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Crédito: Pixabay. Dominio público |
En
la última parte de su reflexión, el P. Navarro aborda la cuestión sobre los
dones que se presentan ante el altar y que en ocasiones van más allá de la
indicación escueta del pan y el vino que aparece en el Misal: “Solo.
Exclusivamente. Nada más”, enfatiza.
El
liturgista detalla que “solemos, especialmente en las Misas con niños o en las
celebraciones, por ejemplo, patronales, añadir un montón de cosas que traemos
al altar, dándoles un carácter ofertorial”.
Incluso,
añade, se acompañan estos gestos con moniciones del tipo: “Junto con el pan y
el vino te ofrecemos este objeto, que significa tal cosa”. Sin embargo, subraya
que “eso no tiene sentido en ese momento de la celebración y desdibuja su
finalidad”.
Al
presentar u ofrecer otros objetos distintos de las especies eucarísticas, se
corre el riesgo de que “este momento de la preparación de los dones gira en
torno a nosotros, en vez de prepararnos y disponernos para lo que viene
después”.
El
P. Navarro explica que hay una excepción “plenamente justificada” que es la de
recibir “dinero u otros dones para los pobres o para la Iglesia” que deberán
ser colocados en un sitio apropiado “fuera de la mesa eucarística”, como se
recoge en el número 73 de la Ordenación General del Misal Romano (OGMR).
El
P. Navarro recuerda que la OGMR especifica en su número 72 cómo
“en la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua,
es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos”.
Navarro
destaca que “el lenguaje está muy cuidado. No aparece en ningún momento el
verbo ‘ofrecer’. Los dones eucarísticos —el pan y el vino— se llevan al altar
pero no se ofrecen”.
El
motivo es que “en la Eucaristía la ofrenda no es el pan y el vino —¡Dios no los
necesita!—, sino el Cuerpo y la Sangre de su Hijo, al que nosotros nos unimos
en la ofrenda demuestra propia vida”.
El
liturgista detalla que es en la Plegaria Eucarística cuando se realiza el
ofertorio del “pan de vida y el cáliz de salvación” que luego vamos a recibir
en la Comunión.
Por todo ello, concluye, “el momento de la preparación de los
dones tiene su importancia, pero no hasta el punto de ser el momento central de
la celebración”. Este es el motivo del título del artículo No nos adelantemos: “No convirtamos este momento en lo que no es, en
lo que vendrá después. Aunque le llamemos ofertorio”.
Por Nicolás
de Cárdenas
Fuente: ACI