El cardenal
arzobispo emérito de Madrid desarrolló este miércoles las relaciones entre los
monarcas y la Santa Sede
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El cardenal Rouco, durante la inauguración del seminario permanente del CEU sobre Isabel la Católica. Dominio público |
El pasado miércoles
26 de febrero, la Universidad San Pablo CEU acogió desde su campus de Julián
Romea la sesión inaugural del seminario
permanente de Isabel
la Católica, impulsado desde la Comisión para la
beatificación de la reina y organizado por el Instituto de Humanidades Ángel Ayala.
Carlos Gregorio Hernández, director
del Instituto, explicó que el seminario que se inauguró el pasado miércoles
tendrá una “vocación de continuidad” mensual e incluso anual.
Programa
del seminario
En la sesión de apertura, el cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, abordó las relaciones de la Santa Sede con los Reyes
Católicos, cuestión que será seguida de otras tres sesiones a lo largo del
curso, todas ellas en el mismo campus universitario.
La segunda ponencia, prevista para el 26 de marzo de 2025, versará sobre
la política unificadora de los Reyes Católicos y contará con el académico de
número de la Real Academia de la Historia, Miguel
Ángel Ladero Quesada, referente mundial sobre este periodo histórico.
Francisco Juan Martínez Rojas, deán
de la Catedral de Jaén y Presidente de la Asociación de Archiveros de la
Iglesia, ofrecerá una tercera ponencia el 23 de abril que situará a los Reyes
Católicos en la Iglesia de su tiempo.
El curso académico del seminario concluirá el 27 de mayo de 2025, sesión
en la que Luis Argüello, arzobispo
de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal, actualizará la
información sobre la causa de la reina en su ponencia Isabel
la Católica hacia su canonización.
Isabel,
referente de la historia universal
El director del Instituto de Humanidades Ángel Ayala explicó a Religión en
Libertad tras la sesión inaugural que el seminario se desarrolla con dos
objetivos o ejes centrales que contradicen el modus operandi de la militancia
woke en la universidad, acostumbrada al derribo
de figuras históricas como la de los Reyes Católicos.
“Creemos que la reina Isabel la Católica es una personalidad
increíble no solo de la historia de España sino también de la historia
universal. Es un patrimonio que no se valora lo suficiente y queremos llevar su figura a la universidad para
que los jóvenes la conozcan”, destacó Gregorio Hernández. Para hacerlo, el
Instituto de humanidades ha seleccionado a los principales expertos y
referentes actuales ya sea en torno a la figura de los Reyes Católicos o al
proceso de canonización de Isabel, buscando una “profundidad
y calidad” que motive el interés tanto de alumnos como de los mismos
profesores de la universidad.
El cardenal
arzobispo emérito de Madrid es buen ejemplo de ello. Condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica en
2003 y nombrado en 2004 Académico de
Honor de la Academia de la Hispanidad por el Capítulo de la Orden
Militar de los Nobles Caballeros de la Reina Isabel La Católica, el arzobispo
emérito es también dotor Honoris Causa en
varias universidades y doctor por la Universidad de Múnich en “Iglesia y Estado en la España del siglo XVI”.
La
unidad religiosa, objetivo primordial de los Reyes Católicos
La unidad religiosa fue uno de los aspectos que más destacó el arzobispo
emérito en torno a la relación de la Santa Sede con los Reyes Católicos. Así,
frente a los futuros planteamientos absolutistas, Isabel y Fernando
consideraban que la ley divina estaba
por encima del propio rey.
“Lo que querían ellos era que sus reinos, ya unidos, tuviesen una
coherencia interna que evitase que se repitiese el ataque impulsado por el
islam, pero también en torno a la profesión de la comunión en la fe. Para los
Reyes Católicos, una España unida exigía
la cruz, “una España religiosamente unida”, puntualizó el cardenal.
El
islam, amenaza a la unidad
Solo comprendiendo el deseo de unidad religiosa de los Reyes Católicos se
entiende que el islam, tanto en política interior como exterior, fuese un
asunto “de suma importancia” para los
monarcas.
El arzobispo emérito remarcó la creciente
amenaza de signo musulmán que suponía el imperio turco para la
Cristiandad, amenaza que se materializó en la caída de Constantinopla y que
pronto se extendió por el Adriático y el Mediterráneo.
Unidos en
matrimonio, explicó, “los reyes se
propusieron como punto final la reconquista de Granada, a la vez que
se hacían cargo de que había que frenar el nuevo impulso de la conquista
musulmana de la Cristiandad”. En este sentido, el intento de recuperar la posibilidad de visitar los santos
lugares se convirtió para Isabel y Fernando en un asunto “de suma
importancia”, lo que también quedó plasmado en acontecimientos como el
descubrimiento de América.
Detrás de esta empresa, explicó Rouco, se encontraba el apoyo a Colón y la
búsqueda de acceso a las indias, “abriendo así una
puerta estratégica que cogiese por la espalda al imperio turco y
permitiese conseguir la entrada a Asia menor y recuperar los santos lugares.
“En el fondo del descubrimiento de América palpita el ideal de cruzada”,
sintetizó el cardenal.
La
Inquisición, herramienta de unidad
Junto con la amenaza islámica, también la población judía de Aragón y
Castilla amenazaba la unidad religiosa y espiritual a la que aspiraban Isabel y
Fernando, y la Inquisición fue,
al margen de la leyenda negra, una forma de buscarla “no por medios militares o
por la fuerza, sino por una unidad institucional” que aspiraba a que la nación “compartiese las respuestas a la
búsqueda del sentido de la vida”.
Una unidad a la que los llamados judaizantes -judíos
aparentemente conversos que mantenían su doctrina y proselitismo- no
contribuían.
“La solución que se planteó era que quien no se convirtiese tenía que
dejar España. Muchos se convirtieron
solo externamente y en la intimidad judaizaba”, explicó el cardenal, siendo
así “mucho más peligrosos de cara al objetivo de la unidad interna y
espiritual”.
Para solventarlo, los Reyes Católicos recurrieron a la Inquisición,
logrando que fuese dependiente de Castilla y no de la Santa Sede, además con el
apoyo del papado.
“Para la reina fue de máxima importancia…Tenía una vida
espiritual muy intensa y piadosa, de oración diaria y permanente. Tenía como
consejero a Fray Hernando de Talavera y esto fue un problema de conciencia de
máxima importancia en este contexto de preocupación
por la Cristiandad”; remarcó Rouco. Especialmente que el tribunal
contribuyese y no perjudicase la unidad y cosmovisión interna.
Reforma
eclesiástica y control del poder abusivo del clero
El arzobispo emérito remarcó en varias ocasiones que los enemigos de la unidad religiosa no eran
exclusivamente externos como las amenazas turca o judaizante, sino que también
se encontraban asentadas en el mismo corazón
de la Iglesia de los reinos españoles, careciendo muchos de sus
miembros de una “unidad espiritual y teológica” definida.
Como ejemplo de ello, mencionó el más que extendido problema de los beneficios eclesiásticos. El primero estaba
centralizados en la curia romana y terminó generando “abusos tremendos” como acumulación de rentas o la concesión de
los mismos a párrocos que o bien eran extranjeros y sin residencia en España
sin acudir nunca a su puesto. El abuso
del fuero eclesiástico sería otro de los campos que los Reyes
Católicos buscaron regular, haciendo de la reforma eclesiástica otro de los
ejes de sus relaciones con la Santa Sede.
Finalmente, Rouco Varela detalló cómo los Reyes Católicos obtuvieron de
Roma el derecho parcial de patronato y
presentación que obtendría de forma total Carlos I, consiguiendo que
los candidatos a obispos y los titulares de oficios eclesiásticos no solo
fuesen súbditos de los Reyes y naturales de los reinos, sino también “personas verdaderamente santas, cuya vida
fuese cada vez más acorde con lo que son las consecuencias de vida de ser
cristiano”.
Finalmente el cardenal remarcó un plano menos institucional de los reyes
pero que también influyó enormemente en sus relaciones con la Santa Sede, ya
que “manteniendo su fidelidad, su fe, y su
vida cristiana heroica muchas veces en el plano privado y público, no
invocaban su autoridad para obtener las pretensiones, sino que pedían a la
Santa Sede fórmulas y derechos especiales”.
Del mismo modo, influyó también la consideración que de sí mismos tenían
Isabel y Fernando como “responsables no solo del bien material del reino, sino
del bien espiritual y de la salvación de
sus súbditos”, lo que la reina vivió especialmente a la hora de tomar
decisiones en el orden político. “Querían vivir todo eso como expresión de su
fe, por el bien material y espiritual de su reino”, remarcó Rouco Varela.
José María Carrera
Fuente: ReL