Cuando sientas una tentación intensa, no intentes participar en ella ni entretenerte, por el contrario, corre lo más rápido que puedas para alejarte de ella
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Hay momentos en
nuestra vida en los que nos sentimos gravemente tentados a cometer un pecado.
Puede ser cualquier tipo de tentación, como un pecado sexual, o tal vez la
tentación de arruinar la reputación de alguien por un chisme.
Sea lo que sea,
podemos pensar que la mejor manera de combatirlo es enfrentarse a él de frente;
solemos pensar que podemos vencerla con nuestras propias fuerzas.
Desgraciadamente, esa es la peor manera de vencer una tentación e
inevitablemente fracasará, ya que somos demasiado débiles para hacer frente a
una tentación.
¿Cuál es la
mejor estrategia?
¡Corre!
Esto puede
parecer una respuesta débil, pero san Francisco de Sales aconseja a sus lectores en
su Introducción a la Vida Devota que corran tan
rápido como puedan (física o espiritualmente) lejos de la tentación:
"Tan
pronto como te sientas tentado, haz como nuestros niños cuando ven un lobo o un
oso en las montañas. En seguida corren al amparo de su padre o de su madre, o
al menos gritan pidiendo ayuda. Acude tú de igual modo a Dios, reclamando su
compasión y socorro; es el remedio que nos enseñó el mismo Señor: 'Oren para
que no entren en tentación'".
Debemos correr
con todas nuestras fuerzas a los brazos amorosos de la Santísima Madre y de
Jesucristo. Ellos nos envolverán con su ayuda protectora y nos escudarán de la
tentación.
Renuncia
Del mismo modo,
debemos renunciar firmemente a la tentación, no cediendo al poder del Diablo
sobre nosotros:
"No
discutas con tu Enemigo, y dale solo una respuesta, aquella con la que Nuestro
Señor le confundió: 'Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios
adorarás, y a Él sólo servirás'. Del mismo modo que la esposa pura no
respondería ni miraría al asqueroso seductor que se esforzaba por descarriarla,
sino que huiría inmediatamente de él al lado de su marido, sin discutir, sino
adhiriéndose a su legítimo señor con renovada fidelidad".
Huir de una
tentación es humillante, pero ese es el camino hacia la santidad.
Si queremos
seguir a Cristo, tenemos que seguir sus pasos y volvernos
"impotentes" para que Dios pueda obrar a través de nosotros.
Philip Kosloski
Fuente:
Aleteia