San Juan XXIII tuvo un apodo característico, pues era conocido como el "Papa bueno", pero pocos saben la razón por la que se ganó este bello sobrenombre
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Shutterstock I Renata Sedmakova |
San Juan XXIII
fue el "Papa bueno", lo que indicaba uno de los rasgos
característicos de su personalidad. Pero hay anécdotas que confirman que este
bello sobrenombre estuvo muy bien aplicado.
1. Excelente
sentido del humor
Una
característica de las personas que calificamos como buenas es el buen humor. En
situaciones difíciles sacan a relucir su genialidad y amortiguan el impacto de
una palabra imprudente o un hecho comprometedor.
Una anécdota publicada en el libro Ingenio y
sabiduría de Juan, el Papa bueno, cuenta sobre la visita del Papa al
Hospital del Espíritu Santo, en Roma. Al ingresar en el edificio, le
presentaron a la hermana que dirigía el hospital.
—Santo Padre
—dijo ella—, soy la superiora del Espíritu Santo.
—Es usted muy
afortunada —respondió el Papa, encantado—. ¡Yo soy solo el Vicario de Cristo!
2. Acercamiento
a otras confesiones religiosas
Su
biografía, Diario de un alma, da cuenta de los acercamientos
ecuménicos con otras Iglesias cristianas, recibiendo durante su pontificado al
arzobispo anglicano de Canterbury, a la reina Isabel II y a su esposo, al
moderador de la Iglesia presbiteriana de Escocia, Archibald C. Craig y al
presidente de la Iglesia episcopaliana de Estados Unidos.
Además, creó el
Secretariado para la Unión de los Cristianos fue, sin duda, un paso
importantísimo en favor del ecumenismo.
3. Reconocimiento
por los hermanos judíos
Un inusitado
gesto de fraternidad fue su relación con el judaísmo. La mayor muestra de su
reconocimiento por los hermanos judíos fue cuando suprimió, en los oficios del
Viernes Santo de 1959, el adjetivo perfidis atribuido a
ellos: pro perfidis Iudeis (pérfidos judíos).
Este simple
hecho suscitó en el corazón de los judíos nuevas esperanzas para una era de
comprensión y tolerancia.
4. Trabajo por
la paz
El 11 de abril
de 1963, Juan XXIII publicó su famosa encíclica, Pacem in terris, que estaba dirigida no solo a los
obispos, al clero y a los fieles católicos, sino también, y por primera vez, a
todos los hombres de buena voluntad, invitando a afrontar, con un espíritu de
colaboración, los problemas cruciales del hambre, de la justicia y de la paz.
En
reconocimiento por su actividad a favor de la fraternidad entre los hombres y
los pueblos y sus intervenciones en el plano diplomático, le fue otorgado el
premio por la paz de la fundación Stefano Valzan.
El Papa bueno
donó el monto económico - ciento cincuenta millones de liras - a la Fundación
Premio Internacional de la Paz Juan XXIII.
5. Amor,
respeto y obediencia
Su amor por
Dios y las personas siempre estaban presentes en su trato con todos. Para él
era fundamental el respeto y la sencillez, a ejemplo de Cristo. Y ante todo, la
obediencia.
Los últimos
años de su vida sufrió mucho por sus enfermedades, pero no dejó de cumplir con
sus compromisos. Su Diario menciona que:
"Tras una
larga y penosa agonía, murió el 3 de junio de 1963. Ningún Papa ha sido tan
llorado al morir: multitud de banderas ondearon a media asta, entre ellas la de
la ONU y la del Palacio primado anglicano; la jerarquía de las distintas
iglesias cristianas, así como del judaísmo, el islam y el budismo, hicieron
sentidas declaraciones; el luto fue generalizado en Italia".
El papa Juan
XXIII fue beatificado el 3 de septiembre de 2000 por el san Juan Pablo II y
canonizado por el Papa Francisco el 27 de abril de 2014 .
San Juan XXIII,
¡ruega por nosotros!
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia