CARIDAD: LA VIRTUD PRINCIPAL PARA EL ADVIENTO

El Adviento representa la oportunidad de comenzar con el Año litúrgico y hacer un verdadero cambio a nuestra vida cristiana ejerciendo la virtud de la caridad

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Muchas veces malentendemos el concepto de la caridad, sin tomar en cuenta que se trata de una virtud teologal que perdurará hasta después de nuestra vida terrena, por lo que debe ejercitarse en todo momento. Y si no le hemos hecho con frecuencia, el Adviento es una gran oportunidad para estrenar esta virtud.

¿Qué es la caridad?

Comentamos que es posible que creamos que "hacer la caridad" significa dar limosna a los pobres y que con eso basta para que nuestra conciencia se tranquilice. Sin embargo, es mucho más que eso.

De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica, la caridad es una virtud teologal que se nos ha dado en el Bautismo, pero también nos capacita para amar; leamos:

La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios (CEC 1822).

El amor es la razón por la que Cristo se entregó por nosotros. Por eso lo convirtió en un mandamiento nuevo:

"... ámense l0s unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros" (Jn 13, 34)

El Catecismo destaca que "La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino".

El Adviento y las obras de caridad

Esa es la razón por la cual en el Adviento, que es el mismo cristianismo, debe preponderar la caridad en todas nuestras buenas acciones acciones .

Jesús nos dejó un gran compromiso. Porque las expresiones del amor son abundantes y variadas, pero podemos encontrarlas fácilmente en las obras de misericordia corporales, y algunas, en cierta manera son fáciles de ejecutar: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo... pero ¿dar posada al peregrino? ¿quién en estos tiempos se atreve a acoger a un desconocido en su casa? o ¿visitar al preso? Por eso se pone más complicado.

Sin embargo, podemos visitar a un enfermo o acompañar a quien pierda un familiar - por aquella obra de "sepultar a los muertos" -.

Y, más aún, poner en práctica las obras espirituales, que, sinceramente, son más difíciles: "enseñar al que no sabe" - a veces ni nosotros mismos estamos capacitados para hablar de nuestra fe -; "dar buen consejo al que lo necesite" - ¿y si no es correcto lo que les digamos?.

¿O qué tal estas otras? "Corregir al que se equivoca" - aunque nosotros no seamos perfectos ni los más indicados - ; "perdonar al que nos ofende", "sufrir con paciencia los defectos del prójimo"... ¡Qué fuerte!

Y falta aun: "Consolar al triste" aunque nosotros también lo estemos. Y, por último: "Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos", sobre todo si no tenemos la costumbre de hacer oración.

Por eso, reiteramos: el Adviento es el tiempo propicio para poner en práctica la virtud de la misericordia, amando de verdad a Dios y al prójimo.

Por Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia