“Leyes como el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual estaban preparadas en las logias antes de ser votadas por los diputados”, afirma un ex masón.
Muchas personas abandonan la
masonería, pero muy pocas lo cuentan. Es el caso de Serge Abad-Gallardo,
arquitecto francés que tiene ahora 60 años y pasó 24 como miembro de una de las
obediencias más importantes de Francia, Derecho Humano.
Su libro Por qué dejé de ser masón (LibrosLibres), publicado ahora en español,
relata su apasionante experiencia. Tras su conversión al cristianismo (estaba
bautizado, pero alejado de la Iglesia), percibió la incompatibilidad entre
la religión católica y la ideología masónica y decidió irse. El proceso de
vuelta a la fe resultó largo.
-¿Por ejemplo?
-Cuando
la masonería habla de “Luz”, habla de un “Conocimiento”, un saber esotérico,
hermético y oculto. Mientras que aquel franciscano me hablaba de “Luz” como el
amor de Dios por nosotros. Otro ejemplo: cuando la masonería dice “busca y
encontrarás”, se trata de buscar por uno mismo y encontrar en uno mismo, es la
palabra hermética masónica “V.I.T.R.I.O.L.” (Visita Interiorem Terrae
Rectificando Invenies Occultum Lapidem: Visita el interior de la tierra y
rectificando encontrarás la piedra oculta). Pero las palabras del Evangelio no
significan nada de eso: significan que Dios nos busca antes incluso de que
nosotros pensemos en buscarle a Él. Es Dios quien da el Amor al hombre, más que
al revés. El amor del hombre es una imagen del Amor de Dios, Dios nos ha hecho a
su imagen. ¡Todo esto no tiene nada que ver con la magia, el ocultismo o
fórmulas simbólicas! Salí de este encuentro con el franciscano totalmente
conmovido, y sentí la presencia de Cristo a mi lado. No podía imaginar que Él me
amaba con ese Amor inmenso que ahora sí sentía. No hay palabras para
expresarlo.
-Pero
aún no se convirtió del todo…
-Empecé de nuevo a rezar, aunque no a ir
a misa. Un día de 2005, en una época mala de mi vida, estaba en la capilla
cuando Cristo me contestó. Fue una experiencia tremenda, casi me caigo del
banco. Aun así, seguía resistiendo y no comprendía lo que Cristo esperaba de
mí.
-¿Qué pasó
después?
-En 2012 experimenté lo que podríamos llamar “el Mal”. Me
encontré de frente a lo más negro del alma humana y ante la presencia del diablo
en nuestras vidas con embrujos y magia. Puede parecer increíble, pero no tengo
más remedio que contar las cosas como pasaron. El mundo se cerró para mí. En
unos meses perdí mi empleo, mi buen sueldo, el chalet donde vivíamos, mi velero
de doce metros, mi coche deportivo, mis amigos… Me sentía totalmente perdido y
no hallaba respuestas en la masonería, que no podía contestar a la pregunta de
por qué existe el mal en el mundo. Se me ocurrió pasar unos días de retiro en la
abadía de Lagrasse, y allí, ante Cristo en la cruz, me puse a llorar y me di
cuenta de que aquel Cristo lloraba conmigo. Ese amor fue como una luz. Pasé una
semana con los monjes, y mi corazón se abrió ya totalmente al Amor de
Cristo.
-Y entonces
se fue de la masonería definitivamente…
-Todo lo que vivía en ella me
pareció falso, o por lo menos tibio. No pude quedarme, porque además, comprendí
que la masonería es totalmente incompatible con la fe católica.
-¿Tiene tanto poder como dice su
leyenda?
-Sí, lo tiene. En Francia, desde 2012, muchos ministros son
masones. Y los grandes maestros del Gran Oriente, de Derecho o de la Gran Logia
Femenina quieren cambiar la sociedad. Leyes como el aborto, la eutanasia o el
matrimonio del mismo sexo vienen de ideas masónicas. Un gran maestro de la Gran
Logia de Francia, Pierre Simon, ha confesado que todas esas leyes estaban ya
preparadas en las logias antes de ser votadas por los diputados.
-¿Y es
conspiradora?
-La masonería cree en la “utopía”: es decir, que todo lo
que resulta posible para un ser humano debe y puede permitirse: no hay límite en
una ley natural que venga de Dios, la moral sólo proviene del pacto social.
Luego no hay otro modo de vivir que el hedonismo: el placer y la felicidad en la
vida son el único objetivo, no hay salvación eterna, hay que gozar de la vida.
La masonería conspira, entonces, contra toda forma diferente de pensar a la
suya.
Fuente: Aleteia