De hecho,
recuerda que en la Cruz se cumple la promesa de salvación: allí donde el
sufrimiento parecía tener la última palabra, brota la vida eterna para todo el
que cree.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de
la Santa Cruz, en la que se recuerda el hallazgo del leño de la cruz por parte
de santa Elena, en Jerusalén, en el siglo IV, y la restitución de la preciosa
reliquia a la Ciudad Santa, por obra del Emperador Heraclio. Pero “¿qué quiere
decir para nosotros celebrar hoy esta fiesta?” ha interrogado el Papa esta
mañana ante miles de fieles que se congregaban en la Plaza de San Pedro este
mediodía para escuchar su reflexión dominical antes de rezar a la madre del
Cielo.
La Cruz como signo de amor y salvación
El Papa ha recordado que la Cruz – denominada por el
Papa como “uno de los instrumentos de muerte más cruel que el hombre
haya jamás inventado” – fue transformada por Cristo en el mayor signo
del amor de Dios. En ella no hay derrota, sino victoria: la vida surge de la
muerte y la salvación del sacrificio.
“Por esto hoy nosotros celebramos su “exaltación”, lo
hacemos por el amor inmenso con el que Dios, abrazándola para nuestra
salvación, la transformó de medio de muerte a instrumento de vida, enseñándonos
que nada puede separarnos de Él y que su caridad es más grande que nuestro
mismo pecado”.
El diálogo con Nicodemo
León XIV explica después cómo Jesús anuncia que será
“ensalzado” en la Cruz, para dar vida eterna a todo el que crea. Centrándose en
el Evangelio del día, describe una escena: “Es de noche, y Nicodemo – uno de
los jefes de los judíos – va a encontrar a Jesús. El Señor lo escucha –
continúa el Papa – y al final le revela que el Hijo del hombre debe ser
ensalzado porque «Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que
todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna».
“Nicodemo, que quizás en ese momento no comprende
plenamente el sentido de estas palabras, podrá de seguro hacerlo cuando,
después de la crucifixión, ayudará a sepultar el cuerpo del Salvador.
Comprenderá entonces que Dios, para redimir a los hombres, se hizo hombre y
murió en la cruz”.
Al final, el Pontífice hace una invitación al
compromiso personal. El Papa pide que, con la ayuda de María, cada creyente
pueda acoger este amor y hacerlo vida concreta: “que también nosotros sepamos
donarnos los unos a los otros, como Él se ha donado enteramente a todos”.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News
