Juan Manuel Gutiérrez, seminarista, se curó en 2017, pero la investigación se demoró
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Pier Giorgio Frassati, que murió en 1925 con 24 años, será
canonizado cien años después, en 2025. Para la Iglesia es un modelo de
joven católico: montañero, escalador, deportista, laico de espiritualidad
dominica y miembro de la Acción Católica, que destacó por sus virtudes en
grado heroico y santidad de vida, volcado en los pobres.
El milagro que permite esta canonización sucedió en 2017,
está documentado y observado con toda la capacidad de la tecnología moderna en
EEUU. El milagrado es Juan Manuel Gutiérrez, que entonces era un
seminarista en el seminario St. John en Camarillo, California, donde
se forman aspirantes al sacerdocio de las distintas diócesis de California. Ha
contado ahora la historia del milagro, con detalle, Pablo Kay en Angelus News, el digital de la diócesis de
Los Ángeles, en inglés.
De México al seminario en California
Juan Manuel Gutiérrez nació en 1986, en Texcoco, en la
periferia de Ciudad de México. Sus padres se separaron cuando él tenía 2
años. Con 19 años, Juan Manuel llegó a Estados Unidos buscando reunirse
con su padre en Omaha. Allí, invitado a un retiro de fin de
semana, volvió a la fe católica de su adolescencia. Y notó que algo le
llamaba insistentemente al sacerdocio: en 2013, con 27 años, entró en la la
Casa de Formación Juan Diego, se graduó en 2017, y pasó con sus compañeros al
Seminario de San Juan.
El accidente
A Juan Manuel de joven le había gustado jugar a fútbol y
baloncesto y se animó a apuntarse a estos juegos en el seminario. El 25 de
septiembre de 2017, pisó la cancha sin calentar mucho, y a los pocos
minutos de juego, sintió como si le golpearan el tobillo derecho,
seguido de un sonido raro, un "¡pop!".
Desde ese momento ya no podía caminar con normalidad.
Primero pensó que no sería grave, pero esa noche le dolía y no pudo
dormir. Días después, en el hospital la radiografía no mostró ningún
hueso roto. Un médico le recetó analgésicos. Le dijeron que probablemente se
había desgarrado un músculo.
En el seminario, un compañero, René Haarpaintner, viudo de
50 años que había dejado la medicina al entrar en el seminario, le recomendó
caminar con muletas. "Estaba hinchado por todas partes y realmente
no podía palpar gran parte porque la hinchazón era tan grande que todo
estaba azul", recuerda Haarpaintner.
Le recomendó unos estiramientos, pero resultaban muy
dolorosos. Aquí ya Haarpaintner sospechó de una lesión de ligamentos. Tras un
mes de descanso y con una escayola prestada en el pie, Juan Manuel pudo hacerse
una resonancia magnética: se comprobó que tenía un desgarro grave en el
tendón de Aquiles.
Le hablaron de cirugía, que en EEUU es carísima,
y que le bloquearía en su rendimiento académico. Pasó esa noche en su
habitación buscando en Google “lesiones del tendón de Aquiles”, historias
de infecciones y sangre que le asustaban.
Una idea tras la misa
Al día siguiente, 1 de noviembre, Día de Todos los
Santos, tras la misa, se quedó rezando y pensó: "Creo que necesito
ayuda desde arriba". Y le vino un pensamiento: "¿Por qué no haces
una novena?" Él de niño había rezado novenas muchas veces
a distintos santos. Pero ¿a quién rezarla? "Tenía un susurro en mi
cabeza que me decía: ‘¿Por qué no vas a ver al beato Pier Giorgio
Frassati?’. Recuerdo que pensé: ‘Sí, es una buena idea’".
Juan Manuel Gutiérrez no tenía ninguna devoción personal por
Frassati. Lo había conocido de la misma manera que había conocido a tantos
otros santos: viendo videos de YouTube.
Frassati:
rico, escalador, activo en caridad
Frassati nació en Turín, Italia, en 1901, hijo de
Alfredo Frassati, periodista que fundó el diario La Stampa,
y luego político y diplomático. Su padre era agnóstico y masón, pero Pier Giorgio Frassati desde niño
fue muy devoto de la Eucaristía, iba a misa diaria y rezaba horas ante el
Santísimo Sacramento. Su lema era "Hacia lo alto":
le servía para la escalada de montaña y para la fe.
Tenía dinero, y lo usaba en ayudar a los pobres de la
zona. Murió en 1925 de polio, quizá contagiada visitando enfermos en
los barrios marginales de Turín. Cientos de pobres de la ciudad siguieron su
ataúd durante la procesión fúnebre.
Juan Pablo II, él mismo un enamorado de la montaña y
apasionado por dar modelos a los jóvenes, impulsó su causa. Cuando los restos
de Frassati fueron trasladados a la Catedral de Turín en 1981, su cuerpo fue
encontrado incorrupto. Juan Pablo II lo beatificó en 1987, reconociendo su
intercesión milagrosa en la curación de tuberculosis de un hombre.
No rezaba en realidad por curación
Y 30 años después, en 2017, Juan Manuel Gutiérrez empezaba a
rezar su novena al Beato Frassati, en el tiempo reservado para que los
seminaristas oren ante el Santísimo Sacramento. En realidad no pedía ser
curado. Su petición era más amplia. "Mi oración fue: ‘Señor, por
intercesión del beato Pier Giorgio Frassati, te pido que me ayudes en mi
herida’".
Pero al empezar el rezo, tuvo otra "inspiración":
le añadió una declaración. "Prometo que, si sucede algo inusual,
se lo informaré a quien sea necesario", se dijo a sí mismo. "Esa
parte me sorprendió", reconoce Gutiérrez. "Me pregunté, ¿de dónde ha
venido eso?"
Un calor extraño en oración
Unos días después, Gutiérrez entró en la capilla para rezar
su novena. No fue durante la Hora Santa habitual de las 5 de la tarde, recordó,
porque esta vez no había nadie más allí. Sintió "un calor
alrededor del área de mi lesión" mientras se arrodillaba y oraba.
"Era leve. Pero fue aumentando poco a poco, y por un
momento pensé que un enchufe de la electricidad se estaba incendiando. Busqué
el fuego, pero no había fuego allí. Recuerdo mirarme el tobillo y pensar: 'Qué
extraño', porque podía sentir el calor".
Gutiérrez sabía por sus experiencias pasadas en
encuentros de la Renovación Carismática Católica que el
calor en el cuerpo a veces se asocia con la sanación de Dios. Gutiérrez miró
hacia el tabernáculo que contenía el Santísimo Sacramento y comenzó a llorar.
"Le dije al Señor en mi corazón: ‘No puede ser. No
porque no tengas el poder para sanarme, sino porque sé que no tengo la
fe para algo así’. Y eso me conmovió". Después del llanto y la
oración, dejó la parroquia. No recuerda exactamente en qué día ocurrió eso,
sólo que faltaban unos días para el 9 de noviembre, fecha prevista para
concluir su novena. Pero ese día dejó de usar el aparato ortopédico que
utilizaba para inmovilizar su pie derecho: “Simplemente ya no lo necesitaba”.
La prueba del médico
El 15 de noviembre, llegó a la consulta con el cirujano
ortopédico que tenía que examinar su lesión y operación. Para confirmar el
diagnóstico de rotura del tendón de Aquiles que veía en las resonancias, el
médico realizó la llamada prueba de Thompson: apretar la pantorrilla
del paciente mientras estaba acostado boca abajo en la cama del
hospital. Si el pie se movía cuando apretaba, eso significaría que el tendón
estaba conectado. Si no, confirmaría la rotura.
El cirujano apretó y dijo "hmm". Luego presionó el
lugar del desgarro. A Juan Manuel no le dolía. El médico le preguntó si podía
presionar más fuerte, y luego más fuerte otra vez. Gutiérrez seguía sin sentir
dolor. "No tienes ningún hueco", dijo el cirujano. "Tienes
que tener a alguien ahí arriba cuidándote".
Juan Manuel empezó a preguntar de todo al médico. ¿Podría
haberse cerrado la brecha por sí sola? No, respondió el médico, de hecho,
tienden a abrirse aún más con el tiempo. ¿Y si la resonancia magnética estaba
equivocada? De ninguna manera. “Esta es la tecnología más avanzada que
tenemos para algo así”. Señalando la pantalla, el cirujano le dijo al
seminarista: “A partir del 31 de octubre, usted tenía un desgarro en el tendón
de Aquiles, pero ahora no puedo encontrarlo”.
Pasar desapercibido
Gutiérrez quería contarle a todo el mundo lo que había
pasado, pero no quería llamar la atención. Sus compañeros dicen siempre de él
que es "un tipo bastante discreto", que tiende a "pasar
desapercibido". Los compañeros veían que ya ni cojeaba ni usaba
ayudas, pero como tampoco había hablado mucho de su lesión, no prestaron mucha
atención. Sólo contó su curación al su director espiritual y a algunas amigos
cercanos.
Pasaron unos meses. En una convención juvenil católica, se
encontró una foto recortada de tamaño natural de Frassati. Había unas estampitas
y tarjetas del beato, que indicaban un e-mail pidiendo contar favores por
intercesión de Frassati. Y recordó su promesa: "Si ocurre algo inusual, se
lo comunicaré a quien sea necesario". ¡Lo pospuso durante meses! Pero
finalmente escribió su testimonio y lo envió por correo electrónico.
Nadie le respondió.
Desayunando con un ex-oficial de Causa de los Santos
Pasaron dos años. Ya era otoño de 2020, el año de los
confinamientos del coronavirus. En clase se encontró hablando con Robert Sarno,
un sacerdote estadounidense que se había jubilado recientemente después de casi
40 años en el Dicasterio de las Causas de los Santos del Vaticano. A Juan
Manuel le daba mucho apuro contar su historia, temía que la desestimaran con
desinterés. "Jesús, dame valor para decir algo sobre esto porque yo
personalmente no quiero", rezó.
Un día, después del desayuno, se animó y se lo contó
a Sarno. "¿Por qué has esperado tanto para contarme esta
historia?", dijo el profesor. "Porque es usted muy intimidante",
respondió el seminarista. "Sí, ya me lo habían dicho antes", admitió
Sarno. Ese mismo día, a la hora de la cena, Sarno se acercó a Gutiérrez para
decirle que en Roma (sus colegas de Causas de los Santos) estaban
"muy interesados" en el asunto.
A Sarno le encargaron investigar el caso a nivel diocesano y
el arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, le facilitó los permisos para hacerlo.
Le ayudaron el dominico Joseph Fox y Michael Carcerano. En otoño de 2023 Sarno
entrevistó a testigos y reunió las pruebas, incluyendo las médicas. Y en 2024
se anunció la aprobación del milagro.
Un corazón para los pobres y necesitados
Juan Manuel Gutiérrez fue ordenado en 2022 y ejerce su
servicio sacerdotal en la parroquia de San Juan Bautista, en Baldwin Park,
California, un suburbio al este de Los Ángeles. Se da la circunstancia de que
la catedral donde descansan los restos de Frassati también está dedicada a San
Juan Bautista. Es una parroquia con muchos hispanos y filipinos, muchos
ministerios para jóvenes y al menos una docena de misas cada fin de
semana.
"Creo que Pier Giorgio fue un gran modelo a seguir de
lo que significa ser un joven católico en el mundo", dice Gutiérrez. Pero
a la vez se da cuenta de que él es muy distinto del santo que le ayudó:
bromea con que no es excursionista y que tampoco fue nunca rico.
Pero sí ve una conexión: "Él era conocido por su
gran corazón con los necesitados y los pobres. En mi momento de
necesidad, él se acercó a mí y me ayudó. Y hay mucha gente que ha recibido
gracias de él. No soy el único", dice.
P.J.G.