LA VOZ DE NUESTRO OBISPO D. CESAR: CARTA A UN JOVEN CON OCASIÓN DEL DÍA DEL SEMINARIO

"No temas. En realidad, cuando llama a alguien al sacerdocio es porque quiere transformarle en sí mismo"

Querido amigo:
Te escribo sin conocer tu nombre, ni tu aspecto físico. No sé dónde vives, qué estudias, quiénes son tus amigos. Pero sé dos cosas esenciales: que Cristo te ama y te está llamando para que le sigas.  Sí, amigo, Cristo te ama, como ama a todos los hombres, tus hermanos. Pero se ha fijado en ti de manera especial para que le sigas como le siguieron los doce apóstoles y tantos otros -niños, jóvenes, adultos- que sintieron la llamada
al sacerdocio.

Es posible que no te hayas dado cuenta aún de que te está llamando, pero si escuchas en tu interior, si atiendes a lo que te pasa por dentro, podrás descubrir los signos de la llamada de Cristo. Es una llamada al servicio de la Iglesia, a olvidarte de ti, a querer ser al mismo tiempo totalmente de Cristo y entregado a los demás sin reservas, para llevarles la alegría del Evangelio, el perdón de Dios cuando llaman arrepentidos a su puerta, el pan de la eucaristía que sacia el hambre de eternidad, el consuelo de una amistad que no termina nunca, porque es divina. Cuando algo de esto resuena en tu corazón, sobre todo cuando rezas y estás a solas con Dios, Cristo te está llamando.

Quizás te has dado cuenta de ello y quieres hacerte el despistado, pensando que son ilusiones. Pero mira, las ilusiones se desvanecen. Se parecen a los sueños que se esfuman cuando despertamos. La llamada de Cristo permanece, vuelve una y otra vez, insistente. Siempre con la misma música. Ten el valor de escuchar, de ser valiente y decir aquello que dijeron los grandes profetas: ¿Qué quieres de mí? Ríndete ante la grandeza de Cristo, como Pedro, después de la pesca milagrosa, que cayó a los pies de Cristo y le dijo: apártate de mí que soy un pecador. Y Cristo le dijo: No temas, desde ahora serás pescador de hombres.

¿Sabes lo que esto significa? Estás en un momento decisivo de tu vida: piensas en ser feliz, en un futuro de bienestar, en empezar a trabajar, ganar dinero, realizar un sin fin de proyectos. Cristo te llama a ser pescador de hombres. ¿Qué quiere decir esto? El mar era un símbolo de la muerte, de la perdición, de la oscuridad del abismo. Sacar al hombre del mar es llevarlo a la libertad, a su destino de eternidad, a la felicidad plena del amor sin límites. Nada de esto es fácil, pero tendrás siempre en tus manos la fuerza de Cristo. Nunca te dejará sólo, aunque a veces sientas que parte de su cruz cae sobre tus hombros. Fíate de él.

No temas. En realidad, cuando llama a alguien al sacerdocio es porque quiere transformarle en sí mismo. ¿Te das cuenta de la grandeza? Ser sacerdote es ser un icono de Cristo, de su ternura y misericordia, de su fuerza y sencillez, de su mansedumbre y humildad, de su autoridad sobre el mal y de su amor desbordado hacia todos sin distinción. Quiere ser tú mismo, de manera que, aunque seas - y te sientas - pobre, pecador, frágil e incapaz siquiera de poder imitarle, él te quiere para sí y para entregarte a los hombres como el mejor regalo que les pueda dar: otro Cristo. ¿Puedes imaginarte un futuro para tu vida más pleno que éste? Nada se alcanza sin renuncias, sin desprendimiento.

También Cristo lo pide: dejar todo para seguirlo a él. Pero en el caso de Cristo, no olvides una cosa: Él lo llena todo, y quiere ser todo en ti, para hacerte como él y puedas un día dirigirte a los hombres con sus mismas palabras: Yo te bautizo y perdono tus pecados; tomad y comed mi cuerpo, bebed mi sangre; haced esto en mi memoria.

San Pablo entendió bien esto. Cristo le salió al encuentro y lo derribó de su pecado. Le hizo apóstol de las gentes. Y cuando tuvo que hablar de su experiencia dijo sólo esto: ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Querido amigo, no dejes pasar a Cristo. Escúchalo, déjate mirar por él, y, si oyes la llamada, responde como María: aquí está tu siervo.

+ César Franco
Obispo de Segovia.

Fuente: Obispado de Segovia