ASOCIACIÓN PUEBLOS CON FUTURO: «TRASLADARSE AL PUEBLO NO SE TRATA DE UN TRABAJO TEMPORAL, SINO DE ECHAR RAÍCES»

Dorys Castillo, responsable de la asociación Pueblos con Futuro, que se dedica a fijar población de origen migrante y española en la España vaciada, habla de la importancia de los jubilados y los párrocos rurales

Dorys Castillo

¿Qué es Pueblos con Futuro?

—Es una asociación que nació porque en las ciudades hay mucha necesidad de vivienda y, a través de asociaciones, conocimos a jubilados que nos dijeron que en los pueblos existe esa posibilidad. Se dio luego el paso de buscar: una persona jubilada llama de puerta en puerta a todos los ayuntamientos para presentar el proyecto. Y hay otra que, una vez encuentra una oferta, acompaña a la familia para integrarla. Le hace conocer el lugar y la ayuda a hacer un proyecto económico de vida, generalmente gestionando bares de los pueblos. Se dan de alta como autónomos y las trabajadoras sociales ponemos a su disposición todo para que se establezcan con normalidad. 

¿Con qué tipo de perfiles trabajan?

—Yo estoy en Madrid y soy la responsable de la selección de las familias. Suelen ser personas migrantes con niños que permitan mantener las escuelas abiertas. Necesitamos que estén regularizados para que puedan tener un contrato de alquiler y trabajo. Pero también hay familias españolas. No se trata de un trabajo temporal, sino de echar raíces. La idea es que se establezcan a largo plazo. Pedimos un compromiso de estabilidad y nos comprometemos a acompañarlas el primer año.

¿Qué resultados han conseguido?

—Tenemos incorporadas a 47 familias y son un regalazo. Al año, casi todas tienen coche propio y gestionan su negocio. Tres han comprado vivienda en propiedad. Es una pasada y estamos muy contentos con eso. Hay algunos casos que nos han dicho «no nos vemos aquí» y después se incorporaron a las capitales, pero solo nos ha pasado con cinco.

¿Cómo son los pueblos?

—Iniciamos con los de Guadalajara porque un voluntario era de allí. Después, los principales impulsores han sido los párrocos, que se han implicado con nosotros desde el principio y nos han ido abriendo las puertas. Estamos en Guadalajara, Cáceres, Cuenca, Madrid, Palencia, Soria, Teruel, Toledo y Zaragoza. En total son 33 municipios.

Pero si son 47 familias en 33 municipios, en alguno se repite.

—Hay pueblos más grandes en los que pueden estar cuatro familias. Aunque generalmente el bar es lo que más se solicita para que no se cierre y haya vida, también los hay que trabajan en mantenimiento, jardinería, construcción, almacenes, como camareros o en el cuidado de personas mayores.

¿Ustedes cobran algo?

—Empezamos como voluntarios y tenemos esperanza de seguir siéndolo. Aunque, al crecer tanto el número de familias, necesitaremos alguien más en la parte administrativa. Vamos despacio; somos seis personas, cuatro jubilados y dos trabajando. No podemos abarcar mucho.

Recientemente la Conferencia Episcopal ha dado difusión a su proyecto. ¿Sienten el apoyo de la Iglesia?

—No solo con eso. Hace unos años se creó la Mesa del Mundo Rural. Ahí estamos cuatro asociaciones que intentamos dar estabilidad a las familias. También nos hemos acercado a los obispados a presentar el proyecto. Por ejemplo, hemos hecho un convenio con la diócesis de Sigüenza-Guadalajara y nos han cedido unas viviendas para sacerdotes en pueblos donde no se utilizaban. Las hemos rehabilitado y ahora están ahí las familias y pagan un alquiler mensual que también es útil para la diócesis.

¿Tienen alguna reivindicación?

—Existe la idea de que en la capital está todo y muchos migrantes llegan con la concepción de que en los pueblos no se puede vivir. Hay que darles la posibilidad de que los conozcan.

Rodrigo Moreno Quicios

Fuente: Alfa y Omega