LOS LAZOS CON NUESTROS FAMILIARES DIFUNTOS NO SE ROMPEN

La muerte de un ser querido puede parecer un fin, pero la doctrina católica nos dice que no es así. Los lazos con nuestros familiares difuntos, no se rompen

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La unión familiar es una realidad espiritual que trasciende la muerte. Esto se debe a que la fe y el amor no tienen límites, ni siquiera con la muerte. La comunión de los santos une a todos los creyentes, vivos y difuntos, en una unión espiritual.

Nuestras acciones y decisiones en esta vida, pueden influir en el proceso de purificación de nuestros familiares difuntos, ya que nuestras oraciones y sacrificios pueden ayudar a acelerar su paso por el purgatorio.

Son nuestros intercesores

Al mismo tiempo, ellos también pueden hacer algo por nosotros: su ejemplo y legado pueden inspirarnos a vivir una vida virtuosa. Además, su intercesión puede ayudarnos en momentos de necesidad. Esta unión espiritual es un don de Dios que nos permite mantener viva la memoria de nuestros seres queridos difuntos, mientras nos inspira a vivir una vida más virtuosa.

Para san Agustín "la fe y el amor no tienen límites, ni siquiera la muerte." Y es que el alma de nuestros seres queridos sigue viva, solo el cuerpo es el que se acabó.

La muerte no es el fin, sino un nuevo comienzo

En el viaje de la vida, el amor que compartimos con nuestros familiares y amigos es uno de los tesoros más preciosos que poseemos. Sin embargo, la muerte, a menudo vista como el final de nuestras relaciones más queridas, es en realidad solo un umbral hacia una nueva dimensión de existencia.

Los lazos que formamos en esta vida no se rompen; con la muerte, se transforman y se profundizan en la eternidad. El amor es un vínculo eterno que no se limita a la existencia terrenal. Cada momento compartido, cada risa, cada lágrima, se convierten en un hilo en la vasta tela de nuestras vidas. Aunque nuestros seres queridos han partido, su esencia permanece con nosotros.

Orar por ellos

Cuando oramos por nuestros seres queridos tenemos un gesto poderoso de amor y esperanza. No solo fortalecemos nuestro vínculo con ellos, sino que también contribuimos a su purificación. 

La creencia en la vida eterna es un consuelo profundo. La fe en la resurrección nos asegura que la muerte no es el final, sino una transición hacia un reencuentro glorioso. En este contexto, cada acción que tomamos en esta vida tiene un eco en la eternidad. 

La muerte puede separar físicamente a las personas, pero nunca podrá romper el vínculo del amor. Nuestros seres queridos viven en nuestros recuerdos, en nuestras oraciones y en nuestras acciones. El amor es más fuerte que la muerte, y en este amor, encontramos la verdadera esencia de la vida. 

Guillermo Dellamary 

Fuente: Aleteia