Como es habitual después de cada viaje apostólico, el Papa Francisco dedicó la Audiencia General de hoy a reflexionar sobre su paso por Asia y Oceanía.
El Papa Francisco este 18 de septiembre Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News. Dominio público |
El Papa Francisco llegó en papamóvil este 18 de septiembre a la
soleada plaza de San Pedro y saludó a los fieles presentes, deteniéndose para
besar a numerosos niños pequeños.
Antes de comenzar, el Papa Francisco presentó al público dos
“suicidas”, un hombre y una mujer que fueron los encargados de leer las
lecturas previas y que se casarán el sábado próximo.
Después de pedir un aplauso para ellos, resaltó que “es bonito
ver cuando el amor nos lleva adelante para formar una nueva familia y por eso
he querido presentar a estos dos, para agradecer al Señor”.
Al inicio de su reflexión, el Santo Padre precisó que su viaje
es “apostólico” y no “de turismo”, ya que lo realiza para dar a conocer la
Palabra de Dios y conocer al mismo tiempo “el alma de los pueblos”
Destacó que en este reciente viaje quiso seguir el ejemplo de
Pablo VI, cuando visitó Filipinas y Australia.
“¡Doy gracias al Señor, que me permitió hacer como Papa anciano
lo que me hubiera gustado hacer como joven jesuita!”, exclamó a continuación,
ya que el Santo Padre tenía el deseo de ir allí como misionero cuando era
joven.
También precisó que todavía, al pensar en la Iglesia, seguimos
siendo demasiado “eurocéntricos” o también “occidentales”.
En realidad, señaló el Pontífice, “la Iglesia es mucho más
grande”, más que Europa o Roma, y afirmó que también “está más viva”.
“Lo experimenté con emoción cuando conocí esas comunidades,
escuchando los testimonios de sacerdotes, monjas, laicos, especialmente
catequistas. Iglesias que no hacen proselitismo, sino que crecen por
atracción”.
En Indonesia, el país musulmán más grande del mundo, el Santo
Padre encontró “una Iglesia viva, dinámica, capaz de vivir y transmitir el
Evangelio”.
En ese contexto, tuvo la confirmación “de cómo la compasión es
el camino por el que los cristianos pueden y deben caminar para dar
testimonio de Cristo Salvador y encontrarse al mismo tiempo con las
grandes tradiciones religiosas y culturales”.
También aseguró que allí vio “que la fraternidad es el futuro,
es la respuesta a la anti-civilidad, a las tramas diabólicas del odio y
la guerra y también del sectarismo”.
En Papúa Nueva Guinea, la segunda parada del viaje más largo de
su pontificado, encontró la belleza “de una Iglesia misionera en salida”.
Allí, donde las diferentes etnias hablan más de
ochocientas lenguas, señaló que se trata de “un entorno ideal para el Espíritu
Santo, al que le encanta hacer resonar el mensaje del Amor en la sinfonía
de los lenguajes”. También añadió que el Espíritu Santo es el “jefe de la
armonía”.
“Me alegró el corazón poder pasar algún tiempo con los
misioneros y catequistas de hoy; y me conmovió escuchar las canciones y la
música de los jóvenes: en ellos vi un futuro nuevo, sin violencia tribal,
sin dependencia, sin colonialismo económico o ideológico”, expresó.
En este sentido, resaltó que Papúa Nueva Guinea puede ser
un “laboratorio” de este modelo de desarrollo integral, animado por el
“fermento” del Evangelio.
Destacó también la valentía de los misioneros de Vanimo, quienes
se adentran en el bosque en busca de las tribus más escondidas y que la fe debe
ser “inculturada” y que las culturas se evangelizan. Fe y cultura.
Respecto a su parda en Timor Oriental, destacó que se trata de
un pueblo “probado pero alegre, un pueblo sabio en el sufrimiento”.
“Un pueblo que no sólo genera muchos niños, — había un mar de
niños, muchos— , sino que les enseña a sonreír. No olvidaré nunca la sonrisa de
los niños, de aquella patria, de aquella región. Sonríen siempre los niños
allí, y son tantos”, señaló.
Además, afirmó que allí vio la juventud de la Iglesia: familias,
niños, jóvenes, muchos seminaristas y aspirantes a la vida consagrada.
“Yo querría decir, sin exagerar, que respiré aire de primavera”.
La última etapa de este viaje fue Singapur, "un país muy
diferente de los otros tres".
“Los cristianos allí son una minoría, pero siguen formando una
Iglesia viva, comprometida a generar armonía y fraternidad entre las
diferentes etnias, culturas y religiones”, expresó.
Para el Santo Padre, incluso en la rica Singapur existen los
“pequeños”, que siguen el Evangelio y se convierten en sal y luz,
“testimonios de una esperanza más grande de aquella que los
beneficios económicos pueden garantizar”.
Por último, agradeció a estos pueblos por acogerle “con tanto
calor, con tanto amor”, así como a sus gobernantes y autoridades.
“Agradezco a Dios por el don de este viaje y renuevo mi gratitud
a todos ellos. Que Dios bendiga a los pueblos que he encontrado y los
guíe por el camino de la paz y la fraternidad”, concluyó.
A continuación, lamentó las lluvias torrenciales y las
víctimas que han dejado las inundaciones en Austria, Rumanía, República Checa y
Polonia.
Mostró su cercanía a los familiares, aseguró sus oraciones por
los que han perdido la vida y agradeció la labor de los voluntarios.
Recordó también que el próximo sábado 21 de septiembre se
celebra la Jornada Mundial del Alzheimer: “Oremos para que la ciencia médica
pueda ofrecer pronto perspectivas de curación para esta enfermedad, y para que
se activen siempre más intervenciones para el sustento de los enfermos y de sus
familias”, exhortó.
Al término de la Audiencia, pidió por la paz en el mundo y el
cese de los conflictos. Subrayó que la “guerra es una derrota” e invitó a no
olvidar “Palestina, Israel, la martirizada Ucrania y Myanmar”. “Que el Señor nos de a todos un corazón que busca la
paz”, concluyó.
Por Almudena
Martínez-Bordiú
Fuente: ACI