Cuando se presentó el teléfono inteligente, muchos estaban
entusiasmados con las posibilidades y lo miraban con admiración y asombro.
En su
momento se vio una herramienta que cambiaría el mundo, haciendo la vida de
todos más fácil y ayudando a todos a alcanzar una mayor cantidad de felicidad en
esta vida.
Muchos aún
sostienen esta opinión, pero cada vez más personas ven los efectos secundarios negativos del
uso excesivo de teléfonos inteligentes.
El problema
es que los teléfonos inteligentes son extremadamente adictivos y es difícil
dejarlos de lado por más de unos pocos segundos.
Para muchos
de nosotros, no podemos ir a ningún lado sin él, incluso llevándolo con
nosotros cuando vamos al baño.
Desde un
punto de vista espiritual, ¿hay algo malo en ser adicto a un
teléfono inteligente?
¿No es sólo
"diversión y juegos"?
En cierto
modo, el uso de un teléfono inteligente se puede clasificar en la categoría de
"diversión" o "entretenimiento". Contiene muchas
aplicaciones que nos permiten desconectar del mundo que nos rodea.
Sin embargo,
el uso excesivo de un teléfono inteligente en algún momento comienza a jugar en
nuestra contra.
San
Francisco de Sales escribió sobre el peligro de pasar demasiado tiempo en
diversiones en su Introducción a la vida devota :
[E]l debe
evitarse el exceso , ya sea en el tiempo que se les dedica ,
o en la cantidad de interés que absorben ;
porque si se dedica demasiado tiempo a tales cosas, dejan de ser una recreación y
se convierten en una ocupación; y lejos de descansar y restaurar la mente o el
cuerpo, tienen precisamente el efecto contrario.
Explica
además que lo peor que podemos hacer es entregar nuestro corazón a semejante
diversión.
Pero, sobre
todo, ten cuidado de no poner tu corazón en ninguna de estas cosas, porque por
muy lícita que sea una diversión, es incorrecto entregar el corazón a ella .
No es que no quisiera que disfrutaras de lo que estás haciendo (no sería otra
diversión), pero no quiero que te absorba, ni que te apasiones ni te
entusiasmes demasiado con ninguna de estas cosas.
¿Nuestro
smartphone tiene nuestro corazón?
¿O nuestro
teléfono inteligente nos distrae y nos impide cumplir con nuestras obligaciones
en el trabajo o en casa?
¿Preferiríamos
estar en nuestro teléfono inteligente o sentados en un banco para asistir a la
misa del domingo?
Dios no dio
un mandamiento: “No usarás demasiado tu teléfono inteligente”, pero sí nos dio
la facultad de la razón y a la Iglesia para guiarnos.
La próxima
vez que vayas a confesarte, cuéntale al sacerdote sobre tu obsesión con tu
teléfono inteligente y él podrá ayudarte a discernir si es
pecado o no.
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia