AÑO DE ORACIÓN CON BENEDICTO XVI: ALABAR A DIOS CON LOS SALMOS

En el sexto de una serie de artículos sobre la catequesis del Papa alemán, aprendemos cómo los Salmos pueden darnos palabras para orar y pueden transformarnos

Dominio público

Después de centrarse en las figuras más prestigiosas del Antiguo Testamento para ilustrar sus enseñanzas sobre la oración (Abraham, Jacob, Moisés y Elías), Benedicto XVI aborda en su audiencia del 22 de junio de 2011 el libro de oración por excelencia : los Salmos .

El Papa comienza señalando que este libro aborda todas las situaciones que encuentra el ser humano: el sufrimiento, la nostalgia de Dios, la culpa, la felicidad, el abandono y la confianza en Dios, la soledad... Ninguna experiencia, ninguna faceta de la existencia –colectiva o personal– queda descuidada en las oraciones de este libro de la Biblia . La diversidad de situaciones a las que se refieren sus oraciones lo convierte en un compañero para todas las personas, sin excepción.

Súplica y alabanza

Sin embargo, en medio de esta multiplicidad, Benedicto XVI señala que en todo el Salterio se repiten dos grandes temas: la súplica y la alabanza . En innumerables salmos, el salmista invoca la ayuda de Dios. En otras oraciones, alaba al Señor por la salvación recibida, o por la belleza de la creación, o por otros motivos.

No es difícil apropiarnos de estos dos tipos de oración, pues también nosotros buscamos la ayuda del Señor a lo largo de nuestra vida y, en otras circunstancias, sentimos el deseo de ofrecer gracias y alabanza a Aquel que sabemos que es el dador de bendiciones.

En un nivel más profundo, Benedicto XVI observa que la súplica y la alabanza, lejos de ser opuestas, se conducen mutuamente. La súplica implica la certeza de que Dios responderá a nuestra petición de ayuda, y esto abre la puerta a la alabanza. La alabanza, en cambio, recuerda la ayuda recibida y es una oración en la que el orador reconoce la condición precaria que estaba en la raíz de su súplica.

Una escuela de oración para todos

Benedicto XVI sostiene también que los salmos son una escuela de oración por la sencilla razón de que Dios mismo los inspiró . ¡Dios nos enseña a orarle dándonos las palabras que llegarán a su corazón!

Además, el Santo Padre observa que las oraciones de los salmos, al no estar insertas en una narración ni puestas en boca de un personaje histórico, pueden convertirse más fácilmente en la oración de todos. Con el Salterio, Dios enseña el arte de la oración a toda la humanidad.

El Papa subraya, sobre todo, que los salmos nos revelan quién es el Señor a quien nos dirigimos a través de ellos. En efecto, al enseñarnos a entrar en relación con Dios a través de las palabras, el salmista inspirado nos revela indirectamente la identidad de Aquel que es su interlocutor, Aquel a quien dirige su súplica o su alabanza. El Salterio, Palabra de Dios, es un libro de revelación al igual que los demás escritos de la Biblia.

Orando los salmos con y en Jesús

Por último, Benedicto XVI nos enseña que los salmos nos permiten conocer a Jesús y su impulso filial hacia el Padre. En efecto, el Nuevo Testamento contiene muchas palabras de los salmos. Esto no es sorprendente, ya que Jesús los rezaba.

Así pues, a los cristianos del siglo XXI que quieran hacer suyos los sentimientos de Jesús les bastará rezar con el libro de los Salmos. Tendrán la certeza de estar rezando al Padre con Jesús y en Jesús. De este modo, los creyentes darán una nueva profundidad a sus súplicas a Dios, al tiempo que se les revelará la profundidad del ser filial del Hijo unigénito de Dios, que se dirige al Padre con las mismas palabras del Salterio.

Más que una escuela de oración, el Salterio es sobre todo un propagador del fervor espiritual. Al conformarnos cada vez más a Cristo, que los rezó antes que nosotros, refuerzan también nuestro impulso hacia Dios, porque nos unen cada vez más a Aquel que es el Hombre perfecto de oración y de adoración: Jesucristo.

Los salmos, inspirados por el Espíritu de Dios, nos introducen en una dinámica espiritual que no acaba nunca. A este respecto, Benedicto XVI recuerda que el título que la tradición judía da al libro del Salterio es Tehillim , que se traduce como «Alabanzas». El Salterio, aunque es diverso y polifacético, es en realidad un libro de alabanza que nos enseña a dar gracias, a celebrar la grandeza y la bondad del Señor.

Por eso, cuando los creyentes entran en la dinámica espiritual de los Salmos, no la abandonan nunca, porque el Salterio ha hecho más que enseñarles las palabras y la práctica de la oración: ha cambiado su ser de tal manera que la oración brota de su interior.

Jean-Michel Castaing 

Fuente: Aleteia