Francisco dio la bienvenida a las delegaciones que donaron los símbolos navideños para la Plaza de San Pedro y el Aula Pablo VI
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Los
representantes de la embajada de la «atormentada» Palestina ante la Santa Sede
estuvieron presentes para los nacimientos procedentes de Belén: son un recuerdo
«con lágrimas en los ojos» de quienes sufren «el drama de la guerra».
El árbol de
Navidad, con sus anillos que simbolizan la sucesión de generaciones de
creyentes, arraigadas «en torno al único origen, Jesús». El pesebre, que narra
el misterio de Dios hecho hombre, encarnando su pobreza «hasta lo más
profundo». Las escenas de la Natividad provenientes en gran parte de Belén que
evocan, «con lágrimas en los ojos», el «drama de la guerra». Estos fueron los
temas centrales del saludo del Papa Francisco a las delegaciones que han donado
los símbolos navideños para la Plaza de San Pedro y el Aula Pablo VI, recibidos
hoy, 7 de diciembre, en la gran sala decorada para las próximas fiestas.
El saludo a las
autoridades presentes
El encuentro,
que precede la inauguración que tendrá lugar hoy a las 18.30 horas, representa
el primer acto de la iniciativa «Natividad de Belén 2024». El Papa saludó a los
representantes institucionales de Grado y Ledro, los pequeños municipios de los
que proceden la representación del Nacimiento y el abeto de 29 metros que anima
la plaza de San Pedro. A continuación, dio la bienvenida a la delegación de la
embajada del Estado de Palestina ante la Santa Sede - «la atormentada
Palestina», añadió el Papa - en representación de la ciudad de Belén, de donde
proceden los otros nacimientos, y a todas las demás autoridades civiles y
eclesiásticas presentes. Entre ellas, el presidente del consejo regional de
Friuli Venecia Julia, el presidente de la provincia de Trento, el arzobispo de
Gorizia y los representantes especiales del presidente de Palestina, Mahmud
Abbas. Él, recordó Francisco, «vino aquí varias veces».
Los anillos del
árbol como la sucesión de generaciones de cristianos
Deteniéndose en
el árbol Francisco destacó su «majestuosa solemnidad», recordando su poda
realizada «respetando los principios ecológicos de la reposición natural del
bosque». Los anillos del tronco, expresó, ofrecen «una bella imagen» de la
Iglesia: «pueblo y cuerpo» que difunde «la luz de Cristo» a través de la
sucesión de generaciones de creyentes.
Las antiguas
dieron vida a las jóvenes, las jóvenes abrazan y protegen a las antiguas, en
misión en el mundo y en camino hacia el Cielo. Así es como va hacia adelante el
santo pueblo fiel de Dios.
La encarnación
de Dios a través de los «débiles» recursos humanos
A la sombra del
abeto se encuentra el pesebre, que, siguiendo la tradición de Grado, reproduce
una «casona», típica vivienda de barro y cañas de las pequeñas islas lagunares
friulanas donde los pescadores compartían las «alegrías y penas» cotidianas del
«duro trabajo». Una referencia más a la Navidad, «en la que Dios se hace hombre
para compartir plenamente nuestra pobreza», construyendo su Reino «a través de
los débiles recursos de nuestra humanidad, purificados y fortalecidos por su
gracia» y no por «medios poderosos».
«Apretujándose
un poco» en la Iglesia hay «lugar para todos»
El Papa destacó
la necesidad histórica de una embarcación para desplazarse entre una casona y
otra. «Y también para llegar a Jesús se necesita una barca: la Iglesia»,
añadió. A Él «nunca» se llega solo, sino siempre «en comunidad», zarpando en
esa «pequeña gran barca que Pedro sigue guiando y a bordo de la cual,
apretujándose un poco, siempre hay lugar para todos».
En la
Iglesia siempre hay lugar para todos. Algunos dirán: «¿Pero para los
pecadores?». Esos son los primeros, son los privilegiados, porque Jesús vino
para los pecadores, para todos nosotros, no para los santos. Para todos. No se
olviden de esto. Todos, todos, todos dentro.
De los belenes
al «drama de la guerra»
Mirando
finalmente a los pesebres provenientes de Belén, el Papa constató que, aún en
su diversidad, existe «el mismo mensaje de paz y de amor «dejado por Jesús. Son
un recuerdo para quienes, «en la tierra donde nació el Hijo de Dios», sufren
«el drama de la guerra».
Con lágrimas
en los ojos elevamos nuestra oración por la paz. ¡Basta de guerras, basta de
violencias!
La industria
armamentística y el llamamiento a la paz
Francisco
concluyó relanzando un dato muchas veces subrayado, que ve «la fábrica de
armas» como una «de las inversiones que más ganancias da».
Ganar por
matar... pero ¿cómo es posible? ¡Basta de guerras! Que haya paz en todo el
mundo y para todos los hombres, a quienes Dios ama.
Edoardo
Giribaldi - Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News