Según la tradición, san Bernardo de Claraval añadió a la Salve Regina las palabras: "¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!"
La Salve Regina sigue siendo uno de los
himnos y oraciones más populares de la Iglesia Católica a la Virgen María.
Se canta con
mayor frecuencia al final de la Oración de la Noche, como parte de la Liturgia de las Horas, así como en diversas
fiestas marianas a lo largo del año litúrgico.
La mayor
parte de la letra se atribuye al beato Hermann el Cojo, un santo monje que
nació con el paladar hendido, parálisis cerebral y espina bífida. Vivió en
el siglo XI y compuso la Salve Regina en un monasterio benedictino.
Sin embargo,
las últimas palabras de la Salve Regina, tal como se canta hoy, se remontan
tradicionalmente a San Bernardo de Claraval.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
E"n
Nochebuena [de 1146, San Bernardo] llegó a Spires, [Alemania] y fue acompañado
a la catedral por el obispo y el pueblo, en solemne procesión. Y los príncipes
del imperio reunidos… recibieron al santo con toda distinción. Al entrar en la
[catedral], se entonó la Salve Regina con el mayor entusiasmo. San Bernardo se
sintió profundamente conmovido, y al resonar las últimas palabras: 'Después de
este nuestro destierro, muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús',
exclamó el santo: 'O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria'
- 'Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María'".
Fue una
exclamación espontánea de amor que desde entonces se ha convertido en parte
esencial de la Salve Regina.
San Bernardo
era un hombre lleno de amor a la Virgen María y no pudo contenerlo cuando oyó
resonar el melodioso canto en la hermosa iglesia.
Pasó toda su
vida cantando las glorias de la Virgen María y a veces se le llama el
"bardo" o "trovador" de María.
La iglesia
de Spires tiene estas palabras grabadas en placas de latón colocadas en un
lugar destacado del edificio.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia