LA MONJA QUE DA NOMBRE A ESTE TEMPLO SIGUE HACIENDO MILAGROS

Beata María Ana de Jesús atiende a muchos migrantes que han vivido situaciones de violencia. El colegio parroquial ayuda a las familias «desde la perspectiva cristiana»

Foto: Wikimedia Commons/Zarateman

De Madrid al cielo. Esta frase ha pasado ya a la historia y a la idiosincrasia de la capital, pero pocos saben que se atribuye al alimón tanto a Lope de Vega y como a la beata María Ana de Jesús, la religiosa mercedaria que da nombre a una de las parroquias emblemáticas del distrito de Arganzuela. Copatrona de Madrid, fue «una santa muy cercana a la gente, sobre todo a los pobres, para los que mendigaba entre la realeza y la nobleza de su tiempo. La gente de Madrid la quería mucho», asegura Juan Carlos Vera, el párroco del templo. 

Los días 17 de cada mes —nació y murió en ese día de distintos meses— en esta iglesia se puede venerar la reliquia que conserva de ella. Entre quienes acuden, «hay muchos que obtienen favores, algunos muy grandes», dice Vera. Por ejemplo, una niña curada de un cáncer cuyo caso llegó a estar en estudio en Roma para la canonización de la beata; otra chica diagnosticada de una encefalopatía autoinmune de mal pronóstico que se curó; o un hombre con un infarto grave que rezando con una estampa de la beata se recuperó sin secuelas. «Tiene fama de milagrera y son muchos los que vienen a pedir gracias», cuenta el párroco. 

El perfil sociológico de la zona ha cambiado mucho desde sus inicios. Hoy, más del 20 % de los 18.000 habitantes que viven en el entorno parroquial son inmigrantes, «a veces en situaciones muy humildes, viviendo familias en una sola habitación» y condiciones similares. «Quizá sean más, porque no todos están censados». La mayoría de ellos procede de países como Colombia, Venezuela o El Salvador, «muchas veces con vidas muy duras y de mucha violencia». 

En el patio del colegio se escuchan acentos de muchos países. A la derecha: La parroquia ha celebrado el cuarto centenario de su patrona. Fotos: Beata María Ana de Jesús.

Algo muy característico de esta comunidad es el colegio que tiene asociado, del que el párroco es el director titular. Empezó a funcionar antes incluso que el templo actual, pues los orígenes de la parroquia se remontan a un local que servía para todo: lugar de encuentro para los mayores, aula para enseñar a niños a leer y escribir, y hasta dispensario de medicamentos para los vecinos del barrio. Pronto se adquirió un solar que fue el inicio del colegio actual, en cuya capilla se celebraban, además de la Misa, bautizos y bodas. «Tenemos un trabajo desde la perspectiva cristiana y de cuidar la familia. Es un centro de una sola línea, algo muy sencillo. Pero se está haciendo una gran labor», señala el sacerdote.  

Aparte de la solicitud por el colegio, en la comunidad «lo primero es la oración, porque es el pulmón de la acción pastoral». Así, además de la Eucaristía, confesiones y otros sacramentos, hay laudes y vísperas en el templo, abiertos a todo el mundo. Además, hay exposición del Santísimo los jueves, un retiro espiritual cada mes y dos tandas de ejercicios espirituales al año. Las madres tienen su grupo de Mothers Prayers y los hombres pueden formar parte de los Hijos de San José. Todo ello se completa con la meditación semanal de la Palabra que envía Vera por WhatsApp. 

Otra de las particularidades de la parroquia es que es sede de un centro de escucha para personas que viven el duelo por alguna pérdida vital. Acoge también una comida comunitaria al mes, «a la que a veces se suman los pobres de la plaza». Por la realidad que rodea al templo, el acompañamiento de Cáritas se centra, sobre todo, en orientar a los que llaman a su puerta en la búsqueda de alimentos y trabajo, regularización de papeles o alquiler de vivienda. «En la medida de lo posible, los ayudamos en lo que podemos y en lo que más les conviene», concluye el párroco.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Fuente: Alfa y Omega