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Borja Barragán, fundador de Altum Faithful Investing. Crédito: Nicolás de Cárdenas / ACI Prensa. Dominio público |
La sede de
Altum está en un edificio de oficinas con la fachada de cristal, en la que
entra la luz a raudales, pero no solo. En un espacio discreto, nada más entrar
por la puerta, está el lugar que realmente ilumina la empresa: un pequeño
oratorio con un reclinatorio, un pequeño altar y un crucifijo, junto a una
imagen relativa al quinto capítulo del Evangelio según San Juan (Duc in
altum, remad mar adentro), que da nombre a la empresa.
En conversación con ACI Prensa, Barragán explica que no se
refiere tanto a la pesca milagrosa que se narra, sino a la invitación que
Cristo, a través de su apóstoles, hace a los católicos de todos los tiempos:
“Remad mar adentro, atreveos a salir de ese letargo y de esta tristeza
espiritual, esa acedía que tenéis”.
La respuesta a esta invitación para el inversor católico, según
la visión de Barragán, es “que el inversor católico se atreva a salir de la
comodidad y de ese letargo de la inversión convencional y que se atreva a
decir: yo también quiero seguir al Señor en cómo gestiono mi patrimonio”.
La aventura de Altum
comenzó unos años atrás, cuando Barragán y su mujer, tras realizar el máster en
pastoral familiar del Instituto Juan Pablo II de la Familia, redescubrieron su
vocación matrimonial y decidieron poner a Dios en el centro de sus vidas.
“En el momento en el que haces eso el resto de cosas se empiezan
a ordenar. Empiezas con tu matrimonio, luego con tus hobbies, luego con tus
amigos y, por supuesto, la parte laboral”, explica Barragán.
Este proceso de conversión en el mundo empresarial también fue
impulsado por las conversaciones que mantuvo el fundador de Altum con una
religiosa que también cursó el máster y que en su vida secular había trabajado
en el mundo financiero.
Hablar de la necesidad de coherencia en las inversiones dentro
de la Iglesia fue un revulsivo: “Aquello me hizo pensar mucho. Fue una
agitación de la conciencia de decir: Bueno, y yo, los talentos que Dios me ha
dado, ¿cómo los quiero poner al servicio de instituciones que realmente me
importan y que me han estado acompañando toda mi vida?”, reflexionó
Barragán.
Comenzó entonces un periodo de discernimiento de seis meses en
el que buscó respuesta a algunas preguntas: “¿Hay alguna manera de poder hacer
mejor las cosas? ¿Hay alguna manera en la que pueda tener unidad de vida en la
cual aquello en lo que yo creo pueda implementarlo 100% en mi propio trabajo?”.
Así, es como “con una intención muy clara, evangelizar el mundo
de las finanzas”, nació Altum.
Barragán considera que el mundo financiero no es un entorno más
difícil para aplicar la Doctrina Social de la Iglesia que otros. El truco está
en preguntarse sobre el bien o servicio que ofrecemos: “¿Genera un bien común o
solamente un bien para unos pocos? Yo creo que ese planteamiento en el fondo
nos lo podemos hacer todos en cualquier oficio que estemos”, muestra convencido
Barragán.
Un equipo para
el filtrado católico de las compañías
Una vez definido el principio general de actuación, toca
aterrizar en lo concreto el vasto magisterio social de la Iglesia Católica, que
tiene un pilar esencial en la encíclica Rerum novarum de León
XIII.
“A partir de ahí se ha ido generando un magisterio el cual dicta
una serie de normas morales basadas en teología y moral. ¿Qué hacemos nosotros?
No somos ni los más listos, ni los más guapos, ni los más valientes. Lo que
hacemos es aplicar profesionalidad de tal manera que esos criterios los
aterrizamos al mundo concreto de la inversión que, en el fondo, es el papel de
los laicos”, explica Barragán.
Para ello, Altum tiene un equipo de
profesionales dedicado al filtrado católico de compañías (Catholic screening) que analiza
las empresas una a una, siguiendo la metodología clásica “ver, juzgar, actuar”
y fijándose en especial en dos aspectos:
“El primero es la actividad de la compañía. ¿Esa actividad que
desarrolla entra en conflicto con la Doctrina Social de la Iglesia? Sí o no. Y,
el segundo aspecto, es sobre las prácticas que desarrolla la compañía. ¿Cómo se
posiciona la compañía a nivel público?”, enuncia Barragán, antes de ofrecer un
sencillo ejemplo:
“Podemos invertir en una compañía que haga bolígrafos. La
actividad concreta de hacer bolígrafos en principio no entra en conflicto con
la DSI. Sin embargo, si esta compañía, dentro de su política filantrópica, está
el donar millones de dólares a un lobby como puede ser Planned Parenthood, al
menos el inversor católico debería plantearse si con su dinero quiere estar
apoyando ese tipo de iniciativas”.
Así, Altum ha desarrollado unas guías de inversión basadas en la
atención a cuatro pilares especialmente presentes en el magisterio de los
últimos pontificados antes de la elección de León XIV. Se refieren a la
promoción de la vida y de la familia (Juan Pablo II), la dignidad humana
(Benedicto XVI) y el cuidado y la protección de la Creación (Francisco).
La inversión católica ¿es menos
rentable?
Una de las ideas que combate con su trabajo el equipo de Altum
es aquella que considera que la inversión en clave católica ofrece menos
rendimiento pecuniario.
“Es muy curioso que hay una gran percepción social de que el
hecho de incorporar criterios éticos o morales a tu cartera de inversión va a
implicar un sacrificio de rentabilidad. Y esto es algo que hay que
desmitificar”, subraya Barragán.
El empresario se muestra convencido de que se puede “invertir en
compañías que no entren en conflicto con la fe y que, por supuesto, el
resultado desde el punto de vista financiero, de cuál es el rendimiento que vas
a recibir de tus inversiones, sea al menos tan bueno como sería la inversión
convencional o la inversión secular”.
Accionistas
con voto católico
Este servicio completa tan sólo la mitad de lo que Altum quiere
aportar. Para “cerrar el círculo de la inversión coherente con la fe”, explica
Barragán, están desarrollando una herramienta para que los inversores individuales
puedan votar en las juntas de accionistas con criterios católicos. Es el que
llaman Altum
Catholic Proxy Voting.
En la medida en que el accionista es propietario de la empresa
en una parte proporcional, el equipo de Barragán quiere “proveer de las
herramientas necesarias para que los inversores, tanto si son minoristas como
si son grandes fondos de inversión, puedan votar en esas juntas de accionistas
en un sentido que no entre en conflicto con la fe”.
“Queremos que algo que puede parecer tan alejado a lo
espiritual, como es el hecho de invertir, realmente también pueda incorporar a
Cristo en ese proceso de decisión de qué es lo que haces con tu dinero”, resume
Barragán quien, antes de comenzar la entrevista, se encomendó al Espíritu
Santo.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI