6 microhábitos para fortalecer la fe: registra tus peticiones, pide cosas grandes o sé agradecido
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La fe es como
un músculo de nuestro cuerpo, si no lo usamos o lo ejercitamos con
frecuencia, se debilitará y perderá su eficacia.
Jesús dijo que
la fe que es del tamaño de un grano de mostaza podía mover montañas. Sin
embargo, si queremos que esa fe minúscula mueva objetos o circunstancias del
tamaño de montañas, debemos fortalecerla utilizándola en las cosas
pequeñas para que crezca y conquiste las cosas grandes.
Jesús, además,
también dijo que si somos "fieles en lo poco", se nos dará más... y
que "a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero al
que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". Si ejercitamos la fe
en las cosas más pequeñas, estaremos preparados para recibir la fe para
las cosas más grandes.
El portal Crosswalk enumera seis "mini" hábitos para
fortalecer nuestra fe en el día a día:
1. Sé
agradecido por lo recibido y lo no recibido
Si quieres que
tu fe crezca, no pongas condiciones a las cosas por las que debes estar
agradecido. Obedece a 1 Tesalonicenses 5:18, que ordena "dar gracias en
todo, porque esta es la voluntad de Dios".
Todos conocemos
personas que pasan por momentos difíciles. Es gente que agradece a Dios cuando
la vida es buena, pero que cuestiona su fe cuando las circunstancias
empeoran. La voluntad de Dios es que seamos agradecidos en todo,
eso hará crecer nuestra fe y nos hará parecernos más a Jesús.
Ser agradecido
en todas las circunstancias –incluso en las incómodas y dolorosas– hace
que te puedas convertir en luz para este mundo oscuro y cínico.
2. Recuerda
las veces que Dios te ha ayudado
La acción del
maligno consiste siempre en robarnos la memoria. Por eso, a lo largo de las
Escrituras, Dios ordena a su pueblo que recuerde las cosas que Él hizo por
ellos. Les dijo que construyeran altares para contarles a sus hijos, y a los
que los sucedieran, las grandes cosas que Dios había hecho. Dios sabía
que éramos personas propensas a olvidar y a flaquear en nuestra
fe.
Por eso, si
recordamos todo lo que Él ha hecho, estaremos más abiertos a recibir la fe la
próxima vez que surjan circunstancias difíciles. Puedes hacer esto
escribiendo tus propias bendiciones y poniéndolas en un frasco o en
una caja decorada. Haz que sea un asunto familiar. Al recordar lo que Dios hizo
en el pasado, estás fortaleciendo tu fe en lo que Dios puede hacer en tu
presente y en tu futuro.
3. Registra
tus peticiones con sus respuestas
Cuanto más
hablamos con Dios en la oración, más crece nuestra fe. Y cuanto más contamos lo
que Él hizo con nuestras oraciones, más fuertes se vuelven nuestra vida de
oración y nuestros músculos de fe. Empieza a registrar tus peticiones
en un diario o en una hoja de papel que guardes en tu Biblia.
Escribe la
fecha de tu petición. Luego, resalta aquellas peticiones que fueron
respondidas con un bolígrafo amarillo y escribe la fecha en las que
fueron respondidas. El hecho de que Dios no haya dicho "sí" a una
petición no significa que no la haya respondido.
A veces, Su
"no" o Su "espera" son bendiciones disfrazadas. Ver –y
escribir– cómo Dios respondió tus oraciones puede fortalecer tu fe en
el Dios que promete que "no niega ningún bien a los de conducta
intachable" (Salmo 84:11).
4. Tómate un
tiempo para alabar a Dios cada día
Esto es
diferente a agradecer a Dios. La alabanza es adorar a Dios por quién es, no
solo agradecerle por lo que ha hecho. Nuestra gratitud a veces puede estar
centrada en nosotros y en lo que queremos y en cómo Dios nos ayudó. Pero
la alabanza nos saca de escena y se centra en el carácter y en los atributos de
Dios.
Hay muchas
maneras de alabar a Dios de manera creativa. Por ejemplo, alábalo a través del
alfabeto, eligiendo una letra al día: "Dios, eres Capaz. Eres Compasivo.
Eres Cariñoso. Eres el Consolador". Al alabarlo y recordarte a ti mismo
Sus atributos, estás recordando tus razones para tener fe en Él.
5. Pídele
cosas grandes
Las Escrituras
nos dicen que no tenemos "porque no pedimos". Dios está esperando a
que pidamos algo tan grande de lo que estemos convencidos que solo Él
podía dárnoslo.
Pídele algo
específico y demasiado grande para que no lo consigas por tu cuenta, y
fortalecer así tu fe cada vez que seas testigo de la intervención de Dios.
Para que te des cuenta de que no fue una coincidencia o el resultado de
tus propios esfuerzos.
Desata las
maravillas de Dios pidiendo lo que sólo Él te puede dar. Pide según la voluntad
de Dios. Es el Dios de lo imposible. Y sin fe, es imposible
agradarle. Así que, agrada Su corazón –y fortalece tu fe– pidiendo en
grande.
6. Susurra
su nombre
Hay momentos en
los que necesitamos a Dios, pero no sabemos qué decir ni por dónde empezar.
Comienza diciendo Su nombre y expresando el clamor de tu corazón. Jesús
responde a Su nombre cuando Sus seres queridos lo invocan.
"Jesús, te
necesito" o "Jesús, dame un corazón para Ti", o la Oración del
Peregrino: "Jesús, hijo de David, ten piedad de mí que soy un
pecador". Llamarlo con la misma frecuencia con la que respiramos es una
de las formas más sencillas de sentir Su presencia y de recordarnos que está
ahí.
Fuente: ReligiónenLibertad