entran en las primeras piezas, que es el propio conocimiento; que aunque, como
digo, es harta misericordia de Dios que se ejercite en esto, tanto es lo de más
como lo de menos suelen decir (15). Y créanme, que con la virtud de Dios
obraremos muy mejor virtud (16) que muy atadas a nuestra tierra.
9. No sé si queda dado bien a entender,
porque es cosa tan importante este conocernos que no querría en ello hubiese
jamás relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues mientras estamos
en esta tierra no hay cosa que más nos importe que la humildad. Y así torno a
decir que es muy bueno y muy rebueno tratar de entrar primero en el aposento
adonde se trata de esto, que volar a los demás; porque éste es el camino, y si podemos
ir por lo seguro y llano, ¿para qué hemos de querer alas para volar?; mas que
busque cómo aprovechar más en esto; y a mi parecer jamás nos acabamos de
conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a
nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando
su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes (17).
10. Hay dos ganancias de esto: la
primera, está claro que parece una cosa blanca muy más blanca cabe la negra, y
al contrario la negra cabe la blanca; la segunda es, porque nuestro
entendimiento yvoluntad se hace más noble y más aparejado para todo bien tratando
a vueltas de sí con Dios; y si nunca salimos de nuestro cieno de miserias, es
mucho inconveniente. Así como decíamos de los que están en pecado mortal cuán
negras y de mal olor son sus corrientes, así acá (aunque no son como aquéllas,
Dios nos libre, que esto es comparación), metidos siempre en la miseria de
nuestra tierra, nunca la corriente saldrá de cieno de temores, de pusilanimidad
y cobardía: de mirar si me miran, no me miran; si, yendo por este camino, me
sucederá mal; si osaré comenzar aquella obra, si será soberbia; si es bien que
una persona tan miserable trate de cosa tan alta como la oración; si me tendrán
por mejor si no voy por el camino de todos; que no son buenos los extremos,
aunque sea en virtud; que, como soy tan pecadora, será caer de más alto; quizá
no iré adelante y haré daño a los buenos; que una como yo no ha menester
particularidades (18).
11. ¡Oh válgame Dios, hijas, qué de
almas debe el demonio de haber hecho perder mucho por aquí! Que todo esto les
parece humildad, y otras muchas cosas que pudiera decir, y viene de no acabar
de entendernos; tuerce el propio conocimiento y, si nunca salimos de nosotros
mismos, no me espanto, que esto y más se puede temer. Por eso digo, hijas, que
pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera
humildad, y en sus santos, y ennoblecerse ha el entendimiento como he dicho y
no hará el propio conocimiento ratero (19) y cobarde; que, aunque ésta es la
primera morada, es muy rica y de tan gran precio, que si se descabulle de las
sabandijas de ella, no se quedará sin pasar adelante. Terribles son los ardides
y mañas del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos.
12. De estas moradas primeras podré yo
dar muy buenas señas de experiencia. Por eso digo (20) que no consideren pocas
piezas, sino un millón; porque de muchas maneras entran almas aquí, unas y
otras con buena intención. Mas, como el demonio siempre la tiene tan mala, debe
tener en cada una muchas legiones de demonios para combatir que no pasen de
unas a otras y, como la pobre alma no lo entiende, por mil maneras nos hace
trampantojos, lo que no puede tanto a las que están más cerca de donde está el
rey, que aquí, como aún se están embebidas en el mundo y engolfadas en sus
contentos y desvanecidas en sus honras y pretensiones, no tienen la fuerza los
vasallos del alma (que son los sentidos y potencias) que Dios les dio de su
natural, y fácilmente estas almas son vencidas, aunque anden con deseos de no
ofender a Dios, y hagan buenas obras. Las que se vieren en este estado han
menester acudir a menudo, como pudieren, a Su Majestad, tomar a su bendita
Madre por intercesora, y a sus Santos, para que ellos peleen por ellas, que sus
criados poca fuerza tienenpara se defender. A la verdad, en todos estados es
menester que nos venga de Dios. Su Majestad nos la dé por su misericordia, amén.
13. ¡Qué miserable es la vida en que
vivimos! Porque en otra parte dije mucho del daño que nos hace, hijas, no
entender bien esto de la humildad y propio conocimiento, no os digo más aquí,
aunque es lo que más nos importa y aun plega al Señor haya dicho algo que os
aproveche (21).
14. Habéis de notar que en estas
moradas primeras aún no llega casi nada la luz que sale del palacio donde está
el Rey; (22) porque, aunque no están oscurecidas y negras como cuando el alma
está en pecado, está oscurecida en alguna manera para que no la pueda ver el
que está en ella digo y no por culpa de la pieza que no sé darme a entender,
sino porque con tantas cosas malas de culebras y víboras y cosas emponzoñosas
que entraron con él, no le dejan advertir a la luz. Como si uno entrase en una
parte adonde entra mucho sol y llevase tierra en los ojos, que casi no los
pudiese abrir.
Clara está la pieza, mas él no lo goza por el impedimento o cosas
de esas fieras y bestias que le hacen cerrar los ojos para no ver sino a ellas.
Así me parece debe ser un alma que, aunque no está en mal estado, está tan
metida en cosas del mundo y tan empapada en la hacienda u honra o negocios como
tengo dicho que, aunque en hecho de verdad se querría ver y gozar de su
hermosura, no le dejan, ni parece que puede descabullirse de tantos
impedimentos. Y conviene mucho, para haber de entrar a las segundas moradas,
que procure dar de mano a las cosas y negocios no necesarios, cada uno conforme
a su estado; que es cosa que le importa tanto para llegar a la morada
principal, que si no comienza a hacer esto lo tengo por imposible; y aun estar
sin mucho peligro en la que está, aunque haya entrado en el castillo, porque
entre cosas tan ponzoñosas, una vez u otra es imposible dejarle de morder.
15. Pues ¿qué sería, hijas, si a las
que ya están libres de estos tropiezos como nosotras y hemos ya entrado muy más
dentro a otras moradas secretas del castillo, si por nuestra culpa tornásemos a
salir a estas baraúndas, como por nuestros pecados debe haber muchas personas,
que las ha hecho Dios mercedes y por su culpa las echan a esta miseria? Acá
libres estamos en lo exterior; en lo interior plega al Señor que lo estemos y
nos libre. Guardaos, hijas mías, de cuidados ajenos. Mirad que en pocas moradas
de este castillo dejan de combatir los demonios. Verdad es que en algunas
tienenfuerza las guardas para pelear como creo he dicho que son las potencias
(23), mas es mucho menester no nos descuidar para entender sus ardides y que no
nos engañe, hecho ángel de luz; (24) que hay una multitud de cosas con que nos
puede hacer daño entrando poco a poco, y hasta haberle hecho no le entendemos.
16. Ya os dije otra vez (25) que es
como una lima sorda, que hemos menester entenderle a los principios. Quiero
decir alguna cosa para dároslo mejor a entender.
Pone en una hermana unos ímpetus de
penitencia, que le parece no tiene descanso sino cuando se está atormentando.
Este principio bueno es; mas si la priora ha mandado que no hagan penitencia
sin licencia, y le hace parecer que en cosa tan buena bien se puede atrever, y
escondidamente se da tal vida que viene a perder la salud y no hacer lo que
manda su Regla, ya veis en qué paró este bien.
Pone a otra un celo de la perfección
muy grande. Esto muy bueno es; mas podría venir de aquí que cualquier faltita
de las hermanas le pareciese una gran quiebra, y un cuidado de mirar si las
hacen, y acudir a la priora; y aun a las veces podría ser no ver las suyas por
el gran celo que tiene de la religión. Como las otras no entienden lo interior
y ven el cuidado, podría ser no lo tomar tan bien.
17. Lo que aquí pretende el demonio no
es poco, que es enfriar la caridad y el amor de unas con otras, que sería gran
daño. Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del
prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos,
seremos más perfectas. Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra
cosa sino de medios para guardar esto con más perfección. Dejémonos de celos
indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño. Cada una se mire a sí.
Porque en otra parte os he dicho harto
sobre esto (26), no me alargaré.
18. Importa tanto este amor de unas con
otras, que nunca querría que se os olvidase; porque de andar mirando en las
otras unas naderías, que a las veces no será imperfección, sino, como sabemos
poco, quizá lo echaremos a la peor parte, puede el alma perder la paz y aun
inquietar la de las otras: mirad si costaría caro la perfección. También podría
el demonio poner esta tentación con la priora, y sería más peligrosa. Para esto
es menester mucha discreción; porque, si fuesen cosas que van contra la Regla y
Constitución, es menester que no todas veces se eche a buena parte, sino avisarla,
y si no se enmendare, al prelado (27). Esto es caridad. Y también con las
hermanas, si fuese alguna cosa grave; y dejarlo todo por miedo si es tentación,
sería la misma tentación. Mas hase de advertir mucho (porque no nos engañe el
demonio) no lo tratar una con otra, que de aquí puede sacar el demonio gran
ganancia y comenzar costumbre de murmuración; sino con quien ha de aprovechar,
como tengo dicho (28). Aquí, gloria a Dios, no hay tanto lugar, como se guarda
tan continuo silencio; mas bien es que estemos sobre aviso.
NOTAS
MORADAS I, c. 2
1 Todo este pasaje está entretejido de alusiones
bíblicas: castillo resplandeciente y hermoso, cf. Ap 21, 2 y 10 (textos sobre
la Jerusalén celeste); perla oriental, cf. Mt 13, 45 (textos sobre la preciosa
margarita, o bien los pasajes apocalípticos correspondientes a la alusión
anterior: Ap 22, 1 y ss); tinieblas tenebrosas, cf. la parábola del banquete
(Mt 22, 13; 8, 12).
2 "Por esencia, presencia", añadió Gracián
entre líneas.
3 Por escrúpulo teológico, Gracián tachó fruto y
escribió "merecimiento" (cf. M VII, nota).
4 Ella misma: véase la Rel 24 que refiere al vivo
esta visión.
5 Prosiguen el léxico y simbolismo bíblicos: fuente
clara, fuente de vida, frescura y fruto, negrísimas aguas, sol resplandeciente
(n. 3).
6 Textos y experiencias anteriores a este pasaje
pueden verse en Vida 40, 5-6; y Relación 57.
7 Clara reminiscencia del Salmo 126, 1-2.
8 Aquella persona: es la autora, ya aludida en el n.
2.
9 Alusión a las Constituciones de las Carmelitas,
escritas por la Santa: nn. 2. 7 y 8. La Regla carmelitana les prescribía
"meditar día y noche en la Palabra de Dios".
10 Sobrenatural en el léxico teresiano equivale a
"místico". Ella misma lo definió así: "sobrenatural... llamo yo
lo que con industria ni diligencia no se puede adquirir, aunque mucho se
procure, aunque disponerse para ello sí" (Rel 5, 3: escrita algo más de un
año antes, 1576). - La Santa lamenta que haya pocos libros que expliquen a
fondo la oración sobrenatural, es decir, "mística". De ahí su
intencionada orientación hacia temas místicos en el presente libro.
11 Nueva alusión a Vida y a Camino, y al influjo
divino en la composición de esos escritos. Cf. V 39, 8: "Muchas cosas de
las que aquí escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía mi Maestro
celestial".
12 Lo ha dicho en esyte mismo número.
13 En hilada: en hilera, en fila. La Santa quiere
evitar que se conciban las moradas del alma como secciones estratificadas y
monótonas: el símbolo del castillo debe facilitar una visión de la profundidad
y riqueza del espíritu.
14 Según Cobarruvias, "Palmitos: redrojos de
palma, cuya médula y hijuelos se comen. De uno que está con muchos vestidos
decimos que está vestido como un palmito".
15 Recoge un dicho popular (cf. Correas, p. 493).
16 Alusión al Salmo 59, 14 ( o el 107, 14), que ella
leía en la Vulgata: "In Deo faciemus virtutem". Su biógrafo Ribera
anotó este pasaje: "esta sentencia de David traía la Madre escrita en la
tabla de su breviario, porque gustaba mucho de ella".
17 Pasaje que es un condensado de lo que ha sido
llamado "socratismo teresiano": reconocerse a sí mismo, pero a la luz
del amor que Dios nos tiene.
18 Pasaje alusivo a la polémica de la oración, en
tiempo de la autora. Compárese con Camino 20, 2, claro eco de situaciones
vividas por ella misma.
19 Lo ha dicho en el n. anterior. - Conocimiento
ratero: Cobarruvias definía así este término: "ratero: el hombre de bajos
pensamientos, tomada la metáfora de ciertas aves de rapiña que cazan
ratones". - Poco antes, la Santa ha formulado uno de sus lemas preferidos:
"los ojos en Cristo" (o bien, "los ojos en vuestro Esposo",
C 2, 1). Lo repetirá en las moradas finales: "poned los ojos en el
Crucificado" (M VII, 4, 8; cf. V, 4, 10).
20 Alude a lo dicho en el n. 8.
21 Reitera lo dicho en otra parte, es decir, en
Camino 39, 5, y en Vida 13, 15.
22 Al margen del autógrafo anotó Gracián: "Esto
se entiende cuando el alma no ha llegado a las otras de más adelante; que si
habiendo caminado hasta las postreras, a veces vuelve a las primeras para
fortalecerse en la humildad, muy llenas están de luz".
23 Remite a los nn. 4 y 12.
24 El demonio hecho ángel de luz, según el texto
paulino de 2 Cor 11, 14. Lo repetirá más adelante: V, 5, 1.
25 Lo ha escrito en Camino 38 y 39.
26 Probablemente remite a Camino 4-7, y a Vida 13, 8
y 10.
27 Prelado: es el provincial o el obispo; priora es
la superiora de la comunidad en cada Carmelo.
28 Lo ha dicho en este mismo n.
Fuente: Mercaba