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Mathis, Stéphanie et Nicolas. Dominio público |
Una llamada interior, urgente y
desconcertante. Durante la confirmación de su hija mayor, en 2007, a Stephanie
le asaltó un pensamiento repentino: "Adoptar un niño con síndrome de
Down". Una voz clara y límpida, como si le hubiera llegado directamente al
hemisferio izquierdo del cerebro, dice.
"Fue como si me cayera un rayo. Luché
toda la Misa. Intentaba estar presente, pero esta idea daba vueltas y vueltas
en mi cabeza".
Una vocación
compartida
Durante varios días, guardó este fuego secreto en su interior,
temiendo la reacción de su marido. Porque a Nicolás, con cada embarazo, le
había invadido el miedo al anuncio de una discapacidad.
Y, sin embargo, al cabo de tres días, una noche antes de
acostarse, decidió dar el paso. Nicolas se le adelantó: "Quieres un sexto
hijo". Stephanie asintió. Cuando abrió la boca para decirle exactamente lo
que quería, Nicolas continuó: "¿Quieres adoptar… un niño con síndrome
de Down?"
La emoción los embargó a ambos. "Lloramos. Era como si algo
nos sobrepasara por completo".
Cogieron una hoja de papel y enumeraron los pros y los contras.
Los contras eran muchos, pero la llamada no les dejaba marchar. Entonces empezó
un proceso de discernimiento, seguido de trámites administrativos. Tras recibir
el visto bueno de sus hijos, Stephanie y Nicolas solicitaron la aprobación para
acoger en su casa a un niño discapacitado.
Un año más tarde, justo cuando la pareja se disponía a hacer un
viaje para celebrar su aniversario de boda, una nueva intuición asaltó a
Stephanie. "Tuve la impresión de que debíamos quedarnos cerca y no
marcharnos, como si fuera a ocurrir algo".
Cancelaron el viaje. Dos semanas más tarde, el Viernes Santo, a
las tres de la tarde, recibieron una llamada telefónica:
"Nuestro pequeño nos estaba esperando".
Un regalo de
Dios
Mathis tenía cinco meses y medio. Su nombre de pila significa
"regalo de Dios". Para la pareja, no se trata de una coincidencia.
"Nos encontramos con tantas señales sobrecogedoras que nos dimos cuenta de
la Providencia que había detrás de todo", recuerda Nicolas. El pequeño fue
acogido en su nuevo hogar.
"No intentamos averiguar qué era el síndrome de Down.
Acogimos a un niño y punto". Tranquilo, frágil, silencioso. Mathis no
habla, no muestra afecto de forma táctil. No da abrazos. Tiene rasgos autistas
que desmienten los tópicos del "niño con síndrome de Down bola de
amor". Y, sin embargo, les ha transformado.
"Nos ha convertido en padres de una forma que aún no éramos.
Mathis nunca ha sido una carga. No es una limitación".
"Asistencia
activa para morir", una amenaza para las personas vulnerables
Originarios de Francia, país donde se debate una ley sobre la
legalización del suicidio asistido, Stephanie y Nicolas están preocupados.
Desde hace varias semanas, se alzan voces de todas partes denunciando el riesgo
de una deriva hacia la legalización de la "asistencia activa a la
muerte".
Se propusieron enmiendas destinadas a excluir explícitamente a las
personas con discapacidad intelectual del ámbito de aplicación de la ley, pero
fueron rechazadas durante los debates parlamentarios. Lo mismo ocurrió con las
enmiendas que proponían impedir el acceso al suicidio asistido o a la eutanasia a las
personas bajo tutela. Es un punto ciego preocupante.
"Esta ley nos asusta. La vaguedad que crea corre el riesgo de
ejercer una presión inmensa sobre las personas con discapacidad. Es
increíblemente violenta", dicen los padres de Mathis. Piden que se tomen
medidas: "La vulnerabilidad no debe convertirse nunca en un criterio de
exclusión de la vida".
Cécile Séveirac
Fuente: Aleteia