En el corazón de Europa, Heiligenkreuz desafía el relato del declive de la fe: en 2007 mereció la visita de Benedicto XVI y hoy rebosa de jóvenes vocaciones
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La abadía de Heiligenkreuz se ha convertido en un foco de espiritualidad. Dominio público |
Nada en su apariencia invita a
pensar que ahí dentro viven más de 100 monjes; aunque uno podría esperar cierto
bullicio en un espacio así, lo que prevalecen son el orden, el silencio y la
oración, que sostienen toda la comunidad: rezan
siete veces al día, comenzando a las 5:15 de la madrugada y terminando cerca de
las 20 horas. Quizás es por eso que está más vivo que nunca.
De hecho, Heiligenkreuz (Monasterio de Nuestra Señora de la
Santa Cruz) alberga hoy el mayor número de vocaciones desde su
fundación en 1133. Es el monasterio cisterciense habitado de forma continua
más antiguo del mundo, y ha logrado lo que pocos centros religiosos en Europa:
crecer.
Benedicto
XVI, que lo visitó en 2007 y lo conocía bien desde su etapa como
cardenal, no solo reconoció su vitalidad espiritual, sino que impulsó su
proyección académica. En esa visita, le concedió el título de universidad
pontificia. Hoy, su facultad de Teología es el principal centro de formación
sacerdotal del mundo de habla alemana, con unos 300
estudiantes, en su mayoría candidatos al sacerdocio.
Resistir a los embates del tiempo
Pero Heiligenkreuz no se limita a
la formación o a la oración: su vitalidad actual se explica, en parte, porque ha sabido resistir con inteligencia y fidelidad
los embates históricos que, en otros casos, sí han dejado a muchas
comunidades monásticas en el camino.
Entre
1780 y 1790, en tiempos del emperador José II, la abadía de Heiligenkreuz
enfrentó una de sus mayores amenazas. En ese período, se
impulsaron políticas de corte ilustrado que buscaban racionalizar y,
en muchos casos, suprimir la vida religiosa. La intervención del Estado en los
asuntos eclesiásticos puso en jaque el espíritu y la continuidad de la
comunidad.
Pero los monjes no se limitaron a
resistir. Como respuesta, fundaron un
instituto teológico propio para asegurar la formación de las órdenes.
Ese núcleo de resistencia espiritual e intelectual es lo que posteriormente
Ratzinger reconocería como universidad pontificia.
Tampoco
la abadía salió indemne de las garras del nazismo. Entre 1938 y 1945, gran
parte del convento fue expropiado por el régimen, y muchos monjes fueron
encarcelados. Pero tras la guerra, bajo el impulso del abad Karl Braunsdorfer, la comunidad renació con
fuerza. Se restauró el carisma fundacional, se incorporaron las reformas
litúrgicas del Concilio Vaticano II, y se desarrolló un breviario propio en
latín que aún hoy se utiliza. La
liturgia, celebrada con sobriedad y belleza, sigue siendo uno de los pilares de
esta comunidad.
El 'boom' de los jóvenes
El monasterio se ha convertido
también en el principal motor de pastoral juvenil del país. Una vez al mes, entre 150 y 250 jóvenes se reúnen allí para
rezar, confesarse y adorar al Santísimo Sacramento. Solo jóvenes, sin
adultos, salvo permiso especial. Una especie de catequesis vivida, que arranca
con himnos en latín y termina con pretzels y
zumo de manzana.
Heiligenkreuz mantiene viva su vocación fundamental: la adoración constante a Dios, que sostiene toda su labor espiritual y, por
ende, la atracción de su imán vocacional. En una era de crisis de fe en la
sociedad, su fidelidad a la tradición cristiana y capacidad de adaptación lo
convierten en un referente para nuevas vocaciones y miles de visitantes que
buscan silencio, dirección espiritual o un espacio donde reencontrarse con Dios.
María Rabell
García. Corresponsal en Roma y El Vaticano
Fuente: El Debate