El Salmo 131, de una serie de 15, habla de la confianza del hombre que ve a Dios "como un niño amamantado en el regazo de su madre"
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By Evgeny Atamanenko | Shutterstock |
El Salmo
131 forma parte de una serie de 15 que se denominan cantos de
ascensión y que van del salmo
120 al 135. La ascensión era a Jerusalén en peregrinación. Así
que, digámoslo así, formaba parte del cancionero de un peregrino.
“Señor, mi
corazón no es orgulloso, ni mi mirada es altiva; no busco grandeza, ni tengo
pretensiones ambiciosas.
He hecho que mi
alma esté tranquila y aquieta; está en gran paz dentro de mí, como un niño
tranquilo, amamantado en el regazo acogedor de su madre.
¡Confía en el
Señor, oh Israel, desde ahora y para siempre!"
El Salmo
para el viaje
Imaginemos, en
primer lugar, que en el largo viaje a Jerusalén, viendo el templo a lo lejos,
los fieles hacían una pausa en su caminar para recitar este salmo. La primera
palabra ya define a quién van dirigidas las palabras. El Señor abre el poema
hablando de la identidad de Dios y también está presente en la última frase,
como si fuera un marco para lo que se está retratando.
Si el peregrino
se encuentra en la etapa final de su viaje hacia Jerusalén, los versos muestran
que también ha realizado una peregrinación interior. El salmista utiliza la
negación tres veces para mostrar que está lejos de comportamientos que no
agradan a Dios. Dice que su corazón no es orgulloso, que no tiene una mirada
arrogante y que no busca la grandeza, y que incluso ha renunciado a
pretensiones ambiciosas, ciertamente para estar en esta peregrinación.
Un niño en
el regazo de su madre
Es curiosa la
parte del niño en el regazo de su madre. Para alguien que ha caminado durante
largos días, llegar a la Ciudad Santa parece un lugar acogedor. La imagen del
niño alimentado evoca la idea de satisfacción y paz. El niño que ha visto
satisfechas sus necesidades puede descansar bajo la protección de su madre. De
este modo, el peregrino siente que al cumplir su objetivo ha satisfecho una
importante necesidad interior y, por tanto, alcanza la paz.
El niño
amamantado representa el alma de la persona que reza y ve satisfechas sus
necesidades básicas. En este sentido, este versículo conecta con el primero, en
el que abandonó sus deseos y ambiciones mediante un triple no, para dejarse
satisfacer por lo más básico e interior.
Invitación a
la esperanza
Las palabras
finales del salmo son una invitación a la esperanza que se dirige a todos. Las
expectativas de los deseos y las ambiciones no siempre se cumplen, pero las del
alma Dios sin duda las cumplirá. Éste es el testimonio y la invitación que el
salmista peregrino dirige a todos.
Paulo Teixeira
Fuente: Aleteia