TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN - CAPÍTULO III

San Luis María Grignion de Montfort muestra la perfecta consagración a Jesucristo

4º Solicitud de María con sus fieles servidores.

201. Veamos ahora los amables cuidados que la Sma. Virgen, como la mejor de todas las madres, prodiga a los fieles servidores que se han consagrado a Ella de la manera que acabo de indicar y conforme al ejemplo de Jacob.

1. María los ama.

"Quiero a los que me quieren"

a. los ama, porque es su Madre verdadera y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus entrañas;
b. los ama, en respuesta al amor efectivo que ellos le profesan como a su cariñosa Madre;
c. los ama, porque como predestinados que son también los ama Dios: "Amé a Jacob y pospuse a Esaú"
d. los ama, porque se han consagrado totalmente a Ella y son, por tanto, su posesión y herencia: "Entra en la heredad de Israel".

202. Ella los ama con ternura, con mayor ternura que todas las madres juntas. Reúnan, si es posible, todo el amor natural que todas las madres del mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre hacia un hijo único: ciertamente, esta madre amaría mucho a este hijo. María, sin embargo, ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto esta madre amaría al suyo.

Los ama no solo con afecto, sino con eficacia. Con amor afectivo y efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún mucho más.

Veamos lo que esta bondadosa Madre de quien Rebeca no fue más que una figura hace fin de obtener para sus hijos la bendición del Padre Celestial:

203. 1) Espía, como Rebeca, las oportunidades para hacerles el bien, para engrandecerlos y enriquecerlos. Dado que ve claramente en la luz de Dios todos los bienes y males; la fortuna próspera o adversa, las bendiciones y maldiciones divinas, dispone de lejos las cosas para liberar a sus servidores de toda clase de males y colmarlos de toda suerte de bienes: de modo que, si se tiene que realizar ante Dios alguna gran empresa, por la fidelidad de una creatura a un cargo importante, es seguro que María procurará que esta empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y servidores y le dará la gracia para llevarla a feliz término. Ella gestiona nuestros asuntos, dice un santo.

204. 2) Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: "¡Hijo mío, sigue mi consejo!" Y entre otras cosas, les inspira que le lleven dos cabritos, es decir su cuerpo y su alma y se los consagren, para aderezar con ellos un manjar agradable a Dios. Les aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo enseñó con sus palabras y ejemplos. Y si no les da por sí misma estos consejos, se vale para ello del ministerio de los ángeles, los cuales jamás se sienten tan honrados ni experimentan mayor placer que cuando obedecen alguna de sus órdenes de bajar a la tierra a socorrer a alguno de sus servidores.

205. 3) Y, ¿qué hace esta tierna Madre cuando uno le entrega y consagra cuerpo y alma y cuanto de ellos de pende sin excepción alguna? Lo que hizo Rebeca en otro tiempo con los cabritos que le llevó Jacob:

a. los mata y hace morir a la vida del viejo Adán;
b. los desuella y despoja de su piel natural, de sus inclinaciones torcidas, del egoísmo y voluntad propia y del apego a las creaturas;
c. los purifica de toda suciedad y mancha de pecado:
d. los adereza al gusto de Dios. Y como sólo Ella conoce perfectamente y en cada caso el gusto divino y la mayor gloria del Altísimo, solo Ella puede, sin equivocaciones, condimentar y aderezar nuestro cuerpo y alma a este gusto infinitamente exquisito y a esta gloria divinamente oculta.

206. 4) Luego que esta bondadosa Madre recibe la ofrenda perfecta que le hemos hecho de nosotros mismos y de nuestros propios méritos y satisfacciones por la devoción de que hemos hablado nos despoja de nuestros antiguos vestidos, nos engalana y hace dignos de comparecer ante el Padre del cielo:

a. nos viste con los vestidos limpios, nuevos, preciosos y perfumados de Esaú, el primogénito, es decir, de Jesucristo, su Hijo, los cuales guarda Ella en casa, o sea, tiene en su poder, ya que es la tesorera y dispensadora universal y eterna de las virtudes y méritos de su Hijo Jesucristo. Virtudes y méritos que Ella concede y comunica a quien quiere, como quiere y cuanto quiere, como ya hemos dicho;

b. Cubre el cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los cabritos muertos y desollados, es decir, los engalana con los méritos y el valor de sus propias acciones. Mata y mortifica, en efecto, todo lo imperfecto e impuro que hay en sus persona. Pero no pierde ni disipa todo el bien que gracia ha realizado en ellos, sino que lo guarda y aumenta, para hacer con ello el ornato y fuerza de su cuello y de sus manos, es decir, para fortalecernos a fin de que puedan llevar sobre su cuello el yugo del Señor y realizar grandes cosas para la gloria de Dios y salvación de sus pobres hermanos;

c. Comunica perfume y gracia nuevos a sus vestidos y adornos, revistiéndoles con sus propias vestiduras, esto es, con sus méritos y virtudes, que al morir les legó en su testamento como dice una santa religiosa del último siglo, muerta en olor de santidad y que lo supo por revelación. De modo que todos los de su casa sus servidores y esclavos llevan doble vestidura: la de su Hijo y la de Ella. Por ello, no tienen que temer el frío de Jesucristo, blanco como la nieve. Mientras que los réprobos, enteramente desnudos y despojados de los méritos de Jesucristo y de su Madre Santísima, no podrán soportarlo.

207. 5) Ella, finalmente, les obtiene la bendición del Padre celestial, por más que no siendo ello sino hijos menores y adoptivos no debieran naturalmente tenerla. Con estos vestidos nuevos, de alto precio y agradibilísimo olor y con cuerpo y alma bien preparados, se acercan confiados al lecho del Padre celestial. Que oye y distingue su voz, que es la del pecador, toca sus manos cubiertas de pieles; percibe el perfume de sus vestidos; come con regocijo de lo que María, Madre de ellos, le ha preparado y reconociendo en ellos los méritos y el buen olor de Jesucristo y de su Sma. Madre:
a. les da su doble bendición: bendición del rocío del cielo, es decir, de la gracia divina que es semilla de la gloria: "Nos bendijo desde el cielo, en Cristo, con toda clase de bendiciones espirituales", y bendición de la fertilidad de la tierra, es decir, que cantidad de bienes de este mundo;

b. los constituye señores de sus otros hermanos, los réprobos. Lo cual no quiere decir que esta primacía sea siempre evidente en este mundo que pasa en un instante y al que frecuentemente dominan los réprobos. "Los impíos se gloriarán y hablarán insolencias... Vi al malvado... andar creído, como cedro del Líbano"... pero que es real y aparecerá manifiestamente en el otro mundo, por toda la eternidad, cuando los justo como dice el Espíritu Santo gobernarán las naciones y dominarán los pueblos".


El Señor no contento con bendecirlos en sus personas y bienes, bendice también a cuantos los bendigan y maldice a cuantos los maldigan y persigan.

Fuente: Mercabá