El nombre marca el tono del papado
![]() |
Francisco eligió un nombre que nunca se había usado antes |
Juan Pablo II iba a ser Estanislao pero cambió
en recuerdo de su predecesor
Pablo II decidió ponerse Formoso,
por su belleza física, pero le disuadieron de hacerlo
Cuando uno lee las Escrituras
pronto se da cuenta de la enorme importancia que siempre han tenido los
nombres para Dios.
Los nombres no son meras
etiquetas que se escriben en un post-it sobre las personas o las cosas, sino
que imprimen carácter y constituyen muchas veces la esencia misma de los
sujetos.
Lo podemos ver, por ejemplo, en
el relato de la creación, cuando se dice que "Dios llamó a la luz, día, y
a la oscuridad, noche", o en los distintos cambios de nombre de
determinadas figuras bíblicas, como la del propio Pedro o la de Abraham, o
la de Israel, antes llamado Jacob. Un signo para los judíos, el de otorgar el
nombre, que confería a la persona una misión importante.
De hecho, una de las peores
condenas que se tenía en el pueblo de Israel era la de ser obligado a cambiar
de nombre. Algo, lo de la importancia del nombre, que, por otra parte,
la Iglesia católica siempre ha querido mantener. Es el caso de las
religiosas, que suelen cambiar de nombre cuando profesan, o, por supuesto, con
los papas, y el primero de ellos Pedro, antes Simón.
En definitiva, cambiar de nombre
para los cristianos siempre ha explicitado ante el mundo mudar del "hombre
viejo" a una "nueva persona" que estará consagrada por
entera a Dios.
El nombre marca el tono del
papado
Una de las primeras cosas que el
mundo sabrá en estos días, antes incluso de conocer el rostro del nuevo
Papa, será el nombre que ha elegido para su pontificado.
Tras el tradicional "Habemus
Papam", por parte del cardenal francés Dominique Mamberti, se anunciará el
nombre de pila en latín del Sumo Pontífice y luego su apellido. Finalmente,
se dará a conocer su nombre de pontificado.
El portal National Catholic Register acaba de hacer un
interesante análisis sobre la importancia de los nombres en los papas.
"Creo que la elección del nombre es extremadamente importante y
marcará el tono del papado", dice Karen Park, profesora de teología en
Wisconsin (EE.UU), a ese medio.
Lo primero que hay que recordar
es que un Papa puede conservar su propio nombre si así lo desea. La
mayoría de los papas durante los primeros mil años de la Iglesia lo hicieron.
Sin embargo, desde el 996, sólo dos de los 170 papas han conservado sus
nombres de nacimiento tras su elección: Adriano VI (1522-1523) y Marcelo II
(1555).
El primero que lo hizo fue Juan
II (533-535), que se llamaba Mercurio, nombre considerado poco
conveniente por ser el de una divinidad pagana. El segundo fue Octaviano de
los condes de Tusculum, que quiso llamarse Juan XII (955-962).
Parece ser que fue Sergio
IV quien, en 1009, estableció la regla definitivamente al cambiar su nombre al
que iba indisolublemente unido el mote de "Boca de Cerdo", cosa que
se tenía por ofensiva para el Sucesor del Apóstol, como es natural.
Un caso singular es el de Pablo
II (1464-1471). El cardenal Barbo estaba muy orgulloso de su físico, por
lo que al ascender al trono papal quiso llamarse Formoso (en latín,
"hermoso"). Los cardenales le disuadieron de su idea haciéndole
ver que se habría visto en ello una muestra de vanidad.
No siempre han sido las
connotaciones espirituales las que han movido a los Sumos Pontífices a asumir
un determinado nombre. Razones de oportunidad dictaron a Inocencio II y
Anacleto II (competidores en 1130) el retomar después de largos siglos nombres
de papas antiguos, para presentarse ante la Cristiandad como
reformadores.
Alejandro VI y Julio II se
llamaron respectivamente así teniendo en mente a los héroes de la
antigüedad, Alejandro Magno y Julio César. En sentido contrario, un
humanista tan exquisito como Eneas Silvio Ficcolomini, quiso dar un giro a su
vida como Papa evocando la simplicidad del cristianismo primitivo mediante el
nombre de Pío, que no aparecía desde hacía 1300 años.
Juan Pablo II iba a ser
Estanislao
Tras elegir su nombre, uno de los
primeros actos informales del nuevo Papa será explicar por qué eligió el nuevo
nombre. En 2013, Francisco citó a San Francisco de Asís como su
inspiración. Por su parte, en 2005, Benedicto XVI mencionó al pacificador
Benedicto XV (1914-1922) y a San Benito, fundador del monacato occidental en el
siglo VI.
Se cree que en 1978 San Juan
Pablo II había elegido el nombre papal de Estanislao, en honor al obispo y
mártir polaco del siglo XI, pero luego cambió y eligió el de Juan Pablo II para
honrar a su predecesor.
"Cuando el próximo Papa
tenga nuevo nombre, todos buscarán en sus predecesores, para conocer si
sus pontificados marcaron un cambio en la dirección de la Iglesia",
asegura Ralph Keen, historiador de la Universidad de Illinois en Chicago
(EE.UU).
Por ejemplo, en esta ocasión, si
el nuevo Papa se llama Francisco II, significará continuidad con su
predecesor, quien durante los 12 años como Papa enfatizó el acercamiento a
los marginados.
Si, en cambio, elige a Benedicto
XVII o a Juan Pablo III —ambos nombres asociados con papas que enfatizaron la
doctrina— podría parecer una forma de romper con la era Francisco.
Lo que está claro es que
cualquiera de estos tres nombres se tomarían como una declaración clara
e inmediata. "Ese hecho podría ser una fuente de controversia, incluso
antes de que aparezca la primera declaración", comenta Keen al Register.
Las opciones menos probables
El nuevo Papa tiene muchísimas
opciones de nombres, por eso, seguramente, sea más fácil adivinar cuáles no
elegirá. Entre los historiadores contactados por el medio estadounidense, pocos
esperan oír el nombre de Pablo VII, dado el sufrimiento que tuvo que llevar
San Pablo VI durante su pontificado.
Menos probable es Pío XIII, dada
la leyenda asociada al venerable Pío XII, quien es injustamente
criticado por no hacer lo suficiente para oponerse al nazismo en la
Segunda Guerra Mundial.
Juan XXIV sería más probable,
según algunos expertos, porque el jovial San Juan XXIII todavía es
recordado con cariño por su breve pero impactante pontificado (1958-1963),
que dio inicio al Concilio Vaticano II.
El nombre de Juan es la opción
más popular entre los 266 papas hasta la fecha. "Juan ha sido muy
importante debido a la riqueza de su asociación con el Evangelio,
así como con Juan el Bautista y Juan el Evangelista, sin mencionar a Juan de la
Cruz y a otros santos", comenta Park.
Pero, si el nuevo Papa decide no
llamarse Juan, o como ninguno de los papas recientes, podría remontarse
al siglo XIX para encontrar inspiración.
Los expertos aseguran que no hay
opciones para un Gregorio XVII, porque el último Papa con ese nombre, Gregorio
XVI (1831-1846), condenó la "libertad de conciencia", que
llamó como "esta vergonzosa fuente de indiferentismo" (Mirari Vos,
14), una idea que sería muy impopular hoy en día.
El único nombre probable del
siglo XIX sería León XIV. El Papa más reciente con ese nombre, León XIII
(1878-1904), es recordado por su encíclica Rerum Novarum —fundamento
de la doctrina social católica moderna—.
León es también el nombre de uno
de los grandes papas de la historia de la Iglesia, León I (440-461). Conocido
como "León el Grande", aumentó el prestigio y la autoridad
papal, y se le atribuye haber salvado a Roma de Atila.
Tras León, el siguiente nombre
papal más reciente sería Clemente, aunque ya ha pasado tiempo. El Papa más
reciente con ese nombre, Clemente XIV, es famoso por haber suprimido a
los jesuitas en 1773.
"Me encantaría que el nuevo
nombre volviera a un nombre que no se ha usado en mucho tiempo. León es
el más probable si nos remontamos a más de cien años atrás", dijo el
padre Worcester al Register.
Sin embargo, retrotraerse
a la historia plantea complicaciones. Nombres como Inocencio, Alejandro y
Urbano evocan papas cuyos papados podrían no resistir el escrutinio de nuestro
tiempo.
En los nombres de los papas
existen también curiosidades semánticas. Ha habido cinco papas llamados Sixto
—incluido el más reciente, Sixto V (1585-1590)—, pero ningún Sixto VI. Sería,
por tanto, el Papa Sixto Sexto.
¿Un nombre nuevo?
En agosto de 1978, el beato Papa
Juan Pablo I hizo algo nuevo al combinar dos nombres, una elección
que inmediatamente repitió su sucesor, Juan Pablo II, apenas 51 días después.
En 2013, el Papa Francisco eligió
un nombre que nunca se había usado antes: el primer Papa en hacerlo en
más de 1.100 años, desde el Papa Lando en 913.
"Es sorprendente la cantidad
de nombres que no se han utilizado", dice Dwight Duncan, profesor de
derecho constitucional en la Universidad de Massachusetts (EE.UU). Como
los de los evangelistas Mateo y Lucas, así como Lorenzo, el mártir del
siglo III, que inspiró a un antipapa, pero no a un Papa real.
"Me gustaría ver un
nombre que aún no se haya usado, como el de José", dijo Duncan,
refiriéndose al patrón de la Iglesia Universal. "Felipe sería una buena
opción, porque San Felipe Neri fue el apóstol de Roma durante el Renacimiento y
la Reforma", refiriéndose al sacerdote del siglo XVI.
O tal vez el nuevo Papa podría
elegir a Domingo, en honor a Santo Domingo de Guzmán, contemporáneo de San
Francisco y fundador de la otra orden mendicante del siglo XIII.
Varios nombres de Padres de la
Iglesia nunca han sido elegidos para papas. Por ejemplo, nunca ha
habido un Papa llamado Agustín, Jerónimo, Ambrosio, Ignacio, Ireneo,
Cirilo, Policarpo, Cipriano, Isidoro, Justino, Basilio, Antonio o Atanasio .
Lo que también está claro es
que nadie se ha vuelto a llamar Pedro, quizás porque cada
Papa se considera Pedro y no estima necesario recalcarlo.
Fuente: ReligiónenLibertad