Espera habitada
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| Dominicas de Lerma |
Hola, buenos
días, hoy María nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Hace unos días
quedé por teléfono con unos amigos que querían venir a verme. Llegó el día y,
un rato antes de la hora acordada, me preparé para estar lista cuando llegasen.
Llegó la hora, pero no aparecían. Pasaban los minutos y nada. Empecé a
impacientarme, caminando de un lado a otro sin rumbo. Finalmente llegaron, con
casi quince minutos de retraso. Una vez en el locutorio, la irritación se
disipó y disfrutamos y aprovechamos el tiempo juntos.
Por la tarde,
en la oración, el Señor me decía que los nervios no sirven de nada: no hicieron
que llegaran antes. Reflexioné sobre cuántas veces nos ocurre lo mismo.
Esperamos una llamada que no suena, una contestación que tarda en llegar, un
autobús que se retrasa y nos hace pensar que llegaremos tarde al trabajo, en la
consulta del médico que no nos llaman… En todas esas situaciones nos ponemos
nerviosos, nos impacientamos, y sin embargo nada cambia por ello. La
impaciencia no modifica los hechos, solo nos roba la paz.
Vivimos en una
sociedad marcada por la “inmediatez”, donde todo parece estar al alcance de un
clic. Y, sin darnos cuenta, trasladamos esa lógica a nuestra relación con el
Señor. Le presentamos una necesidad y queremos la solución enseguida; le
pedimos algo y esperamos su respuesta inmediata. Pero Dios actúa de manera
distinta. Él nos espera sin cansarse, no nos fuerza ni nos violenta, respeta
nuestro ritmo y nuestra libertad. Su paciencia es infinita, y en ella nos
invita a descansar.
Te invito a que, en los momentos de espera, aproveches ese tiempo para hablar con Él, que siempre te espera para decirte que te ama.
La espera no es perdida, puede convertirse en un espacio de encuentro, en un
regalo escondido que nos abre a la confianza y a la serenidad.
Hoy el reto del
amor es aprovechar esos momentos de espera para hablar con el Señor y pedirle
su paz y paciencia.
VIVE DE CRISTO
¡Feliz día!
04 diciembre
2025
Fuente: Dominicas de Lerma
