POR AMOR A DIOS, APRENDE A DAR LO MEJOR DE TI

Dar lo mejor de ti tiene un sentido muy profundo que los santos comprendieron muy bien, ya que no se trata de hacer milagros, sino de demostrar tu amor por Dios

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¿Por qué los santos alcanzaron la santidad? Por supuesto, porque dieron lo mejor de sí mismos en todo lo que realizaban, solo por amor a Dios. Podemos encontrar en sus biografías que algunos pudieron hacer milagros o realizar actos maravillosos, como resucitar muertos, levitar, presentar estigmas o estar en dos lugares al mismo tiempo.

Pero otros, la gran mayoría, destacaron por su humildad, enorme amor por la oración y su generosa disposición para hacer la voluntad de Dios, aún a costa de soportar desprecios, maltratos e incomprensiones.

Cómo dar lo mejor de ti

Todos tenemos algo especial para ofrecer a Dios y al prójimo. No se trata de entrar en competencia, porque somos distintos unos de los otros, aún perteneciendo a la misma familia.

Por eso, es necesario para los cristianos de hoy abrir mente, ojos y corazón para conocer cómo nos invita Dios a dar lo mejor de nosotros.

1. Esfuérzate en servir a todos

Jesús nunca dijo: "Sean los mejores y destaquen por encima de los demás", por el contrario, él se puso como ejemplo, como servidor de todos (cfr Mt 20, 28).

Además, compararse con otros sería como comparar a san Pablo con san Francisco de Asís. Ambos son santos, pero además de que vivieron en épocas y contextos muy distintos, eran muy diferentes en personalidad y carácter.

Sin embargo, tuvieron en común que no se reservaron en nada para cumplir con el mandato de nuestro Señor Jesucristo sobre predicar su Palabra y servir a sus contemporáneos.

Así debemos ser nosotros: esforzarnos en servir a Dios en el prójimo, sin comparaciones ni competencias vanas, solamente buscando agradar al Señor.

2. Aprecia tus dones

Aprovecha los dones que has recibido de Dios. Algunos son buenos para cantar, otros para escribir o hacer amistades. Todo lo que el Señor nos ha regalado ha sido para ganar el cielo y ayudar a los hermanos a hacer lo mismo.

Pensemos a quienes escogió el Señor Jesús para ser sus apóstoles: algunos eran pescadores, uno era recaudador de impuestos y hasta eligió a un rebelde; pero a ninguno le exigió que cambiara su personalidad. Lo único que quiso de ellos fue que predicaran el Evangelio, cumpliendo lo que Él les había enseñado.

Asimismo, apreciemos los dones que Dios nos ha regalado para usarlos bien y predicar de palabra y ejemplo el Evangelio del Señor.

3. Pide ayuda a la Virgen

Finalmente, pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a ser como ella, humilde y dispuesta a aceptar plenamente la voluntad de Dios:

María dijo entonces: "Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho" (Lc 1, 38).

Y con absoluta confianza en que, si nos entregamos con alegría a Él y a su voluntad -dando lo mejor de nosotros para se cumpla lo que ha dispuesto desde antes de nuestro nacimiento- Él hará maravillas en nuestra vida:

"Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: ¡su Nombre es santo!"

 (Lc 1, 48, 49)

Que así sea.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia