Vivir la Semana Santa en paz puede ser todo un reto. Procuremos que sean días santos con estas recomendaciones
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Puede ser que tu intención para esta Cuaresma haya sido combatir
algún defecto, confesarte bien o participar en las celebraciones de Semana
Santa. Pero cuando creemos que ya libramos las tentaciones que se asoman a
propósito para hacernos caer, algo sale mal. Esto no es para desanimarnos, sino
para entregarnos con más ímpetu a vivir los días santos mejor que nunca. ¿Cómo
lograrlo?
Tres actitudes que nos ayudarán
El enemigo siempre está al acecho, como lo advierte san Pedro:
"Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el
demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar" (2 Pe 5, 8)
El mal buscará cualquier descuido para poner discordia entre
nosotros y nuestros seres queridos o personas cercanas. Podemos prevenir el
ataque observando nuestra conducta y procurando poner en práctica estas
actitudes.
1. NO QUEJARSE POR TODO
Es cierto que todos tenemos momentos de mal humor, pero si nos
hacemos conscientes de que la otra persona sufrirá si no nos controlamos,
podremos mejorar nuestras relaciones. Y una buena forma de no molestar al
prójimo es evitar quejarnos por todo lo que ocurre o lo que no nos gusta.
Esta actitud siempre será sanadora porque contribuye a que los
demás se sientan apreciados y reconocidos. San Pablo nos da la pauta a seguir:
"Procedan en todo sin murmuraciones ni discusiones: así serán
irreprochables y puros, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación
extraviada y pervertida, dentro de la cual ustedes brillan como haces de luz en
el mundo, mostrándole la Palabra de Vida" (Fil
2, 14-16).
2. NO ENOJARSE
Muy de la mano con la anterior: no enojarse por pequeñeces. En
ocasiones podemos ser injustos y viciar el ambiente con nuestro enojo, ya que
el malestar se contagia fácilmente y hace que todos los involucrados terminen
agrediéndose.
Es comprensible que existan situaciones que despierten nuestra
ira, sobre todo si se trata de algo grave; pero siempre hay que buscar una
solución y no dejarnos abatir por el pecado guardando rencor o peor aún,
odiando al hermano.
Nuevamente san Pablo nos dice qué hacer:
"Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado ni permitan
que la noche los sorprenda enojados, dando así ocasión al demonio" (Ef
4, 26-27).
También el apóstol Santiago nos recomienda:
"Tengan bien presente, hermanos muy queridos, que debemos
estar dispuestos a escuchar y ser lentos para hablar y para enojarnos" (Sant 1, 19).
3. TRATARSE CON AMABILIDAD
Lo anterior nos lleva a la actitud más importante: tratar a los
demás con amabilidad. Esto quiere decir poner en práctica el mandamiento del
Señor Jesús:
"Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros.
Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto
todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los
unos a los otros" (Jn
13, 34-35).
Por supuesto, cuando se trata de personas que no nos agradan
parece una tarea imposible. Pero el Señor Jesús sabía que con esfuerzo se puede
lograr. San Pablo lo comprobó, por eso reitera:
"...sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los
unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo" (Ef
4, 32).
"Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros
como más dignos" (Rom
12, 10).
Que el Señor nos ayude a vencer nuestra soberbia para hacer su
voluntad y vivir bien los días santos.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia
