Evalúa ahora tu relación. Un buen matrimonio depende en gran parte de un buen noviazgo, de que él y ella aprovechen bien ese tiempo para conocerse
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Alysa Bajenaru/Unsplash | CC0 |
Un buen
matrimonio depende en gran parte de un buen noviazgo, de que él y
ella aprovechen bien ese tiempo para conocerse. Además de amor, ¿qué se
necesita para tener un buen noviazgo?
He aquí diez
recomendaciones que conviene considerar:
NO dejar
fuera a Dios
Antes que nada,
pregúntale a Dios si tu vocación es el matrimonio. Consulta un director
espiritual. Cuando creas haber conocido a la persona indicada, oren juntos,
vayan juntos a Misa, encomiéndense a Dios y a María. Antes de casarse, acudan a
un retiro para novios.
Y después no se
atengan a sus solas míseras fuerzas para amarse: no se vayan a vivir juntos ni
se unan sólo por lo civil, sino mediante el sacramento del matrimonio, para
recibir de Dios la gracia sobrenatural de ser fieles y amarse mutuamente como
Dios los ama.
NO engañar
Esto abarca dos
aspectos. Primero: no finjas lo que no eres. No digas que te gusta lo que no te
gusta, que haces lo que nunca haces, etc. sólo para ser como crees que tu novia
o novio espera que seas. Descubrirá tu engaño al casarse, y puede ser motivo para
separarse. Sé tú mismo, tú misma.
Si no es
compatible contigo, ni modo, no fuerces las cosas, ya encontrarás a quien lo
sea. Recuerda que “siempre hay un roto para un descosido”. Y, segundo: no seas
infiel. La infidelidad en el noviazgo es motivo para terminar la relación,
porque los novios infieles, suelen ser cónyuges infieles.
NO querer
cambiar al otro
Hay quien
piensa: “mi pareja tiene esta forma de ser, o este hábito, o este vicio que no
me agrada, pero yo la voy a cambiar”. Es una falsa expectativa. La gente no
suele cambiar. El introvertido nunca se volverá extrovertido; la parlanchina no
sabrá quedarse callada; el novio que nunca se acomide a ayudar será un marido
haragán; la novia desaliñada será una esposa de bata y pantuflas.
Y las
características que te molestan en el noviazgo, en el matrimonio pueden
aumentar y resultarte intolerables. O le aceptas como es, o no te cases.
NO
justificar lo injustificable
Si en el
noviazgo, cuando se supone que están enamorados y desea complacerte, tiene
desatenciones, te deja esperándole y no se disculpa; se la pasa viendo el
celular, llega tarde, no te pregunta cómo estás, te calla, te critica, en el
matrimonio será peor. No busques pretextos para justificar sus malas actitudes,
busca mejor otra pareja.
NO violencia
Si en el
noviazgo ya hay gritos, malos modos, insultos y hasta golpes, ¡hay que salir
huyendo! Un novio que te levanta la voz, será un esposo que te levantará la
mano; una novia que te humilla ante tus amigos, será una esposa que te
humillará ante tus hijos. ¿A qué arriesgarse a casarse con alguien que puede
poner en riesgo tu integridad y la de tu familia?
NO
relaciones sexuales
El sexo es
fabuloso. Decir esto parecería razón para practicarlo en el noviazgo, pero es
justo lo contrario: puede hacer que una pareja crea que son compatibles, cuando
en realidad sólo lo son en la cama. Un amante habilidoso no necesariamente es
un buen esposo. Y hay muchos momentos en el matrimonio en que no será posible
tener relaciones sexuales, así que si el sexo es lo único que los une, su
relación irá a pique.
Una amiga me
contó que su hija fue a confesarse de haber tenido relaciones sexuales con su
novio, y el padre le dijo: “si se aman, no es pecado”. Sorprende semejante
respuesta, porque Jesús menciona, en la lista de maldades que manchan al
hombre, la fornicación, es decir, la relación sexual fuera del matrimonio (ver
Mc 7, 14-23).
La relación
sexual está pensada para ser una donación total entre esposos que prometen, con
la gracia de Dios, amarse toda la vida. No hay que banalizarla adelantándola,
ni arriesgarse a un embarazo no deseado. Y, sobre todo, no hay que olvidar que
para unos novios católicos tener relaciones sexuales pre-matrimoniales no es
algo que alguien pueda autorizar por encima de la Palabra de Dios y de la
Iglesia, que enseñan que es pecado (ver Catecismo de la Iglesia Católica #1755;
1852; 2353).
NO desoír
opiniones y consejos
Por tener una
visión desde fuera, puede suceder que tus familiares y amigos capten actitudes
de tu pareja que tú no has percibido. “ay, mijita, tu novio toma demasiado”,
“ay, hijo, ella trata muy feo a su mamá”, “oye, amiga, como que tu novio es ojo
alegre, lo he visto coqueteando…”; “híjole carnal, me late que esa chava sólo
te busca por tu dinero, se la pasa haciéndote gastar…”; “uy, le vi fumando
mariguana”.
Presta
atención, no cierres los oídos. En los procesos de declaración de nulidad
matrimonial, suelen preguntar cuál era la opinión de quienes rodeaban a los
novios. Y es casi seguro que hubo muchas críticas que fueron desoídas…
NO suponer,
mejor preguntar
El noviazgo es
un tiempo para conocerse, para hablar, hablar y hablar de todos los temas
habidos y por haber, para preguntar. Muchos matrimonios se rompen porque no
descubrieron a tiempo que pensaban muy distinto: “¡creí que sí querías tener
hijos!”; “¡no pensé que te molestara que trabaje!”; “¡no sabía que tu mamá
vendría a vivir con nosotros!”. Más vale dialogar que lamentar.
NO dejar de considerar a la familia
No sólo hay que
fijarse en la pareja, sino en su familia. ¿Cómo es?, ¿cómo se llevan sus
miembros entre sí?, ¿cuáles son sus valores? Recuerda que muy probablemente
tendrás que convivir con ellos en Navidad, año nuevo, cumpleaños, aniversarios,
algunos fines de semana, etc.
Sus papás serán
abuelos de tus hijos, y tus cuñados, sus tíos; querrán pasar tiempo con ellos,
¿qué clase de ejemplo les darán? ¿Es ésta la familia a la que quieres
pertenecer?, ¿o vas a discutir y a pelearte cada vez que tu cónyuge la quiera
ver?
NO fijarse
en las apariencias
Muchos se casan
pensando: “ésta me hará feliz” (porque es bonita y puede lucirla en las fiestas
de la oficina, o porque cocina rico, o es hacendosa), o éste me hará feliz,
(porque es tan guapo que sus amigas la envidiarán; o porque gana tanto que
podrá darle una vida de lujos). Buscan la pareja que los haga felices. Pero si
la bonita se pone fea o se enferma, al guapo le sale panza, o pierde la chamba,
ya no “hace feliz”, es hora de descartarlo.
La motivación
para casarse no debe ser “que me haga feliz”, sino “quiero hacerle feliz”. Y
qué mayor felicidad que santificarse mutuamente para llegar al cielo. Si tanto
él como ella dicen: “le amo tanto que quiero dedicarme a que sea feliz aquí y
por toda la eternidad”, eso sí que con la ayuda de Dios, se puede lograr pase
lo que pase, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso,
hasta que la muerte los separe en este mundo y puedan reencontrarse en la vida
eterna para siempre.
Fuente: Aleteia