Este 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, el Santo Padre presidió la celebración Eucarística en la Basílica de San Pedro con los nuevos Cardenales
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El Pontífice
dijo que, “a María Inmaculada, y le pedimos que su Corazón lleno de amor nos
conquiste, que nos convierta y haga de nosotros una comunidad donde la
filiación, la esponsalidad y la maternidad sean regla y criterio de vida”.
“La Inmaculada
pues no es un mito, ni una doctrina abstracta, ni un ideal imposible; sino que
es la propuesta de un proyecto hermoso y concreto, el modelo plenamente
realizado de nuestra humanidad, a través del cual, por gracia de Dios, todos
podemos contribuir para mejorar nuestro mundo”, lo dijo el Papa Francisco en su
homilía en la Santa Misa que presidió en la Basílica de San Pedro con los
nuevos Cardenales, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima
Virgen María.
El misterio
del corazón inmaculado de María
En su homilía,
el Santo Padre recordó que, de muchas maneras, a lo largo de los siglos, con
palabras e imágenes, los cristianos han intentado representar el “misterio del
corazón inmaculado de María”, destacando la gracia y la dulzura en las
facciones de la “Bendita entre todas las mujeres, por medio de los rasgos
somáticos y las categorías de muy diversas razas y culturas.
“Y de hecho
la Madre de Dios —como observó san Pablo VI— nos muestra ‘lo que todos tenemos
en el fondo del corazón: la imagen auténtica de la humanidad […] inocente,
santa, […] porque su ser es todo armonía, candor, sencillez; así es María: todo
armonía, candor, sencillez; es todo transparencia, amabilidad, perfección; es
todo belleza’”.
Miremos a la
Inmaculada como hija
De ahí, el
Pontífice invitó a contemplar esta belleza y perfección de la Madre de Dios a
la luz de la Palabra de Dios, en tres aspectos de la vida de María que hacen
que sea para nosotros cercana y familiar: el ser hija, esposa y madre. Y
señalando que los textos bíblicos no hablan de la infancia de María, el Papa
indicó que, el Evangelio, en cambio, nos la presenta ingresando en la historia
como una chica joven, rica de fe, humilde y sencilla.
“Es la
‘virgen’, en cuya mirada se refleja el amor del Padre y en cuyo corazón puro,
la gratuidad y el agradecimiento, son el color y el perfume de la santidad.
Aquí la Virgen se nos muestra hermosa como una flor, como una flor crecida de
manera desapercibida y finalmente lista para abrirse en la total entrega de sí.
Porque la vida de María es un continuo don de sí”.
«Yo soy la
servidora del Señor»
Esto nos
conduce a la segunda dimensión de su belleza, precisó el Santo Padre, la de
esposa, es decir, aquella que Dios eligió como compañera para su proyecto de
salvación. Y Ella respondió diciendo: «Yo soy la servidora del Señor».
“Servidora”, precisó el Papa, no en el sentido de “sometida” y “humillada”,
sino de persona “fiable”, “estimada”, a quien el Señor le confía los tesoros
más queridos y las misiones más importantes.
“Su belleza
pues, poliédrica como la de un diamante, revela un nuevo aspecto: el de la
fidelidad, la lealtad y el cuidado que caracterizan el amor recíproco de los
esposos. Tal como lo concebía san Juan Pablo II, cuando escribía que la
Inmaculada «aceptó la elección para Madre del Hijo de Dios, guiada por el amor
esponsal, que “consagra” totalmente una persona humana a Dios»”.
María
siempre presente en la vida de Jesús
Y la tercera
dimensión de la belleza de María que el Papa Francisco propuso fue el de ser
madre. Este es el modo más común en que la representamos, dijo el Papa, con el
Niño Jesús en brazos, o bien, en el belén, inclinada sobre el Hijo de Dios
acostado en un pesebre.
“Siempre
presente junto a su Hijo en todas las circunstancias de la vida: cercana en el
cuidado y escondida en la humildad; como en Caná, donde intercede por los
esposos; en Cafarnaúm, donde es alabada por su escucha de la Palabra de Dios; o
al pie de la cruz, la madre de un condenado, donde el mismo Jesús nos la
entrega como madre. Aquí la Inmaculada es hermosa en su fecundidad, es decir,
en su saber morir para dar vida, en su olvidarse de sí misma para cuidar a
quien, pequeño e indefenso, se aferra a Ella”.
La
Inmaculada no es un mito, es un proyecto
El riesgo, sin
embargo, señaló el Santo Padre, sería pensar que se trate de una belleza
lejana, demasiado alta, inalcanzable. Pero no es así. Y por el Bautismo somos
liberados del pecado y hechos hijos de Dios, y somos invitados a dar lugar al
Señor en nuestros proyectos y a acoger como María, con ternura materna a todos
los hermanos y hermanas que encontramos en nuestro camino.
“La
Inmaculada pues no es un mito, ni una doctrina abstracta, ni un ideal
imposible; sino que es la propuesta de un proyecto hermoso y concreto, el
modelo plenamente realizado de nuestra humanidad, a través del cual, por gracia
de Dios, todos podemos contribuir para mejorar nuestro mundo”.
La
presunción de autosuficiencia
Lamentablemente,
observó el Papa Francisco a nuestro alrededor vemos cómo la pretensión del
primer pecado, el de querer ser “como Dios”, sigue hiriendo a la humanidad, y
cómo esta presunción de autosuficiencia no produce ni amor, ni felicidad.
“¿De qué
sirve tener dinero en el banco, comodidades en los departamentos, falsos
“contactos” en el mundo virtual, si luego los corazones permanecen fríos,
vacíos o cerrados? ¿De qué sirven los altos niveles de crecimiento financiero
de los países privilegiados, si medio mundo muere a causa del hambre y de la
guerra, mientras los demás se quedan mirando con indiferencia? ¿De qué sirve
viajar por todo el planeta, si luego cada encuentro se reduce a la emoción del
momento, a una fotografía que ya nadie recordará al cabo de algunos días o
algunos meses?”
Que María
Inmaculada nos conquiste
Finalmente, el
Pontífice invito a todos aquellos que contemplamos a María Inmaculada, le
pedimos que su Corazón lleno de amor nos conquiste, que nos convierta y haga de
nosotros una comunidad donde la filiación, la esponsalidad y la maternidad sean
regla y criterio de vida; donde las familias se reúnan, los esposos compartan
todo, los padres y las madres estén presentes, en carne y hueso, cercanos a sus
hijos.
“Esta es la
belleza de la que nos habla la Inmaculada, esta es la “belleza que salva al
mundo” y frente a la cual también nosotros, como María, queremos responder al
Señor: Heme aquí, «que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38)”.
Pastores al
servicio de la Iglesia universal
Antes de
concluir su homilía, el Papa Francisco saludó a los nuevos cardenales, a
quienes les ha pedido que lo ayuden en el servicio de Pastor de la Iglesia
universal.
“Vienen de
numerosas partes del mundo, portadores de una única Sabiduría con muchos
rostros, para contribuir al crecimiento y a la extensión del Reino de Dios.
Encomendémoslos de manera particular a la intercesión de la Madre del
Salvador”.
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News