Inauguramos sección con el P. Álvaro Serrano para hablar sobre las almas del purgatorio en este mes que la Iglesia dedica tradicionalmente a su oración
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| Padre Álvaro Serrano. Castel Gandolfo |
Estoy feliz,
hoy inauguramos, esta nueva sección, "Un café en Roma, con el
padre Álvaro", es un invitado cuyo camino vital no deja
indiferente. Álvaro Serrano Bayan (@alvaroserranobayan), sacerdote
diocesano de Toledo, hoy ampliando estudios de comunicación en Roma, no
siempre llevó alzacuello. Antes de entrar en el seminario trabajaba como
Project Manager en Iberia. Ingeniero Aeronáutico por la
Politécnica de Madrid, empezó a trabajar en tercero de carrera y fue contratado
por Iberia, en un programa de talento mientras terminaba sus estudios.
Pero la
vocación —como él mismo dice— “estaba inscrita desde pequeño”.
Jugaba con aviones, sí, pero también con obleas. Vestía de clérigos a sus
Playmobil, montaba andas con madera, procesiones improvisadas y celebraciones
litúrgicas con un albornoz a modo de alba, obleas de feria y un vaso de
Coca-Cola como cáliz.
Hoy comparte
con nosotros, un trabajo muy distinto, pero quizá más cercano aún a ese niño
que jugaba a celebrar la Eucaristía: su tesina sobre las almas del purgatorio.
Un tema poco tratado, casi olvidado, pero absolutamente esencial en la fe
católica.
Con él hablamos
—con café en mano— sobre este misterio que muchos prefieren no mirar.
-Padre
Álvaro, ¿Qué te llevó a escribir sobre un tema tan poco tratado y tan poco
popular como el purgatorio?
-Es un tema
absolutamente decisivo para la vida cristiana, aunque lo hayamos arrinconado.
Las almas del purgatorio forman parte de la Iglesia: la Iglesia purgante.
Nosotros, que somos la Iglesia militante, estamos llamados a interceder por
ellas. Me sorprendía lo poco que se hablaba de este misterio y lo olvidado que
estaba. Sentí que era necesario volver a ponerlo delante de todos.
-¿Hubo algún
acontecimiento personal que te impulsara a escribir sobre ello?
-Más que un
acontecimiento concreto, ha sido una pasión sostenida en el tiempo. He
predicado, leído y estudiado sobre el purgatorio durante años. Mi tesina, era
una manera de culminar ese camino. No solo quería un trabajo académico, sino
algo que ayudara espiritualmente a las personas a comprender cómo actúan estas
almas, qué esperan de nosotros y cuánta necesidad tienen de nuestras oraciones.
-¿Por qué
crees que la sociedad actual reacciona mal cuando se habla de purgatorio o de
la muerte?
-Porque vivimos
en una sociedad hedonista, obsesionada con el bienestar, el cuerpo, el
entretenimiento y la autoafirmación. Todo está orientado a evitar el dolor, la
pregunta, el silencio. Y hablar de muerte —y del purgatorio— es poner delante
al hombre su propia verdad: somos finitos, somos responsables, seremos juzgados
por el amor.
»La muerte hoy
“corta el rollo”, literalmente. Nadie quiere pensar en ella. Ni ir al
cementerio. Ni detenerse. Pero eso empobrece al hombre. Si vivimos como si no
fuéramos a morir, vivimos superficialmente.
»Además, el
purgatorio interpela de frente a nuestro modo de vida:
- ¿Estoy viviendo para el cielo?
- ¿Estoy amando como debo?
- ¿Estoy usando los dones que Dios me ha dado?
»Y esa pregunta
incomoda. Pero es una gracia.
-¿Qué papel
cumple el purgatorio para un cristiano en pleno siglo XXI?
-El purgatorio
es un acto inmenso de misericordia. Si fuéramos juzgados solo por la justicia,
probablemente muchos no entraríamos en el cielo. Pero Dios, en su compasión,
nos concede este tiempo de purificación para poder gozar eternamente de Él.
»El catecismo
dice que al final de la vida seremos juzgados por el amor. Todo ese amor que no
dimos, que desperdiciamos, que no ofrecimos, es lo que queda pendiente. Y eso
es lo que debe purificarse en el purgatorio.
»Es un lugar de
esperanza. De gracia. De una segunda oportunidad.
-Estamos en
noviembre, mes de los difuntos. ¿Por qué la Iglesia insiste tanto en rezar por
ellos?
-Porque ellos
ya no pueden hacer nada por sí mismos. Han agotado su tiempo de libertad. Ya no
pueden merecer. Dependen totalmente de la misericordia de Dios… y de nuestras
oraciones.
»Ahí entran los
sufragios: la oración, los sacrificios, la limosna y, sobre todo, la Santa
Misa. No hay nada —absolutamente nada— que ayude más a un alma del purgatorio
que una misa ofrecida por ella. Algunas necesitarán más, otras menos. Nosotros
no lo sabemos. Pero ellos esperan. Y nuestra caridad puede acelerar su entrada
en el cielo.
-¿Cómo
explicar este sufrimiento que viven las almas en el purgatorio?
-Me gusta usar
esta imagen: imagina que después de años sin ver a tu madre, llegas por
fin a casa… pero la llave no entra en la cerradura. La ves detrás de la puerta,
te sonríe, te llama… y tú no puedes entrar. Ese deseo ardiente de unirse a
quien amas, y la imposibilidad temporal de hacerlo, es el dolor del purgatorio.
»Han visto a
Dios, han comprendido cuánto les ama y cuánto le han amado ellos de menos. Esa
espera purificadora es su gran sufrimiento… y su gran esperanza.
-Háblanos de
las misas gregorianas. Están muy unidas a la tradición. ¿Cómo surgen?
-Su origen está
en san Gregorio Magno. Un fraile de su comunidad murió y san Gregorio comenzó a
ofrecer misas por su alma porque lo había visto en el purgatorio. Celebró
treinta misas consecutivas y, al terminar la número treinta, vio cómo aquella
alma subía al cielo. De ahí nace la tradición de las “gregorianas”.
»No es magia.
Es confianza en el poder infinito del sacrificio eucarístico.
-Es muy
llamativa la anécdota que contabas del Padre Pío. ¿La puedes compartir?
-Es preciosa.
Cuando el Padre Pío estaba en Pietrelcina, el sacerdote que
sucedió al arcipreste fallecido lo veía a menudo arrodillado detrás del altar.
Pensó que era un sacerdote rezando. Pero un día, nada más terminar la misa, el
alma del antiguo arcipreste se le apareció y le dijo:
- "Ahora puedes estar tranquilo, ya no vendré
más. Qué caro cuesta no hacer la acción de gracias después de la
misa".
»Resulta que,
cuando vivía, aquel sacerdote terminaba la misa y se iba corriendo a la
farmacia del pueblo sin dedicar unos minutos a la acción de gracias.
»El purgatorio
—de algún modo— le hacía reparar esa falta de amor.
»Es una
anécdota impresionante. Y una enseñanza muy seria para todos.
-¿Rezar por
los difuntos también transforma al que reza?
-Sin duda.
Cuando alguien ofrece una misa por un difunto, o un sacrificio, o un sufragio,
está entrando en la dinámica de la comunión de los santos. Y esa comunión
siempre vuelve en forma de gracia.
»Si ayudamos a
un alma a llegar al cielo, esa alma —agradecida— intercede por nosotros. Hay
testimonios hermosísimos de favores recibidos de almas por las que se ha
rezado.
»La caridad
nunca se pierde. Siempre regresa.
-Muchos
testimonios hablan de la eficacia de la oración y la acción privada para ayudar
a las almas del purgatorio. ¿Qué nos puede decir al respecto?
-Todo tiene
mucho sentido. Cuando ayudamos a un alma a través de la oración, el sacrificio
o la celebración de misas, contribuimos a su felicidad eterna. No se puede
medir cuantitativamente, pero estas acciones tienen un valor inmenso: alivian
el sufrimiento de las almas y las acercan al cielo. Además, estas almas, al
alcanzar su descanso eterno, interceden por nosotros, fortaleciendo nuestra fe
y ayudándonos en nuestro camino espiritual. Es un círculo de misericordia y
amor que beneficia a todos.
-Durante la
elaboración de su tesina, ¿hubo algún testimonio que lo sorprendiera o lo
hiciera reflexionar, incluso siendo sacerdote?
-Sí, lo que más
me impactó fue la misericordia del Señor. Muchos testimonios, basados en
revelaciones privadas y en santos reconocidos por la Iglesia, muestran cómo
Dios acompaña y perdona a cada alma, incluso a aquellas que han cometido
errores graves o han sufrido profundamente. Esto subraya la importancia de
cuidar nuestra alma y de rezar por las almas del purgatorio. Cada misa u
oración ofrecida es una oportunidad de participar en la salvación de otros y en
la propia santificación.
»Antes de
terminar quiero animar a todos a que recen esta oración para salvar 1000 almas
del purgatorio:
»Es una oración
que le dicta el Señor a Santa Gertrudis, que celebramos en el día
de ayer:
- Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima
sangre de tu Divino Hijo Jesus, junto con las misas celebradas en todo el
mundo hoy, por todas las almas del purgatorio por los pecadores en todas
partes. Por los pecadores en la iglesia universal, por aquellos en
propia casa y dentro de mi familia. Amen.
-Durante
estos meses en Roma, has vivido eventos históricos del pontificado. ¿Cómo fue
la experiencia?
-Fue un regalo
inmenso. Llegar a Roma y vivir momentos de intensa oración como cuando
rezábamos en la plaza por la recuperación del papa mientras su hospitalización,
su fallecimiento, sus funerales, el conclave y la elección del nuevo Papa es
algo que nunca olvidaré. Estar en la Plaza de San Pedro y ver la fumata blanca
es simplemente increíble. Estas experiencias permiten comprender la magnitud de
la Iglesia y la importancia del servicio a Dios y a los demás.
Matilde
Latorre de Silva
Fuente: ReligiónenLibertad
