Cuando sean curas, vayan a las cárceles, es una prioridad”, ha sido la exhortación que hizo a un grupo de seminaristas españoles el Papa Francisco, con quienes se refirió no sólo a las prisiones físicas, sino también a las ideológicas y morales que terminan alejando a las personas de Dios.
El Papa Francisco en su encuentro con seminaristas españoles en el Vaticano, el 16 de noviembre de 2024. Crédito: Vatican Media. |
“Vuestro
arzobispo tenía mucha ilusión por esta audiencia y me decía que ustedes
apelaban al cariño que yo tengo por las cárceles, de tal manera que les
concediera también esta audiencia”, inició el Santo Padre, en un breve
discurso improvisado.
Sin embargo,
les recordó, “el seminario no es una cárcel, es un lugar donde aprender que un
sacerdote es un hombre, un ser humano que quiere redimir, como vuestro
arzobispo mercedario, un redentor de cautivos; porque un sacerdote no puede ser
otra cosa que una imagen viva de Jesús, el Redentor con mayúsculas”.
El Pontífice
les explicó que eso significa muchas cosas, “pero una muy precisa es que debemos
descender a las cárceles; a las cárceles gubernativas, ciertamente, a ofrecer a
quienes están en ellas el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, pero
también a todas aquellas prisiones que encarcelan a hombres y mujeres de
nuestra sociedad: las prisiones ideológicas, las morales, las que crean la
explotación, el desaliento, la ignorancia y el olvido de Dios”.
El Papa
Francisco les recordó que desde que era obispo ha celebrado en las prisiones el
lavatorio de pies del Jueves Santo.
“Recuerdo
que, en un lavatorio de los pies —era de mujeres la cárcel esa—, lavaba los
pies de una mujer y cuando iba a pasar a la otra, me agarró la mano, se me
acercó al oído y me dijo ‘padre, yo mate a mi hijo’: Los dramas internos en la
conciencia de los que viven en una cárcel. Cuando sean curas, vayan a las
cárceles, es una prioridad. Y todos nosotros podemos decir eso que yo siento:
¿Por qué ellos y no yo?”.
“Ustedes
van a recibir la unción sacerdotal y es para liberar cautivos, a cuantos están
encadenados, sin darse cuenta. Encadenados por tantas cosas: por la cultura,
por la sociedad, por los vicios, por los pecados escondidos”, expresó.
En su ministerio no hagan distinción de
personas
Luego, del Papa
Francisco entregó al arzobispo el texto que había preparado para los
seminaristas, en el que reflexiona sobre el cuarto capítulo del Evangelio de
Lucas, para invitarlos a ser dóciles al Espíritu Santo, “hacer desierto para
encontrar a Dios” y vaciarse “de tantas cosas que llevamos como lastres”.
No tengan miedo
a enfrentarse “con la tentación de un ministerio idolátrico donde estemos en el
centro, buscando el poder material o el aplauso”, alentó.
Recordó que en
ese capítulo Lucas menciona “que Jesús fue a Nazaret, su tierra, consciente de
que a los ojos del mundo no era más que el hijo de José, uno como nosotros”.
“No olviden nunca estas raíces —escribió el Papa—, no se olviden que son hijos
del Pueblo”.
“También nos
enseña este texto de Lucas que en nuestro apostolado no podemos hacer
distinción de personas por más que sean extranjeros o incluso enemigos, porque
para Dios todos somos sus hijos. Cuando miremos al hermano reconozcamos en él
su disposición a recibir la gracia que el Señor le ofrece”, añadió.
El Papa
Francisco también mencionó que, en otro pasaje del Evangelio de Lucas, “el
Señor se duele indignado de la dureza del corazón de sus contemporáneos que no
entienden la solicitud de Jesús por liberar a una mujer atada por un mal
espíritu durante muchos años”.
“Ustedes, por
el contrario —escribió el Pontífice—, estén siempre listos para bendecir, para
liberar, y cuando sientan paralizadas las manos que Él ungió, extiéndanlas con
confianza como el tullido del Evangelio de Marcos. Es lo que Jesús hizo en la
Cruz, grabando nuestra llaga en su Corazón y en su brazo, destruyendo con su
amor nuestra muerte y cruzando con su Pasión el abismo que nos separaba de
Dios”.
“Sean así
valientes, desprendidos e incansables para llevar la misericordia divina que el
Señor tan generosamente ha derramado en ustedes al elegirlos para este
ministerio. Que Él los bendiga y la Virgen Santa los cuide”, culmina el texto
del Papa Francisco.
Por Eduardo
Berdejo
Fuente: ACI