“Ésta es la razón por la que tanto Moisés y Elías como el mismo Señor ayunaron durante 40 días: darnos a entender que en Moisés, Elías y en el mismo Cristo, es decir, en la ley, los profetas y el Evangelio, estamos nosotros en el punto de mira, para que no nos acomodemos y adhiramos a este mundo, sino que crucifiquemos el hombre viejo, no entregándonos a comilonas y borracheras, a deshonestidades e inmundicias, a pendencias o envidias, sino revistiéndonos del Señor Jesús, sin hacer caso de la carne y sus apetencias.
Cristiano, vive siempre así en este mundo. Si no quieres hundir tus pasos en el
fango de la tierra, no desciendas de esa cruz. Mas si esto ha de hacerse
durante toda la vida, ¡con cuánto mayor motivo en estos días de Cuaresma, en
los que no sólo se vive, sino que se simboliza esta vida!” (Sermón 205).
“La renuncia a las sensaciones, a los estímulos, a los placeres
y también a la comida y bebida, no es un fin en sí misma. Debe ser, por así
decirlo, allanar el camino para contenidos más profundos de los que ‘se
alimenta’ el hombre interior”, (Audiencia General, miércoles 21 de marzo de
1979).
“Tiempo de Cuaresma, oh Señor: No permitáis que acudamos a las
cisternas agrietadas (Jer. 2,13), ni que imitemos al siervo infiel, a la virgen
necia; no permitáis que el goce de los bienes de la Tierra haga insensible
nuestro corazón al lamento de los pobres, de los enfermos, de los niños
huérfanos y de los innumerables hermanos nuestros que todavía hoy carecen del
mínimo necesario para comer, para cubrir los desnudos miembros, para reunir la
familia bajo un mismo techo” (Radiomensaje del Santo Padre Juan XXIII con
ocasión del inicio de la Cuaresma, 27 de febrero de 1963).
“La Cuaresma es una llamada apremiante a vigilar contra las asechanzas
del Maligno, empuñando las armas de la oración y de la penitencia. Con palabras
de nuestro Padre, muchas veces os he recordado que ‘el demonio no se toma
vacaciones», que no ceja nunca en su empeño de apartar las almas de Dios.
(...)’” (Texto del 2 de febrero de 1985 publicado en Caminar con Jesús al
compás del año litúrgico, Madrid: Ediciones Cristiandad, 2014, pp. 109-112).
“No podemos considerar esta Cuaresma como una época más,
repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único; es una ayuda
divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy,
ahora— una gran mudanza” (Surco, 278).
“Te aconsejo que intentes alguna vez volver... al comienzo de tu
‘primera conversión’, cosa que, si no es hacerse como niños, se le parece
mucho: en la vida espiritual, hay que dejarse llevar con entera confianza, sin
miedos ni dobleces; hay que hablar con absoluta claridad de lo que se tiene en
la cabeza y en el alma (Es Cristo que pasa, 57).
Beato Carlo Acutis
“Nuestra alma es como un globo aerostático. Si por casualidad
hay un pecado mortal, el alma cae al suelo. La Confesión es como el fuego
debajo del globo que permite al alma volver a elevarse. Es importante ir a
confesarse con frecuencia” (Cita publicada por el National Catholic Register).
“La conversión no es más que mover la mirada de abajo hacia
arriba, un simple movimiento de los ojos es suficiente” (Cita publicada por el
National Catholic Register).
Por Diego López Marina
Fuente: ACI