El Código de Derecho Canónico establece que «corresponde también a los clérigos tener todos los años un debido y suficiente tiempo de vacaciones, determinado por el derecho universal o particular»
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Los sacerdotes
también cuentan con un período de descanso anual, tal como
establece el Código de Derecho Canónico. En su canon 283, 2 se reconoce
expresamente este derecho: «Corresponde también a los clérigos tener
todos los años un debido y suficiente tiempo de vacaciones, determinado por
el derecho universal o particular».
El ministerio
sacerdotal no es únicamente una vocación espiritual, sino también una labor a
tiempo completo que implica una entrega constante. Por ello, disponer de
un tiempo para el descanso resulta necesario, no como un
abandono de su condición, sino como una pausa en sus responsabilidades
parroquiales. Un sacerdote no deja de serlo en verano. Lo que cesa
temporalmente es su atención directa a la comunidad concreta a la que sirve
habitualmente.
¿Cuántos
días tienen?
La duración del
tiempo vacacional puede variar en función de diversos factores. No todas las
parroquias disponen del mismo número de presbíteros, ni todas las zonas
enfrentan igual carga pastoral durante el verano. Una
comunidad con cinco sacerdotes puede organizar turnos con más facilidad que
otra con apenas uno o dos. La planificación es clave para lograr un equilibrio
entre el descanso merecido y la atención continua a los fieles.
Con todo,
el Código de Derecho Canónico, en su canon 533, establece una
directriz clara: los párrocos tienen derecho a un mes de
vacaciones anuales. Durante este período, su única obligación es la misma que
la de cualquier católico: participar en la Eucaristía dominical.
¿Qué hacen?
En cuanto al
uso de estos días de descanso, cada sacerdote opta por aquello que le resulta
más enriquecedor o reparador. Muchos regresan a sus lugares de origen,
pasan tiempo con sus familias o se dedican a actividades que no han podido
realizar durante el curso pastoral. Es común que aprovechen estos días para
reencontrarse con la tranquilidad del hogar o retomar aficiones sencillas que
favorezcan el descanso del cuerpo y del alma.
Otros, en
cambio, prefieren dedicar su tiempo vacacional a experiencias más intensas.
Algunos viajan en misión, colaboran en actividades juveniles, emprenden
peregrinaciones a lugares santos como Roma o Tierra Santa, o se suman a
campamentos y excursiones con jóvenes. Sea cual sea la elección, el objetivo es
siempre el mismo: renovar fuerzas para volver con renovado entusiasmo a su
labor.
Sacerdotes
de refuerzo
Durante los
meses estivales, no todas las parroquias quedan sin atención. Muy al contrario,
muchas continúan plenamente activas, especialmente aquellas situadas en zonas
de alta afluencia turística. Es precisamente en estos destinos donde se hace
más visible la labor de los llamados sacerdotes de refuerzo. Estos
presbíteros, provenientes de lugares con menor actividad pastoral durante el
verano o incluso ya jubilados, se ofrecen generosamente para cubrir el servicio
allí donde se les necesita. En algunos casos, esta ayuda llega incluso desde el
extranjero.
Así, el
descanso de unos se combina con la entrega de otros, de modo que las
comunidades cristianas no quedan desatendidas, y los sacerdotes pueden
disfrutar de un respiro que les permita seguir viviendo con fidelidad su
vocación. El verano, en definitiva, no suspende el sacerdocio, pero sí
ofrece una necesaria pausa para renovarlo.
Fuente: El Debate