En Nicea se expresaron por primera vez la unidad y la misión de la Iglesia a nivel universal (de ahí el título de “ecuménica”) en la forma sinodal de ese camino
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Publicado por
la Comisión Teológica Internacional, el documento “Jesucristo, Hijo de Dios,
Salvador - 1700 aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea (325-2025)” está
dedicado a la asamblea que ha pasado a la historia por el Símbolo que proclama
la fe en la salvación en Jesucristo y en el Dios Único, Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Cuatro capítulos bajo el lema de la promoción de la unidad de los
cristianos y la sinodalidad en la Iglesia.
El próximo 20
de mayo, el mundo cristiano conmemorará el 1700 aniversario de la apertura del
primer concilio ecuménico, el celebrado en Nicea en 325, que pasó a la historia
principalmente por el Credo que recoge, define y proclama la fe en la salvación
en Jesucristo y en el Dios Único, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Completado
posteriormente por el Concilio de Constantinopla en 381, el Credo de Nicea se
convirtió en la práctica en el documento de identidad de la fe profesada por la
Iglesia. Por este motivo, la Comisión Teológica Internacional (CTI) decidió dedicar
un documento de casi setenta páginas al Concilio convocado por el emperador
Constantino en Asia Menor, con el doble objetivo de recordar su significado
fundamental y poner de relieve los extraordinarios recursos del Credo,
relanzándolos en la perspectiva de la nueva etapa de evangelización que la
Iglesia está llamada a vivir en el actual cambio de época. Entre otras
cosas, porque el aniversario se celebra durante el Jubileo de la Esperanza y
coincide con la fecha de la Pascua para todos los cristianos, orientales y
occidentales.
Por estas
razones, “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador - 1700 aniversario del Concilio
Ecuménico de Nicea (325-2025)”, éste es el título del documento publicado hoy,
jueves 3 de abril, no es un simple texto de teología académica, sino que se
propone como una síntesis que puede acompañar la profundización de la fe y su
testimonio en la vida de la comunidad cristiana. Además, en Nicea se expresaron
por primera vez la unidad y la misión de la Iglesia a nivel universal (de ahí
el título de “ecuménica”) en la forma sinodal de ese camino, convirtiéndose así
también en punto de referencia e inspiración en el proceso sinodal en el que
está implicada hoy la Iglesia católica.
Dos teólogas
también han trabajado en el documento
Compuesto por
124 puntos, el documento es el resultado de la decisión del CTI de profundizar
en un estudio sobre la relevancia dogmática de Nicea durante su 10º quinquenio.
Los trabajos fueron dirigidos por una Subcomisión presidida por el sacerdote
francés Philippe Vallin e integrada por los obispos Antonio Luiz Catelan
Ferreira y Etienne Vetö, los sacerdotes Mario Ángel Flores Ramos, Gaby Alfred
Hachem y Karl-Heinz Menke, y los profesores Marianne Schlosser y Robin Darling
Young. El texto fue votado y aprobado en forma concreta por unanimidad en 2024
y luego sometido a la aprobación del Cardenal presidente Víctor Manuel
Fernández, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, del que depende
la Comisión. Tras recibir el visto bueno del Papa Francisco, el cardenal
argentino autorizó su publicación el 16 de diciembre.
Los cuatro
capítulos en los que se desarrollan las reflexiones de los teólogos van
precedidos de una introducción titulada “Doxología, teología y anuncio” y
seguidos de la conclusión.
Una lectura
doxológica del Símbolo
El primer
capítulo “Un símbolo para la salvación: doxología y teología del dogma niceno”
(nn. 7-47) es el más sustancial. Ofrece “una lectura doxológica del Símbolo,
para poner de relieve sus recursos soteriológicos y, por tanto, cristológicos,
trinitarios y antropológicos”, con la intención de dar “un nuevo impulso al
camino hacia la unidad de los cristianos”. Señalando el significado ecuménico
de la fe de Nicea, el texto expresa la esperanza de una fecha común para la
celebración de la Pascua, que el propio Papa Bergoglio ha pedido en repetidas
ocasiones. De hecho, el n. 43 subraya cómo este 2025 representa para todos los
cristianos “una oportunidad inestimable para subrayar que lo que tenemos en
común es mucho más fuerte, cuantitativa y cualitativamente, que lo que nos
divide: todos creemos en el Dios Trinidad, en Cristo verdadero hombre y
verdadero Dios, en la salvación en Jesucristo, según las Escrituras
interpretadas en la Iglesia y bajo la moción del Espíritu Santo. Todos creemos
en la Iglesia, el bautismo, la resurrección de los muertos y la vida eterna”.
En consecuencia, advierte la CTI en el nº 45, “La divergencia de los cristianos
respecto de la fiesta más importante de su calendario origina daños pastorales
en las comunidades, hasta el punto de dividir a las familias, y suscita
escándalo entre los no cristianos, afectando así el testimonio del Evangelio
que se les transmite”.
“Creemos
como bautizamos; y rezamos como creemos”
Pero acoger la
riqueza de Nicea después de diecisiete siglos lleva también a percibir cómo
aquel Concilio nutre y orienta la existencia cristiana cotidiana: por eso el
segundo capítulo “El símbolo de Nicea en la vida de los creyentes” (nn. 48-69),
de tenor patrístico, explora cómo la liturgia y la oración han sido fecundadas
en la Iglesia desde aquel acontecimiento, que constituye un punto de inflexión
en la historia del cristianismo. “Creemos como bautizamos; y rezamos como
creemos”, recuerda el documento, exhortando a beber hoy y siempre de esa
“fuente de agua viva”, cuyo rico contenido dogmático ha sido decisivo en el
establecimiento de la doctrina cristiana. Y en este sentido, el documento
profundiza en la recepción del Credo en la práctica litúrgica y sacramental, en
la catequesis y la predicación, en la oración y los himnos del siglo IV.
Acontecimiento
teológico y eclesial
A continuación,
el tercer capítulo "Nicea como acontecimiento teológico y como
acontecimiento eclesial" (nn. 70-102) profundiza en cómo el Símbolo y el
Concilio "testimonian el mismo acontecimiento de Jesucristo, cuya
irrupción en la historia ofrece un acceso inédito a Dios e introduce una
transformación del pensamiento humano" y cómo representan también una
novedad en la forma en que la Iglesia se estructura y cumple su misión.
"Convocados por el Emperador para resolver una disputa local que se había
extendido a todas las Iglesias del Imperio Romano de Oriente y a numerosas
Iglesias de Occidente", explica el documento, "por primera vez se
reúnen en Sínodo obispos de todo el Oikouménè. Su profesión de fe y sus
decisiones canónicas se promulgan como normativas para toda la Iglesia. La
comunión y la unidad sin precedentes suscitadas en la Iglesia por el
acontecimiento Jesucristo se hacen visibles y eficaces de un modo nuevo
mediante una estructura de alcance universal, y el anuncio de la buena nueva de
Cristo en toda su inmensidad recibe también un instrumento de autoridad sin
precedentes" (Cf. n. 101).
Una fe
accesible incluso a los sencillos
Por último, en
el cuarto capítulo, "La salvaguardia de una fe accesible a todo el pueblo
de Dios" (103-120), "se ponen de relieve las condiciones de
credibilidad de la fe profesada en Nicea en una etapa de teología fundamental
que arroja luz sobre la naturaleza y la identidad de la Iglesia, en cuanto
auténtica intérprete de la verdad normativa de la fe a través del Magisterio y
guardiana de los creyentes, especialmente de los más pequeños y
vulnerables". Según la CTI, la fe predicada por Jesús a los sencillos no
es una fe simplista y el cristianismo nunca se ha considerado a sí mismo como
una forma de esoterismo reservada a una élite de iniciados, al contrario Nicea
aunque debido a la iniciativa de Constantino representa "un hito en el
largo camino hacia la libertas Ecclesiae, que es en todas partes
una garantía de protección de la fe de los más vulnerables frente al poder
político". En el 325, el bien común de la Revelación se pone
verdaderamente "a disposición" de todos los fieles, como confirma la
doctrina católica de la infalibilidad "in credendo" de los
bautizados. Aunque los obispos tienen un papel específico en la definición de
la fe, no pueden asumirlo sin estar en la comunión eclesial de todo el Pueblo
Santo de Dios, tan querido por el Papa Francisco.
Perennidad
del Primer Concilio Ecuménico
He aquí, pues,
las conclusiones del documento con "una apremiante invitación" a
"anunciar hoy a todos a Jesús, nuestra Salvación" a partir de la fe
expresada en Nicea en una multiplicidad de significados. En primer lugar, la
perenne actualidad de aquel Concilio y del Símbolo que de él brotó radica en
seguir dejándonos "asombrar por la inmensidad de Cristo, para que todos se
asombren" y "reavivar el fuego de nuestro amor por Él" porque
“En Jesús, homoúsios con el Padre, Dios mismo viene a
salvarnos, Dios mismo se ha unido a la humanidad para siempre”; en segundo
lugar, significa no ignorar “la realidad” ni apartarse “de los sufrimientos y
conmociones que atormentan al mundo y parecen comprometer toda esperanza”,
también escuchando la cultura y las culturas; en tercer lugar, significa
hacerse “particularmente atentos a los pequeños entre nuestros hermanos”,
porque “estos crucificados de la historia son Cristo entre nosotros”, es decir,
“los más necesitados de esperanza y de gracia”, pero al mismo tiempo,
conociendo los sufrimientos del Crucificado, son a su vez “apóstoles, maestros
y evangelizadores de los ricos y acomodados”; y, por último, significa anunciar
“como Iglesia” o, mejor dicho, “con el testimonio de la fraternidad”, mostrando
al mundo las maravillas por las que es "una, santa, católica y apostólica”
y es “sacramento universal de salvación”, difundiendo al mismo tiempo el tesoro
de las Escrituras que interpreta el Símbolo, la riqueza de la oración, de la
liturgia y de los sacramentos que derivan del bautismo profesado en Nicea y de
la luz del Magisterio; siempre con la mirada fija en el Resucitado, que triunfa
sobre la muerte y el pecado, y no en los adversarios, pues no hay perdedores en
el Misterio pascual, excepto el perdedor escatológico, Satanás, el divisor. No
es casualidad que el pasado 28 de noviembre, recibiendo en audiencia a los
miembros de la CTI, el Pontífice, elogiando su trabajo, hablara de la utilidad
de un documento destinado a “ilustrar el sentido actual de la fe profesada en
Nicea... para alimentar la fe de los creyentes y, partiendo de la figura de
Jesús, ofrecer también pistas y reflexiones útiles para un nuevo paradigma
cultural y social, inspirado precisamente en la humanidad de Cristo”.
Una jornada de
estudio sobre Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador - 1700 aniversario del
Concilio Ecuménico de Nicea (325-2025), se celebrará precisamente el 20 de
mayo, en la Pontificia Universidad Urbaniana, de 9.00 a 19.30 horas, con la
participación de los teólogos que contribuyeron a la redacción del documento y
otros expertos en la materia.
Fuente: Vatican News