A la hora de vestir y utilizar accesorios y maquillaje, puede que surja la inquietud de estar a la moda sin faltar al pudor y la caridad. El pensamiento de estos tres grandes santos “Doctores de la Iglesia” puede ayudar a responder a ese interrogante
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Imagen referencial | Crédito: Unsplash |
En primer
lugar, cabe mencionar que un “Doctor de la Iglesia” es un título que da el Papa
o un concilio ecuménico a algunos santos que han llegado al grado de eminentes
“maestros de la fe”.
En cuanto al
modo de vestirse, se trata de un acto moral, por lo que se debe mirar
el acto en sí, la intención de la persona y las circunstancias que lo rodean.
Aquí están las reflexiones sobre la virtud de la modestia al vestir de Santo
Tomás de Aquino, San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio.
Santo Tomás
de Aquino
Santo Tomás de
Aquino entendió que la modestia es parte de la virtud de la templanza (véase
Suma Teológica, II-II, Q. 160), que es la que nos ayuda a moderar nuestros
deseos.
En ese sentido,
la templanza nos ayuda a no excedernos en nuestros deseos y a actuar de acuerdo
con la razón. Por ejemplo, la usamos para no comer demasiado o muy poco y para
ayudarnos a ayunar en días rápidos y comer alimentos de celebración moderadamente
en días festivos. La humildad es un tipo de modestia interior: debemos ser
honestos con nosotros mismos de que somos criaturas limitadas que necesitan a
Dios.
Por ello,
cuando Santo Tomás de Aquino habla de modestia al vestir, explica que la
honestidad se refleja en nuestra indumentaria, y que esto se aplica a
hombres y mujeres, niños y niñas. Lo que usamos retrata algo a los
demás sobre quiénes somos y qué estamos haciendo.
Asimismo, Santo
Tomás cita a San Ambrosio expresando que “el cuerpo debe ser adornado de forma
natural y sin afectación, con simplicidad, con más descuido que esmero, no con
ropa costosa y deslumbrante, sino con ropa ordinaria, para que no le falte a la
honestidad y a la necesidad, sin embargo, no se agregará nada para aumentar su
belleza” (ST, II-II, Q. 169, Art. 1). La forma en que nos vestimos debe ser
hermosamente decorada.
San
Francisco de Sales
Este santo
tiene una explicación similar cuando habla de la elegancia en el vestido, y
enfatiza que parecer limpio y ordenado demuestra respeto con uno mismo
y con los demás:
“Estudia para
ser ordenado y no permitas que nada de ti sea descuidado o desordenado.
Es una afrenta para aquellos con los que se asocia el estar vestido de manera
inadecuada, pero evite todas las presunciones, vanidades, galas y afectación.
Adhiérase lo más posible a la modestia y la simplicidad, que sin duda son los
mejores adornos de belleza y la mejor expiación por su deficiencia.
(Introducción a la Vida Devota, III.25).
El punto
interesante aquí es que vestir modestamente es tanto para hombres y mujeres, y
debe enfatizar la belleza que Dios les dio. Si colocamos un marco agradable
alrededor de una foto artística o una pintura increíble, cuánto más cuidado
deberíamos poner en la forma en que vestimos nuestros cuerpos que han sido
dados por Dios.
Si la modestia
es una forma de templanza, entonces uno no está modestamente vestido cuando no
se viste de manera moderada. Santo Tomás explica que una falta de moderación al
vestir es no vestirse de acuerdo con las costumbres de nuestra sociedad y de
acuerdo con nuestro estado en la vida. (ST, II-II, P. 169, Art. 1).
San Francisco
de Sales también habla de seguir las costumbres de nuestra cultura: es
modesto vestirse a la moda y no hacer una demostración de nosotros mismos
vistiendo de una manera que se destaque.
Explica que “en
cuanto al material y la moda de la ropa, la propiedad en estos aspectos depende
de varias circunstancias, como el tiempo, la edad, el rango, aquellos con
quienes se asocia; y varía en diferentes ocasiones” (Introducción a la Vida
Devota, III.25). Lo que usamos debe coincidir con lo que estamos
haciendo.
Por ejemplo, no
usaría botas de jardinería y jeans llenos de barro para asistir a la Misa de
Pascua, ni trabajaría en el jardín con mi vestimenta de Pascua. Deberíamos
vestirnos con la ropa adecuada para saber dónde estamos y qué estamos haciendo,
puesto que hacerlo de otra manera sería vestirse deshonestamente y, por lo
tanto, ser inmodesto.
Santo Tomás
explica que también es inmodesto tener un apego excesivo a lo que
usamos, es decir, que tiene más importancia la ropa que usamos que aquello
que es realmente importante.
Por ejemplo, si
gastamos en ropa más dinero del que se debería, nos estamos enfocando
excesivamente en la comodidad de la misma, independientemente de si son
necesarias para la ocasión; así como también si pasamos demasiado tiempo
pensando y prestando atención a cómo nos vestimos y cómo nos vemos. Podríamos
estar demasiado preocupados sobre si nuestra ropa está de moda, o si
contrariamente, somos completamente flojos en el vestir.
Es una cortesía
para los demás vestirse apropiadamente, bañarse y tener el cabello
limpio. Debemos tener humildad en la forma en que nos vestimos, no
buscando exagerar o decrecer, sino estar conformes con nuestra forma de vestir
de acuerdo con nuestros medios, y no anhelar más de lo que tenemos o
necesitamos.
En el artículo
2 de la pregunta 169 de la Segunda Parte de la Suma Teológica, Santo Tomás
profundiza en la discusión sobre “el adorno de las mujeres”, donde analiza cómo
los hombres y las mujeres pueden inducirse a la lujuria de manera intencional o
no.
Primero cita la
carta de San Pablo a Timoteo enfatizando la moderación en la vestimenta: “Que
las mujeres sepan revestirse de gracia y buen juicio, en vez de adornarse con
peinados rebuscados, oro, joyas o vestidos caros. Que se adornen más bien con
buenas obras, como corresponde a mujeres que se tienen por piadosas” (1 Timoteo
2: 9-10).
Cuando una
mujer está casada, es modesto y correcto que se vista para mostrarle a su
esposo su amor por él y su cercanía. De la misma forma, el esposo debe vestirse
de manera que complazca a su esposa; de lo contrario, estaría siendo inmodesto.
San Francisco
de Sales comparte esta opinión y añade: "La esposa puede adornarse
para complacer a su esposo, y es lícito que las doncellas deseen agradar a los
ojos de sus amigos". (Vida devota, III.25)
En ese sentido,
Santo Tomás también habla sobre mujeres solteras y termina con un punto sobre
los hombres: “Pero aquellas mujeres que no tienen esposo ni desean tener uno, o
que están en un estado de vida inconsistente con el matrimonio, no pueden, sin
cometer pecado, desear dar placer lujurioso a los hombres que las ven, porque
esto es incitarlos al pecado. Y si de hecho se adornan con esta intención de
provocar a otros a la lujuria, pecan mortalmente; mientras que si lo hacen por
frivolidad o por vanidad en aras de la ostentación, no siempre es mortal, sino
a veces venial. Y lo mismo se aplica a los hombres a este respecto”. (ST,
II-II, P. 169, Art. 2)
San Alfonso
María de Ligorio
La intención
importa. Ciertamente es pecaminoso inducir a lujuria a alguien o desear darle
placer lujurioso a otra persona. Aquí es donde los hombres y las mujeres deben
tener cuidado con el vestido.
San Alfonso
María de Ligorio analiza esta idea más específicamente que Santo Tomás,
especialmente en lo que respecta a cómo la costumbre local en el vestido cambia
lo que uno podría considerar un vestido modesto. San Alfonso habla de la
moralidad de una mujer que “se adorna a sí misma” y “descubre sus senos”, lo
cual era una moda en su época. Explica que si una mujer se viste de
acuerdo con la costumbre local y no conoce a nadie en particular a quien pueda
llevar a la lujuria, y además no tiene intención de llevar a nadie a desear la
forma en que se viste, entonces no está pecando.
“Una mujer
piensa que algunas personas en general se escandalizarán por ella, pero no cree
que alguien en particular se escandalice por ella, y no tiene la intención de
incitar a la lujuria, ni estaría complacida por su lujuria (aunque ella estaría
contenta de ser elogiada por ser hermosa), entonces no está obligada a
abstenerse de la ornamentación, incluso la ornamentación superflua, como el
maquillaje o descubrir sus senos si esa es la costumbre local, y no sería un
pecado mortal para ella realizar esto. Sin embargo, es un pecado mortal si el
descubrimiento de los senos o la ornamentación eran vergonzosos en sí mismos y
estaban dirigidos a provocar lujuria. (Teología moral, Libro 2, Tratado 3,
Sobre la caridad, Capítulo 2. 55)
Tenemos que
ver si estas formas de vestir se ajustan a nuestras costumbres locales y cuáles
son nuestras intenciones al usarlas. De la misma manera, los hombres y
las mujeres también deben evaluar el creciente descuido en la vestimenta, y si
esa costumbre es apropiada o adecuada para la comprensión de la modestia de las
tradiciones católicas.
Es casi
imposible establecer reglas duras y rápidas sobre lo que es modesto cuando las
costumbres y circunstancias locales siempre están en constante cambio. Pero una
aplicación razonada de todos estos principios a cada situación debería ayudar a
uno a tomar una decisión moral sobre qué ponerse.
Para Santo
Tomás de Aquino, San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio, la
moda local guía la forma aceptable y modesta de vestir tanto para hombres y
mujeres.
Una mujer puede
vestirse de una manera que en otras culturas puede ser entendida como
inmodesta, siempre y cuando no tenga intención de provocar lujuria. Los hombres
también deben considerar esto, en cuanto a si la forma en que se visten provoca
lujuria.
Incluso más
allá de evitar la lujuria en otras personas, todos estamos llamados a cuidar
cómo nos vestimos y a considerar lo que es apropiado y se ajusta a nuestras
costumbres. Asimismo, no debemos destacar, sino encajar en nuestra sociedad de
una manera hermosa y con decoro.
Fuente: ACI Prensa