Hay que fundir el “yo” más profundo para recrear nuestro nuevo “nosotros”: original, único e irrepetible
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Aquí está la
famosa frase inicial de la novela de León Tolstoi, Ana
Karenina: “Todas las familias felices son iguales; cada familia
infeliz es infeliz a su manera”. Mientras celebramos la festividad de la
Sagrada Familia este domingo, podríamos reflexionar: ¿Existe una conexión entre
una familia feliz y una santa… y puede esa conexión ayudar a convertir una
familia infeliz en una feliz?
La santidad es
la perfección de la caridad, y los miembros de la Sagrada Familia manifiestan
su santidad en el amor que muestran a Dios y entre sí.
San José:
Esperanza
San José es un
modelo del papel indispensable de la entrega de sí mismo en
la santidad y la felicidad de una familia. San José quiso anteponer el plan de
Dios al suyo propio, viviendo la providencia de Dios como su prioridad y
esperanza. San Pablo VI escribió:
La paternidad
de José se expresa concretamente en el haber hecho de su vida un servicio, un
sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora unida a ella…
en el don total de sí mismo, de su vida y de su obra; en haber transformado su
vocación humana al amor doméstico en oblación sobrehumana de sí mismo, oblación
de su corazón y de todas sus capacidades en amor puesto al servicio del Mesías
que crece en su casa.
San José es un
padre santo. «José no sólo tenía el nombre de padre de Jesús», señala san Juan
Damasceno, «sino que también tenía la realidad de ello, tanto como cualquier
hombre puede tenerla». Pero la paternidad de José no era según su propia
concepción.
José es padre
en el orden sobrenatural, no según la naturaleza, sino según el espíritu. Es
padre en el sentido más noble, más sublime y más divino. El vínculo que lo une
a su augusto Hijo es mayor y, por tanto, más íntimo y más fuerte que un vínculo
físico (Mons. Giacomo Sinibaldi, +1928).
Como observó J.
R. R. Tolkien: “El vínculo entre padre e hijo no es sólo de carne perecedera:
debe tener algo de aeternitas ”. El santo abandono
de José hizo realidad ese vínculo de aeternitas .
De hecho, lo
que comenzó en Nazaret debe continuar por siempre. “El matrimonio de María y
José”, dice san Alberto Magno, “fue ordenado para que todos los hombres
consideren a san José como su padre, así como reconocen a María como su madre”.
Santa Teresa de Ávila coincide: “Así como san José, teniendo el título de padre
y siendo custodio de Jesús, podía darle órdenes, así ahora en el cielo Jesús
cumple todas las peticiones que José le presenta”.
La Santísima
Madre: La fe
San Juan Pablo
II subraya que “María es la Theotokos [Portadora de Dios], no sólo porque
concibió y dio a luz al Hijo de Dios, sino también porque lo acompañó en su
crecimiento humano”. La santidad con la que la Madre de Dios creyó y vivió su
fe ayudó al crecimiento de su Hijo como ninguna otra cosa.
Caryll
Houselander reflexiona sobre la santa maternidad de María:
Habría sido
insoportable sostener a ese Niño en sus brazos sabiendo que debía partir hacia
una vida de sufrimiento y una muerte cruel si no fuera por su fe en su Padre
celestial; si no fuera por su certeza de que las manos de Dios siempre lo
sostendrían y que las manos de Dios, por increíble que pareciera, lo
sostendrían aún más tiernamente, aún más firmemente, que las de ella. Este
conocimiento es necesario para la paz de toda madre.
La Santísima
Madre comunicó esa certeza a su Hijo. Al mirar a su Madre en las bodas de Caná,
Jesús recibió de su santa intervención un renovado ardor para llevar a cabo su
misión. La noche antes de morir, ¿podría ser que Jesús encontró la fuerza para
orar No se haga mi voluntad, sino la tuya ,
recordando cómo su Madre oraba todos los días: He aquí a tu
Madre, hágase en mí según tu palabra ? Y en las palabras del
Señor He aquí a tu Madre , Jesús crucificado comparte
con nosotros, no sólo la maternidad de María, sino el mismo consuelo que él
mismo recibe de la santidad de su Madre.
Tal vez San
Pablo aprendió estos versos de la Santísima Virgen María, que expresan la
singular santidad de la Madre de Dios:
El Niño
Jesús: El Amor
Las familias
felices lo son porque han encontrado un amor que les permite superar las cosas
que hacen infelices a las personas: la mezquindad, el egoísmo, el rencor, la
envidia y todas las demás cosas que envenenan las relaciones humanas. La
Sagrada Familia es santa porque posee ese Amor de
manera permanente. Lo que hace santa a la Sagrada Familia es tener a Jesucristo
como centro de su vida.
Toda Sagrada
Familia abraza una Presencia dada por la misericordia de Dios y vive del poder
de esa Presencia.
En palabras de
Madre Elvira Petrozzi (+2023):
Aunque el
camino al principio sea cuesta arriba, sabemos que se puede hacer si sabemos
permanecer de rodillas ante Aquel que nos habla, que nos consuela, que nos
reprocha, que nos acoge, que nos levanta y que está en la voz de nuestra
conciencia. Si dejamos que Cristo habite en nosotros, Él podrá sanar nuestras
heridas, transformar nuestra fragilidad e iluminar nuestro corazón y nuestra
mente con la luz de su verdad. Él fundirá el “yo” más profundo para recrear
nuestro nuevo “nosotros”, original, único e irrepetible. Ésta es, pues, la
familia cristiana.
Padre Peter John
Cameron, OP
Fuente: Aleteia