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El Papa, en un momento de la homilía Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News. Dominio público |
De esta manera, reivindicó el ejemplo de Pedro y Pablo, que
fueron llamados a vivir el del martirio, y cuyo testimonio "nos enseña que
la comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no
anula la libertad de cada uno”.
En la Misa que celebró en la Basílica de San Pedro —en la que
impuso el palio a 54 nuevos arzobispos metropolitanos — el Pontífice les instó
a “buscar caminos nuevos para la evangelización” partiendo de los “problemas y
las preguntas” planteados por la comunidad de fieles.
“En la historia de los dos apóstoles, en cambio, nos inspira su
voluntad de abrirse a los cambios, de dejarnos interrogar por los
acontecimientos, los encuentros y las situaciones concretas de las
comunidades”, aseguró.
Como es tradición, el Santo Padre entró en procesión a la
basílica vaticana. Después de la homilía, los diáconos bajaron hasta la tumba
del apóstol Pedro, que se encuentra abajo del altar de la Cátedra, para tomar
los palios que fueron por él bendecidos.
Uno a uno, todos los
arzobispos nombrados durante este año fueron recibiendo de manos del Pontífice
esta insignia exclusiva que distingue a los arzobispos residenciales o
metropolitanos y recuerda la unidad con el Sucesor de Pedro.
No caer en la rutina ni en ritualismo
Durante la homilía, el Papa elogió el ejemplo de San Pedro y San
Pablo de los que destacó “la comunión eclesial y la vitalidad de la fe” pidió
no caer “en la rutina, en el ritualismo” y “en esquemas pastorales que se
repiten sin renovarse y sin captar los desafíos del presente”.
De este modo, señaló que es “importante aprender a vivir la
comunión de ese modo, como unidad en la diversidad, para que la variedad de los
dones, articulada en la confesión de la única fe, contribuya al anuncio del
Evangelio”.
Para el Papa el camino de la comunión eclesial “nace del impulso
del Espíritu, une las diversidades y crea puentes de unidad en la variedad de
los carismas, de los dones y de los ministerios”.
“Es importante
aprender a vivir la comunión de ese modo, como unidad en la diversidad, para
que la variedad de los dones, articulada en la confesión de la única fe,
contribuya al anuncio del Evangelio”, indicó.
"Hacer de nuestras diversidades un taller de unidad"
De esta manera reivindicó la “fraternidad” e instó a “hacer de
nuestras diversidades un taller de unidad y comunión, de fraternidad y
reconciliación para que cada uno en la Iglesia, con la propia historia
personal, aprenda a caminar junto con los demás”.
“Lo necesita la Iglesia, lo necesitan las relaciones entre los
laicos y los presbíteros, entre los presbíteros y los obispos, entre los
obispos y el Papa, así como lo necesitan la vida pastoral, el diálogo ecuménico
y la relación de amistad que la Iglesia desea mantener con el mundo”, agregó.
Por otro lado, llamó a preguntarse si el camino de nuestra fe
“conserva dinamismo y vitalidad”.
“Si no queremos que nuestro ser cristiano se reduzca a una
herencia del pasado, como tantas veces nos ha advertido el Papa Francisco, es
importante salir del peligro de una fe cansada y estática, para preguntarnos:
¿quién es hoy para nosotros Jesucristo? ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida y en
la acción de la Iglesia?“, exclamó.
Nuevos caminos y nuevas prácticas para el anuncio del Evangelio
Por ello, indicó que pidió realizar este ejercicio de
discernimiento, que nace de estos interrogantes, para permitir a la fe y a la
Iglesia “que se renueven continuamente y que experimenten nuevos caminos y
nuevas prácticas para el anuncio del Evangelio”.
“Esto, junto a la comunión, debe ser nuestro primer deseo”,
insistió. Finalmente, saludó a los miembros del Sínodo de la Iglesia
greco-católica ucraniana. Al concluir la celebración, el Pontífice descendió
las escalaras hasta la tumba del apóstol Pedro, que se encuentra abajo del
altar de la Cátedra, y rezó unos minutos ante ella. Lo hizo precisamente junto
al Metropolita Emmanuel de Calcedonia, que preside la Delegación del
Patriarcado Ecuménico, que ha sido enviada a Roma por Bartolomé I, para
participar en la Solemnidad de San Pedro y Pablo que encierra un gran trasfondo
ecuménico.
Durante la celebración, el Papa León XIV retomó la antigua
tradición de imponer personalmente el palio a los nuevos arzobispos
metropolitanos.
Este rito, cargado de simbolismo, fue modificado por el Papa
Francisco en 2015 cuando decidió que sólo entregaría a los arzobispos esta
banda de lana blanca en forma de collarín, adornada con seis cruces de seda
negra, que se asemeja a una estola y se utiliza a modo de escapulario, y que la
imposición se haría después, en cada arquidiócesis, por el nuncio.
El Papa argentino explicó entonces que era un gesto para dar más
protagonismo a las iglesias locales, hacer la ceremonia más pastoral y
participativa, y reforzar el vínculo entre el arzobispo y su pueblo, sin
debilitar la comunión con Roma.
Por Victoria Cardiel
Fuente: ACI