Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí no tienes domicilio permanente
Capítulo 23 : De la
meditación de la muerte.

Así
habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir. Si
tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte. Mejor
fuera evitar los pecados que huir de la muerte. Si
no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana? Mañana
es día incierto; y ¿qué sabes si amanecerás mañana?
3. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a
la noche, no te atrevas a prometer ver la mañana. Por eso está siempre
prevenido, y vive de tal manera, que nunca te halle la muerte desapercibido. Muchos mueren de
repente: porque en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del hombre. Cuando
viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu
vida pasada,
y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.
4. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de
tal modo, cual desea le halle Dios en la hora de la muerte! El
perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes,
el amor de la austeridad,
el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, el renunciarse a sí
mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de nuestro Señor Jesucristo,
gran confianza le darán de morir felizmente. Muchas
cosas buenas podrías hacer mientras estás sano; pero cuando enfermo no sé qué podrás.
5. No confíes en amigos, ni en vecinos, ni dilates
para después tu salvación; porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres. Mejor es ahora con
tiempo prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar
en el socorro de otrosSi
tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién tendrá cuidado de ti después? Ahora es el tiempo muy
precioso; ahora son los días de salud; ahora es el tiempo aceptable. Pero ¡ay dolor! que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en
él ganar para vivir eternamente. Vendrá cuando desearás
un día o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.
6. ¡Oh
hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar, y de cuán grave espanto salir,
si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella! Trata ahora de vivir
de modo que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que temer. Aprende ahora a morir
al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo. Aprende ahora a
despreciarlo todo, para que entonces puedas libremente ir a Cristo. Castiga
ahora tu cuerpo con penitencia, porque entonces puedas tener confianza cierta.
7. ¡Oh
necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro? Cuántos
que pensaban vivir mucho, se han engañado, y han sido separados del cuerpo cuando
no lo esperaban! ¿Cuántas
veces oíste contar que uno murió a cuchillo, otro se ahogó, otro cayó de alto y se
quebró la cabeza, otro comiendo se quedo pasmado, a otro jugando le vino su
fin?
Uno murió con fuego,
otro con hierro, otro de peste, otro pereció a manos de ladrones; y así
la muerte es fenecimiento de todos, y la vida de los hombres se pasa como
sombra rápidamente.
8. ¿Quién
se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto? Haz ahora, hermano, lo
que pudieres; que no sabes cuándo morirás, ni lo que acaecerá después
de la muerte. Ahora que tienes
tiempo, atesora riquezas inmortales. Nada pienses fuera de
tu salvación, y cuida solamente de las cosas de Dios. Granjéate
ahora amigos venerando a los Santos de Dios, e imitando sus obras, para que cuando
salieres de esta vida te reciban en las moradas eternas.
9. Trátate
como huésped y peregrino sobre la tierra, a quien no le va nada en los negocios del mundo. Guarda tu corazón
libre y levantado a Dios,
porque aquí no tienes domicilio permanente. A El dirige tus
oraciones y gemidos cada día con lágrimas, porque merezca tu espíritu, después
de la muerte, pasar dichosamente al descanso del Señor.
Amén.
Fuente: Encuentra