La unidad entre los cristianos, apoyándose y perdonándose mutuamente, atestigua que nadie podrá separar jamás a los fieles «de su amor a Jesús»
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Jerusalén, procesión Domingo de Ramos/AFP or licensors |
El patriarca
latino de Jerusalén, en su mensaje para la procesión del Domingo de Ramos, pide
a los fieles de Tierra Santa que no temen a quienes quieren dividir, excluir o
apoderarse «del alma» de la Ciudad Santa, ya que su vocación es «construir,
unir, derribar barreras, esperanza contra esperanza»
La voz de los
cristianos de Tierra Santa, autóctonos y peregrinos, se alzó ayer desde
Jerusalén para decir con fuerza que no tengan miedo, porque como «hijos de la
luz y de la resurrección, de la vida», se vive en la esperanza y en la
convicción de que el amor «todo lo vence».
El cardenal
Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, con motivo de la
procesión del Domingo de Ramos, dirigió un mensaje a los fieles «de Gaza a
Nazaret; de Belén a Yenín», y también a los de Jordania y Chipre, que «rezan
con nosotros e idealmente han entrado con nosotros en la Ciudad Santa,
Jerusalén», para decir que los cristianos que se encuentran «en los mismos
lugares donde tuvieron lugar los momentos de la pasión de Jesús», estarán
unidos a todos aquellos «que hoy viven su pasión aquí entre nosotros y en el
mundo».
Los
cristianos no tienen miedo
«La pasión de
Jesús – prosigue el mensaje – no es la última palabra de Dios sobre el mundo»,
pero sí lo es la resurrección, algo que los cristianos de Tierra Santa, que se
reunieron con él, pretenden reafirmar. La unidad entre los cristianos,
apoyándose y perdonándose mutuamente, atestigua que nadie podrá separar jamás a
los fieles «de su amor a Jesús».
El mensaje es
tajante: los cristianos no tienen miedo de los que «quieren dividir», de los
que quieren «excluir» ni de los que quieren «apoderarse del alma» de la Ciudad
Santa de Jerusalén, «porque por los siglos de los siglos Jerusalén seguirá
siendo casa de oración para todos los pueblos y nadie podrá poseerla».
Por tanto, los
cristianos, como pertenecientes a la Ciudad Santa, nunca deben estar divididos
de ella, como tampoco pueden estarlo «del amor de Cristo», ya que quienes
pertenecen a ella estarán siempre «entre los que construyen y no derriban, que
saben responder al odio con el amor y la unidad, y que oponen al rechazo la
acogida».
Renovar el
compromiso por la paz y la unidad
Jerusalén,
concluye Pizzaballa, «es el lugar de la muerte y resurrección de Cristo, el
lugar de la reconciliación, de un amor que salva y supera las fronteras del
dolor y de la muerte», y ésta es la vocación de los cristianos: «Construir,
unir, derribar barreras, esperar contra la esperanza».
La invitación
es a no desanimarse, a no perder la esperanza, a no tener miedo, sino a «mirar
hacia arriba con confianza» renovando el «compromiso sincero y concreto por la
paz y la unidad, con la firme confianza en la fuerza del amor de Cristo».
Fuente: Vatican News