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Josh Applegate | Unsplash CC0 |
Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí
mismo (1 Co 6,19), sino al que
murió y resucitó por nosotros (cf 2 Co 5,15). (CEC 1269)
Renacidos
por el Bautismo
Para profundizar en esta realidad, hay que recordar que Jesús envió
a sus discípulos a predicar el evangelio a todas las naciones bautizándolos en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).
Estas enseñanzas del Señor debían ser transmitidas a todos los
hombres de todos los tiempos, lo que se ha hecho puntualmente a través de su
Iglesia. Ahora bien, el bautizado recibe una carga inmensa de dones para
comenzar su vida purificado, renacido y revestido de Cristo:
El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace
también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios
(cf Ga 4,5-7)
que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de
Cristo (cf 1 Co 6,15;
12,27), coheredero con Él (Rm 8,17)
y templo del Espíritu Santo (cf 1
Co 6,19) (CEC 1265)
Sellados
para siempre
Ahora bien, regresemos al punto: una persona no católica es una
criatura de Dios con la dignidad del ser humano, pero a partir del Bautismo ha
sido sellado con el carácter bautismal:
Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado
con Cristo (cf Rm 8,29).
El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a
Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al
Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el
Bautismo no puede ser reiterado (CEC 1272).
Por eso, el bautizado, aunque sea apóstata o se cambie de
religión, le pertenecerá a Cristo para siempre, sin embargo, es importante
destacar que eso no le garantiza la salvación, pues el compromiso bautismal es
encarnar a Cristo en la propia vida, siendo fiel a él y a sus enseñanzas. Es
obvio que alguien que rechaza libremente al Señor no puede esperar ir al cielo
con Él.
Pero si permanece fiel, que para eso también ha sido consagrado,
aprovechando al máximo las gracias de cada sacramento y esforzándose en seguir
a su Señor con su testimonio, recibirá el premio de la vida eterna.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia