COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "ELOGIO DEL BUEN MAESTRO"

Hace años me impactó la película La ola (Denis Gansel, 2008), que cuenta la historia de un profesor de instituto de una ciudad alemana.

Dominio público
Este, inicia un experimento social en su clase para mostrar que, por extraño que pudiera parecer, no sería imposible que una dictadura como la nacionalsocialista pudiera instaurarse de nuevo entre nosotros. La película, basada en hechos reales, muestra cómo, por el deseo de seguridad de los jóvenes, el experimento consigue su objetivo y, poco a poco, se le empieza a ir de las manos, llegando a crearse un culto al líder. E incluso se llega a que algunos jóvenes comiencen a realizar acciones violentas contra los que no quieren unirse a ellos o se les oponen.

Una cosa que me llamó poderosamente la atención es que, en el desenlace de la película, la protagonista que no ha caído en las redes del experimento señala que ella se ha librado porque no sigue a nadie, sino sólo a sí misma. Pero ¿es esto posible? ¿No es también esto un engaño?

Nadie se ha formado a sí mismo. Todos tenemos uno o varios maestros. El riesgo es no reconocerlo, pues entonces su influencia se hará acrítica y, creyendo que somos totalmente autónomos en nuestra formación, en realidad nos encontramos profundamente condicionados en la ceguera más ignorante. Esta es una trampa muy frecuente hoy, dado que vivimos en un espejismo de autoformación y creemos que estamos en posesión de una verdad a la que hemos llegado por nosotros mismos, cuando estamos tremendamente influenciados a través de redes sociales que forman cámaras de eco que nos devuelven y refuerzan el mismo pensamiento.

Tal vez esta sea la razón de la enorme dificultad que encontramos para dialogar con aquellos que tienen posiciones y visiones de la vida diferentes a las nuestras. Dado que no hemos realizado un ejercicio de crítica y asimilación de las enseñanza de un maestro, nos da un enorme miedo que se muestre que lo que pensamos no es verdadero, pues somos incapaces de autocrítica. La ausencia de reconocimiento de los maestros es la verdadera antesala del totalitarismo.

Jesucristo en cambio nos invita a tener una mirada crítica sobre los maestros para reconocerlos y mirar dónde nos conducen. ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente no, pues los dos caerán a un foso. La mirada crítica comienza con uno mismo, ya que no podemos sacar la espina que otro tiene en el ojo sin descubrir antes la que tenemos delante de nosotros. Entonces, habiendo iluminado y verificado nuestro camino, podremos con humildad acompañar y ser ayuda para otros.

Un buen maestro sabe que no lo sabe todo y que ha tenido que verificar muchas veces sus conocimientos, cambiando de opinión también en ocasiones al descubrir que andaba por camino errado. Quien nunca ha cambiado de opinión y no ha descubierto que estaba en el error, ¿cómo va a ser capaz de ayudar a quienes van por camino equivocado? La búsqueda de la verdad nos hace a todos discípulos unos de otros. Yo puedo decir que en este camino he encontrado en Jesucristo y su Iglesia los maestros que siempre me han enseñado a buscar la verdad.

Estamos faltos de verdadero diálogo social en este tiempo tan lleno de descalificaciones al contrario y “zascas” para intentar cerrarle la boca. Necesitamos aprender a escuchar, a mirar, pues en lo que el otro vive siempre hay un aspecto de verdad que puedo acoger para verificar y responder desde mi propio camino de verificación.

«Cuando se agita la criba, quedan los deshechos; así cuando la persona habla, se descubren sus defectos. La persona es probada en su conversación» (Eclesiástico 27,4). Necesitamos maestros, personas capaces de conversar. De escuchar y de hablar, volviendo a escuchar. Necesitamos tiempos y espacios de conversación. Lo necesitamos en la vida social y en los ámbitos más cercanos: en la escuela, en la parroquia, en la familia, en el pueblo, en el bloque de vecinos… para descubrir los verdaderos maestros «buenos hombres y mujeres que de la bondad que atesoran en su corazón sacan el bien» (Lucas 39,45).

 + Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia