Este domingo, antes del rezo del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó sobre la lectura del día para animar a los fieles a confiar siempre “en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece”.
Crédito: Vatican Media. Dominio público |
Ya desde el balcón del Palacio Apostólico, el Pontífice señaló
que “en el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran
tribulación: ‘El sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor’”.
“Ante este sufrimiento —indicó—, muchos podrían pensar en el fin
del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una
interpretación diferente, diciendo: ‘El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán’”.
En ese sentido, explicó que “cuando atravesamos una crisis o
experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el
dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales,
tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las
cosas más bellas pasan”.
“Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son
importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar
nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están
destinadas a pasar”, añadió.
“Al mismo tiempo —recordó—, Jesús habla de lo que permanece.
Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen por
siempre”.
El Papa Francisco aseguró que en Cristo “volveremos a encontrar
un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en
nuestra existencia terrenal”.
Porque “a la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad
adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día,
pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte
será el comienzo de una nueva vida”.
“Incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos,
el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder
lo que acaba, sino con alegría por lo que queda. No olvidemos que Dios nos
prepara un futuro de vida y alegría”.
En ese sentido, animó a preguntarse: “¿Estamos apegados a las
cosas de la tierra, que pasan, que pasan rápidamente, o a las palabras del
Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad?”.
“Oremos a la Santísima Virgen, que se ha confiado totalmente a
la Palabra de Dios, para que ella interceda por nosotros”.
Culminado el rezo del Ángelus, el Santo Padre volvió a dirigirse
a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro para expresar su alegría por
la beatificación de tres mártires.
“Ayer en Escútari fueron beatificados dos mártires: Louis Palić,
sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores, y Gjon Gazulli, sacerdote
diocesano, víctimas de la persecución religiosa en el siglo XX. Y hoy ha sido
beatificado en Friburgo de Brisgovia otro mártir, el sacerdote Max Josef
Metzger, fundador del Instituto Secular de Cristo Rey, a quien se opuso el
nazismo por su compromiso religioso en favor de la paz”.
“Que el ejemplo de estos mártires reconforte a tantos cristianos
discriminados por su fe en nuestro tiempo. ¡Un aplauso para los nuevos
beatos!”, manifestó.
Asimismo, el Papa Francisco recordó que hoy se celebra la
Jornada Mundial de los Pobres y también dijo que se une a la Jornada de Oración
por las víctimas y los sobrevivientes de abusos que tendrá lugar mañana en
Italia.
“Cada abuso es una traición a la confianza, ¡es una traición a
la vida! La oración es indispensable para ‘reconstruir la confianza’”, señaló.
Finalmente, exhortó a seguir rezando por la paz “en la
atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, en Myanmar, en Sudán. La
guerra hace inhumanos e induce a los pueblos a tolerar crímenes inaceptables.
Que los gobernantes escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz”.
Por Eduardo Berdejo
Fuente: ACI