No solo se sabe
que es norteamericano, agustino y un apasionado del tenis: es graduado en
Ciencias Matemáticas y, ya como Papa, ha dejado entrever gestos que revelan un
carácter metódico y empírico
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Desde
su primera aparición como Pontífice, León XIV ha dejado entrever un perfil poco habitual para quien
ocupa el trono de Pedro: el de un matemático —se graduó en 1977 en
Pennsylvania— que, ante la incertidumbre, no se abandona a la emoción ni a la
improvisación, sino que responde con racionalidad, planificación y una dosis llamativa de método. Estos tres
gestos iniciales sugieren una mentalidad donde la precisión 'de cálculos' se encuentra con la reflexión pausada.
1. El primer saludo: un mensaje escrito, no
improvisado
Nada más asomarse a la logia central de San
Pedro, León XIV no improvisó palabras al mundo y leyó un texto escrito. Un gesto aparentemente simple pero
que no pasó desapercibido. En un momento de enorme carga emocional —el primer
saludo como Papa al mundo entero—, optó por no fiarse del impulso del momento y
apoyarse en la palabra pensada.
Hubo quien interpretó este gesto como una señal
de que el cardenal Prevost ya sabía que iba a ser elegido. Sin embargo, una
lectura más reveladora —y quizás más justa— apunta en otra dirección: incluso
ante lo inesperado, el Pontífice estadounidense opta por la claridad. En esa primera aparición pública,
León XIV dio una clave de lectura de lo que será su estilo en los años
venideros: sobrio, deliberado,
atento a la forma tanto como al fondo.
Redactar
un texto implica prever el efecto de cada palabra, priorizar el mensaje sobre
el instante. Significa, en el fondo, preferir la precisión a la espontaneidad.
Como si intuyera que incluso sus propias emociones pudiesen traicionarlo, y en
vez de confiar en ellas, prefirió trazar un esquema claro y preciso.
2. Cómodo en la forma: un gesto de sintonía con el
lenguaje de la institución
Hay en León XIV una naturalidad llamativa al
habitar las formas tradicionales del ministerio petrino. Desde el primer
momento, se ha mostrado cómodo con los gestos, los signos y los protocolos que
estructuran la figura del Papa. Vestido con la muceta
roja, recibiendo el beso en la mano como saludo al Vicario de Cristo,
aceptando con sobriedad la solemnidad de cada instancia pública: más que un
apego ritualista, lo que transmite es una comprensión profunda del lenguaje
institucional, un modo de estar que no 'se salta pasos' porque reconoce en
ellos un valor propio.
No parece forzado, ni rígido. Más bien da la
impresión de alguien que encuentra sentido en el marco que
le precede. Alguien que se deja sostener por la forma, no porque la necesite
como escudo, sino porque reconoce en ella una herencia que no le pertenece solo
a él. Como si entendiera que, en ciertos momentos, el gesto no es un mero
adorno, sino una manera precisa de expresar lo que las palabras no alcanzan a
decir.
3.
Dos referentes claros: San Agustín y León XIII
El carácter matemático de León XIV no se limita
a una actitud fría o calculadora, sino que se sustenta en un pensamiento
profundo, estructurado y lleno
de tradición. Dos figuras clave en su horizonte intelectual y espiritual han
sido mencionadas en varios de sus discursos: san
Agustín y el Papa León XIII.
San Agustín, su santo patrón y maestro por ser
agustino, y León XIII, cuyo nombre eligió para su pontificado, no son detalles
menores ni casuales. Más bien, son gestos conscientes que muestran cómo desea
anclar su liderazgo en
referentes claros y definidos.
Más allá de profundizar en sus enseñanzas,
estas alusiones funcionan como una forma de establecer un marco ordenado para
su mensaje y su acción. Es como si, al nombrar a estos dos pilares, León XIV
estuviera señalando una línea a seguir, una estructura desde la cual abordar
los desafíos del presente con
método y claridad, como quien parte de axiomas seguros antes de avanzar.
María Rabell García. Corresponsal en Roma y El Vaticano
Fuente: El Debate