Un
papa, Benedicto XV, escribió una bellísima oración sobre él
El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios; creado para entrar en la amistad
con Dios; puesto por Dios mismo en el Paraíso, es al mismo tiempo el hombre
horrorizado, adolorido, apesadumbrado por tanta violencia, tantas escenas de
dolor, inclusive dentro de los más inocentes e indefensos.
A veces parece
cansarnos tantas noticias malas, tantas imágenes de dolor y crueldad. Y ante
esto surge en el corazón la pregunta: “¿Qué podemos hacer?”, “¿hay algo que
pueda hacer?”.
Esta realidad la recoge el Papa Francisco en su mensaje
para Cuaresma de este año 2015 y que lleva por título: “Fortalezcan sus
corazones”. En este mensaje el Santo Padre nos llama a no dejarnos absorber por
“la espiral de horror y de impotencia”, y para ello propone tres
medios:
1. Orar en la comunión de la Iglesia terrenal y
celestial
2. Ayudar con gestos de caridad, llegando
tanto a las personas cercanas como a las lejanas. La Cuaresma, dice el Papa, es
un tiempo propicio para mostrar interés por el otro
3. Resistir a
la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos
salvar el mundo y a nosotros mismos y para ello debemos pedir la gracia de Dios
y aceptar nuestros límites.
Todo esto implica, según palabras del mismo
Papa, “un camino de formación del corazón”, que nos lleva a tener “un corazón
fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí
mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”.
Y
esto, hay que decirlo bien fuerte, ES POSIBLE: es posible tener ese corazón
misericordioso, abierto a Dios y a los hermanos.
Es posible porque JESUS
mismo nos hace capaces. como miembros suyos, de participar en aquella maravilla
del amor que es su acto de entrega a Dios Padre en la Cruz. Somos, entonces, no
solo beneficiarios, sino que más aún somos participantes del amor expiatorio de
Jesús.
De hecho, como cristianos estamos llamados a participar del
sacrificio único y perfecto de Jesús en la Cruz y lo podemos hacer entregando y
ofreciendo nuestras buenas obras en unión con el sacrificio de Jesús. En esto
consiste la expiación: en entregar u ofrecer algo a Jesús, uniéndonos a Su
sacrificio en la Cruz, y buscando el bien espiritual de otros.
Y si
Jesús, el hijo de Dios, en la debilidad de la carne necesitó la fuerza y el
consuelo que le brindó un ángel en su agonía, al que la tradición de la Iglesia
le ha dado el nombre de “Angel consolador” o “Angel confortador” (cfr. Lc.
22,43) con cuánta mayor razón nosotros necesitamos este consuelo si realmente
queremos vivir esta dimensión expiatoria que se encuentra presente en toda vida
auténticamente cristiana.
Hay, por tanto, una colaboración estrecha entre
los ángeles y los hombres en este aspecto de la vida cristiana.
Para
entender esta colaboración miremos que el Evangelio de San Lucas antes de narrar
la aparición del Angel que consuela y conforta a Nuestros Señor, expresa que
Jesus oraba diciendo “Padre, si quieres, que pase de mi este cáliz; mas no se
haga mi voluntad, sino la Tuya” (Lc. 22, 42).
Es la obediencia a la
voluntad del Padre lo que atrae este Ángel sobre Jesús. Es por causa de esta
obediencia que el Angel aparece delante del Señor.
El Evangelio de San
Lucas, en el que narra la aparición del Angel consolador, no trae ninguna
palabra pronunciada por este Ángel. Entonces, ¿cómo el ángel confortó a Nuestro
Señor?. El Ángel conforta a Nuestro Señor con su sola proximidad. El Angel no
viene a darnos clases, el ángel viene a darnos fuerzas comunicando algo de su
propia perfección, y esto lo hace con su sola cercanía.
Pero también el
Angel consolador se muestra sereno, no sale huyendo con Nuestro Señor. El Angel
contempla todas las cosas desde Dios y ve que Dios prefiere sacar bien del mal,
antes que no permitir ningún mal. Por ello el Angel ve que “todo está bien”, que
“todo es bueno”, pues es capaz de ver que “a su tiempo todas las cosas cumplirás
su fin” (Eclo. 39,40).
Asi, en todo tiempo y especialmente en Cuaresma, para ayudar a tantos hermanos en necesidad, para formar nuestro corazón como el de Jesús te invito a que entregues tus obras y las unas al sacrificio de Jesús, obedece en silencio y así tengas un mejor conocimiento que tus superiores, obedece a la Iglesia. Y, por último, acercaste a este Angel consolador, que su sola presencia te llevará a ser alguien mejor sabiendo que todo está dentro de los designios de amor y misericordia de Dios por ti y por los hombres.
Te dejo esta bella oración compuesta por el Papa Benedicto XV a este Ángel Consolador:
“Te saludo, Santo Angel que saludaste a Jesús en el monte de los Olivos. Tú consolaste a mi Señor Jesucristo en su agonía. Contigo alabo a la Santísima Trinidad, quien te eligió de entre todos los Angeles para consolar y fortalecer a quien es Consuelo y la Fortaleza de todos los afligidos. Ante los pecados del mundo y especialmente ante mis pecados, El cayó al suelo lleno de dolor.
Por la honra que tú recibiste y por la disponibilidad, la humildad y el amor con los cuales ayudaste a la santa humanidad de mi Salvador Jesús, te pido me concedas un arrepentimiento perfecto de mis pecados. Consuélame en la tristeza que actualmente me aflige y en todas las otras que van a sobrevenir, especialmente a la hora de mi agonía. Amén”
Asi, en todo tiempo y especialmente en Cuaresma, para ayudar a tantos hermanos en necesidad, para formar nuestro corazón como el de Jesús te invito a que entregues tus obras y las unas al sacrificio de Jesús, obedece en silencio y así tengas un mejor conocimiento que tus superiores, obedece a la Iglesia. Y, por último, acercaste a este Angel consolador, que su sola presencia te llevará a ser alguien mejor sabiendo que todo está dentro de los designios de amor y misericordia de Dios por ti y por los hombres.
Te dejo esta bella oración compuesta por el Papa Benedicto XV a este Ángel Consolador:
“Te saludo, Santo Angel que saludaste a Jesús en el monte de los Olivos. Tú consolaste a mi Señor Jesucristo en su agonía. Contigo alabo a la Santísima Trinidad, quien te eligió de entre todos los Angeles para consolar y fortalecer a quien es Consuelo y la Fortaleza de todos los afligidos. Ante los pecados del mundo y especialmente ante mis pecados, El cayó al suelo lleno de dolor.
Por la honra que tú recibiste y por la disponibilidad, la humildad y el amor con los cuales ayudaste a la santa humanidad de mi Salvador Jesús, te pido me concedas un arrepentimiento perfecto de mis pecados. Consuélame en la tristeza que actualmente me aflige y en todas las otras que van a sobrevenir, especialmente a la hora de mi agonía. Amén”
Fuente: Aleteia