La Iglesia cree que la música y el canto en la Misa son un tesoro mucho mayor que las imágenes artísticas, por eso, analicemos cuál es su función dentro de la liturgia
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El Catecismo de la Iglesia Católica es el lugar
en donde vemos que la Iglesia pone un gran énfasis en la música en la liturgia:
"La tradición musical de la Iglesia
universal es un tesoro de valor inestimable, superior incluso al de cualquier
otro arte". CEC 1156
Nuevamente, el Catecismo cita Sacrosanctum Concilium, un
documento del Concilio Vaticano II centrado en la liturgia.
Una de las principales razones por las que la
Iglesia da tanta importancia a la música es que ésta forma parte integrante del
culto:
"…La
razón principal de esta preeminencia es que, como combinación de música sagrada
y palabras, forma parte necesaria o integral de la liturgia solemne". La
composición y el canto de salmos inspirados, a menudo acompañados de
instrumentos musicales, ya estaban estrechamente vinculados a las celebraciones
litúrgicas de la Antigua Alianza. La Iglesia continúa y desarrolla esta tradición:
"Dirigíos unos a otros salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y
salmodiando al Señor de todo corazón". "El que canta reza dos
veces". CEC 1157
Además, la música tiene el potencial de decir
una gran cantidad de simbolismo, elevando nuestras almas a Dios por sus
palabras que coinciden con las acciones litúrgicas:
"El canto y la música cumplen su función de
signos de manera tanto más significativa cuanto que están "más
estrechamente relacionados…. con la acción litúrgica", según tres
criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la participación
unánime de la asamblea en los momentos señalados y el carácter solemne de la
celebración. De este modo participan en la finalidad de las palabras y acciones
litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los fieles". CEC 1158
A continuación, el Catecismo cita las Confesiones de san
Agustín como prueba de cómo la música puede mover a una persona
a la oración:
"¡Cómo lloré, profundamente conmovido por
vuestros himnos, cantos y las voces que resonaban en vuestra Iglesia! ¡Qué
emoción experimenté en ellos! Aquellos sonidos fluían en mis oídos destilando
la verdad en mi corazón. Un sentimiento de devoción surgió en mi interior y las
lágrimas corrieron por mi rostro, lágrimas que me hicieron bien".
Cuando la música sacra se hace bien y en armonía
con la liturgia, tiene una gran capacidad para conducir nuestras almas hacia
Dios.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia
