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La destrucción en Ucrania (AFP or licensors). Dominio público |
Al término de la oración del Ángelus, el Papa se
detiene en los dolores del mundo sacudido por los conflictos, por la violencia
que afecta a los niños y a quienes buscan esperanza y futuro. Su primer
pensamiento se dirige a Ucrania, recordando que «se sigue sembrando muerte y
destrucción» con ciudades afectadas por los bombardeos, entre ellas la propia
capital, Kiev. Acciones en las que han muerto varias personas. El Papa León
invita a «no ceder a la indiferencia», sino a acercarse con la oración y con
gestos de caridad.
Reitero con fuerza mi apremiante llamamiento a un alto
el fuego inmediato y a un serio compromiso de diálogo. Es hora de que los
responsables renuncien a la lógica de las armas y emprendan el camino de la
negociación y la paz, con el apoyo de la comunidad internacional. La voz de las
armas debe callar, mientras que debe alzarse la voz de la fraternidad y la
justicia.
El Papa también hace referencia al naufragio del
pasado 29 de agosto frente a la costa atlántica de Mauritania, en el que
murieron más de 50 personas y otras 100 aun desaparecidas. La enésima tragedia
marítima en el viaje de la esperanza hacia las Islas Canarias. Un suceso que
nos interroga y que debería exhortarnos a acoger al extranjero.
Esta tragedia mortal se repite cada día en todo el mundo. Recemos para que el Señor nos enseñe, como individuos y como sociedad, a poner plenamente en práctica su palabra: «Fui forastero y me acogisteis» (Mt 25,35). Encomendamos a todos los heridos, desaparecidos y fallecidos, en todas partes, al abrazo amoroso de nuestro Salvador.